El futuro libertario: más allá de los éxitos iniciales

"¿Por qué no le va a gustar a Milei el tipo de cambio bajo si le gustó a todos los gobernantes que pudieron probar ese dulce?" se preguntó Pablo Gerchunoff en una destacada disertación que realizó en la Fundación Felipe González para analizar la trayectoria parcial del gobierno libertario. Esa ‘atracción fatal' ha doblegado la voluntad de cuanto presidente haya interceptado en su tarea de liderar un país cada vez más heterogéneo. Ha captado también la adhesión de las clases populares y las clases medias, en lo que el académico señala, en pocas palabras, como la valoración que tienen unas por los alimentos baratos y otras por los viajes a Miami.

El Presidente de la Nación cabalga sobre el clima de desinflación, anclada en un crawling peg nivelado en 1%, mientras se desdobla entre sus facetas de guardián del orden económico local y figura global insertada al firmamento trumpista. Si la batalla cultural es innegociable, lo es tanto como la pax cambiaria con una paridad baja (peso fuerte), mientras se espera por el acuerdo con el FMI y se le ofrece al campo una correcta baja de retenciones. Un gesto de 0,15% del PBI de costo fiscal, pero que descomprime el vínculo con un sector que evalúa positivamente al oficialismo. De igual forma, genera un incentivo clave para acelerar la liquidación del stock embolsado y representa una pícara señal desde el punto de vista electoral frente a la ola de desdoblamientos que definieron las principales provincias productoras (con Buenos Aires en la dulce espera).

En efecto, una inflación del 117,8% interanual dificultaría las aspiraciones de tranquilidad personal en la vida de cualquier persona, a excepción de lo que ocurre con los ciudadanos argentinos, que hace apenas trece meses experimentaban una guerra de precios imparable en todos los bienes y servicios de su canasta de consumo, al ritmo de un dólar sin techo. La actual disminución relativa de la inflación constituye, principalmente, un bálsamo para asalariados y sectores de ingresos fijos. Al mismo tiempo, opera como una ayuda clave para ganar las elecciones, como lo evidencian los casos argentinos de Raúl Alfonsín con el Plan Austral y Carlos Menem con la Convertibilidad o las experiencias de Brasil con Fernando Henrique Cardoso y Perú con Alberto Fujimori, entre otras.

Si con esto el Gobierno ha encontrado un insumo de popularidad y un recurso efectivo para posicionarse de manera ventajosa ante el panorama electoral que se avecina, es razonable esperar que la terapia adoptada no sea modificada. Sin embargo, ¿alcanza eso para reconstruir un país más normal y recrear un sendero de progreso material? Enamorarse de los éxitos iniciales sin abordar la agenda de la competitividad sistémica alberga en su interior una serie de riesgos incrementales que erosionan el establecimiento de una salida sostenible a las recurrentes crisis argentinas.

En este contexto, las cuestiones de competitividad no se reducen sólo al asunto cambiario. Por un lado, la vigorización de la seguridad jurídica representa uno de los grandes desafíos para revertir una reputación adversa en la imagen del país. Las condiciones especiales y muy favorables pensadas en el RIGI se idearon en el sentido de crear una esfera de resguardo especial para ciertas inversiones que el Gobierno ve como fundamentales en su esquema de crecimiento económico.

Sin embargo, muchas empresas, por su escala o por su área de competencia, no tienen acceso a tales ventajas o condiciones mínimamente razonables para involucrar sus inversiones. Las deficiencias en el servicio de justicia y la falta de observancia de los marcos legales vigentes se suman al poco cuidado por el seguimiento de los instrumentos institucionales correctos, como lo demuestra la prórroga por decreto del Ejecutivo nacional que se hizo del impuesto a los pasajes al exterior.

Por otra parte, los costos laborales locales merecen un abordaje razonable más temprano que tarde. Desde hace varios meses se echan a correr versiones o intenciones mínimamente estructuradas sobre las reformas en el ámbito laboral y previsional, que podría intentar impulsar Javier Milei en el marco de un debate legislativo. No obstante, el oficialismo parece satisfecho con los cambios introducidos en la Ley Bases y exhibe su comodidad con la entente que perdura con la cúpula de la CGT. Sin las correcciones necesarias, el sesgo de muchas de las inversiones que se presenten será capital intensivo, con la consecuente falta de generación de empleo calificado.

Sumado a esto, el país acarrea fuertes deterioros y limitaciones en su infraestructura física, lo que repercute en los costos de logística. Esto tiene fuertes implicancias, en especial, para el salto exportador que se plantea como horizonte ante los desarrollos en oil & gas y minería. Desde mediados del año pasado, los gobernadores de Neuquén (Rolando Figueroa) y Río Negro (Alberto Weretilneck) vienen insistiendo en la necesidad de que les sean traspasadas a la esfera provincial la administración de las rutas 22 y 151, estratégicas para apuntalar el crecimiento de Vaca Muerta. 

En una decisión reciente, el gobierno nacional denegó ese pedido, pero los reclamos se replican entre numerosos mandatarios provinciales, con las rutas hacia los puerto de Rosario y San Lorenzo como otros casos paradigmáticos. Si bien las soluciones en infraestructura solo se conseguirán a mediano y largo plazo, este tipo de descoordinaciones pueden ocasionar obstáculos innecesarios en desarrollos económicos que ya generan dinámicas de progreso regional muy particulares.

Milei ha dado muestras de su pragmatismo constante en el ejercicio del poder, en consonancia con un liderazgo nítido que lo coloca en una posición de privilegio relativo para guiar al país en el debate de una agenda de competitividad sistémica. Queda por develarse cuánto de la búsqueda de un país más abierto, dinámico y competitivo es compatible con una agenda socialmente ultraconservadora que promete avanzar sobre derechos adquiridos en igualdad de género y diversidad sexual. El núcleo ideológico libertario quedó instalado en Davos, las repercusiones continúan en Argentina.