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Los desafíos de un año electoral sin tregua

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El segundo año de cualquier gobierno es siempre una práctica de equilibrio entre las expectativas creadas y los resultados concretos. En el caso de la gestión de Javier Milei, ese desafío se intensifica tanto por los buenos resultados de 2024 como por las particularidades típicas de un año electoral. Un año que estará signado por la necesidad de consolidar la estabilidad macro y avanzar en la agenda de reformas prometidas por el Presidente, las que muy probablemente enfrenten la resistencia de una porción significativa de la política y de la opinión pública.

El 2024 cerró con cifras económicas que resultan, en términos generales, satisfactorias. La inflación perforó la barrera del 3% mensual y alcanzó niveles impensados hace un año; la actividad económica, después de encontrar un piso relativamente rápido hacia el segundo trimestre del año, continúa recuperándose aunque, todavía, con una indisimulable dispersión sectorial; y en materia fiscal, hubo superávit primario en once de los doce meses del año, un logro inédito y que parecía inalcanzable. Sin embargo, si algo hemos aprendido de los ciclos económicos argentinos es que las transiciones nunca son lineales ni carentes de riesgos y que no hay espacio para el conformismo. Además, como es sabido, las personas suelen estar más atentas a los desafíos que quedan por resolver que a los logros ya alcanzados.

Javier Milei

PERCEPCIÓN Y REALIDAD

En tal sentido, uno de los grandes activos del primer año de gestión fue la rápida desaceleración de la inflación. Pasar de una tasa mensual del 8% al 3% es loable, pero el verdadero desafío recién comienza. La literatura económica nos enseña que reducir la inflación desde niveles moderados hasta metas bajas requiere más que un shock inicial: implica ajustes finos en materia monetaria y la consolidación de expectativas de largo plazo. Una inflación mensual del 3% sigue siendo "peligrosamente alta", mientras que reducirla al 1% o menos podría no traducirse en una percepción significativa de mejora.

La actividad económica comenzará a mostrar números muy alentadores en los primeros meses de 2025, por cuanto las comparaciones interanuales reflejarán el repunte desde el piso de la recesión alcanzado en 2024. Sin embargo, esto no implica necesariamente una mejora estructural. La creación de empleo formal, en particular, será un indicador clave para medir el verdadero impacto de la recuperación. Si bien el consumo interno se verá incentivado por la mejora de los ingresos reales, persiste el desafío de generar empleos de calidad (duraderos y relativamente bien pagados) en un entorno donde los sectores intensivos en mano de obra -como la construcción, el comercio y los servicios- todavía se encuentran deprimidos y enfrentan rigideces estructurales y regulatorias significativas. Una reforma laboral, que verdaderamente implique menores costos y mayor flexibilidad contractual, debería formar parte de la agenda de gobierno si se espera transformar el crecimiento inicial en algo más que una recuperación pasajera.

ANCLA FISCAL

La continuidad de la recuperación es crucial, a su vez, para poder mantener una pieza clave de la estabilización macro: el ancla fiscal. Con una reducción del gasto público del 30% interanual en términos reales, el Gobierno logró cerrar el año con superávit primario en todos los meses excepto diciembre (lo cual era esperable dada la elevada estacionalidad del gasto durante el último mes del año). La "licuación" del gasto -basada en incrementos nominales inferiores a la inflación- ha sido un recurso eficaz hasta ahora (explica la mitad de la reducción del gasto), pero su sostenibilidad será puesta a prueba.

Elementos como las jubilaciones y los salarios públicos, que representan una porción significativa del gasto, ya no serán tan fáciles de permanecer comprimidos sin enfrentar costos políticos y sociales considerables. Otro tanto puede suceder con la obra pública, cuya notable reducción (del orden del 70% en términos reales) no puede sostenerse indefinidamente sin correr el riesgo de que se convierta en un factor limitante del crecimiento. La abundancia de energía y otros recursos naturales y un stock de capital humano relativamente abundante hacen de la Argentina una radicación atractiva para la inversión de riesgo, pero no se debería minimizar la importancia de contar con una infraestructura logística y de transporte en condiciones adecuadas.

EL TALÓN DE AQUILES

Otro desafío crítico para 2025 será mantener la estabilidad fiscal y macroeconómica en un contexto donde las tensiones sobre el tipo de cambio podrían intensificarse. Si bien la recuperación económica es un pilar clave, la política cambiaria emerge como el talón de Aquiles del programa económico. El peso apreciado en términos reales, aunque útil como ancla nominal para contener la inflación, genera serias implicancias sobre los sectores transables.

Las exportaciones, especialmente las de productos industriales y agrícolas con menor valor agregado, ven erosionada su rentabilidad, mientras que las importaciones se tornan más competitivas, desplazando a la producción local en algunos sectores clave.

Este desequilibrio no solo afecta la balanza comercial y la disponibilidad de divisas sino que también compromete la generación de empleo en actividades dependientes de los mercados externos. Además, un peso fuerte limita la capacidad de la economía para absorber shocks internacionales, como una eventual caída en los precios de los commodities o un nuevo round de fortalecimiento del dólar a escala global y regional. La historia argentina nos enseña que ignorar estos riesgos puede derivar en crisis de balanza de pagos o en correcciones abruptas que interrumpan la estabilidad lograda.

El Presidente Milei ha prometido que 2025 será un año de "buenas noticias". Un acuerdo con el FMI que implique fondos frescos, el levantamiento del cepo y una mayor libertad cambiaria podrían estar entre ellas. Sin embargo, el verdadero desafío no radica en generar titulares optimistas que sigan alimentando las expectativas, sino en construir los cimientos de una economía más estable y competitiva. Esto requerirá decisiones políticas valientes y una ejecución técnica impecable. Como alguien dijo alguna vez, la mejor manera de predecir el futuro es crearlo; y el Gobierno tiene en sus manos la posibilidad de consolidar un cambio de régimen económico que trascienda las coyunturas y siente las bases para un crecimiento sostenible y duradero. El tiempo dirá si esta oportunidad fue aprovechada o irremediablemente desperdiciada como tantas otras.




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