La instauración del ‘competivismo'
La economía mundial parece haber abandonado la propensión mayoritaria a la integración suprafronteriza (que diera lugar al progreso económico basado en la iniciativa de las empresas globales).
Aquello que comenzó después de la Segunda Guerra Mundial (con las instituciones supranacionales, como lo que hoy es la Organización Mundial de Comercio) y fue avanzando a través de las décadas a través de diversos pasos dados por la mayoría de los países (sea en el nivel global, multilateral o regional) y que permitió la integración productiva internacional; está hoy en riesgo.
El crecimiento del comercio internacional planetario ocurrido desde mediados del Siglo XX -aun cuando ya los obstáculos al integracionismo han comenzado hace alrededor de un lustro- ha generado, hasta ahora, enormes beneficios, incluyendo la extraordinaria transformación tecnológica, la mejora sustancial en la productividad de las empresas mundiales, el logro de mejores condiciones de bienestar de muchos países emergentes, la consecuente mejora en la calidad del empleo en numerosas actividades (porque en las empresas globales las condiciones de trabajo mejoraron considerablemente) y, como marco de referencia de todo ello, el engrosamiento de las cadenas internacionales de valor (que subsumen el 70% de todo el comercio internacional planetario, según la OCDE).
En los últimos 30 años el arancel promedio en frontera para el comercio exterior en el mundo se redujo un 70%. Y la cantidad de acuerdos de libre comercio vigentes en el planeta (hoy es de 373 según la OMC, mientras eran menos de 100 cuando empezó el Siglo XXI) integró cadenas de valor logrando grandes avances productivos, comerciales, tecnológicos y sociales.
Comercio Internacional
En 2024 el mundo logró el récord nominal histórico de comercio internacional entre todos los países (u$s33 billones según la UNCTAD, que equivale al 31,5% del producto planetario, mientras a inicios del siglo XXI ese ratio era de 23%).
Todo se logró especialmente gracias a que las grandes economías del planeta han vinculado sus sistemas productivos (20 grandes países generan dos tercios de todo el comercio internacional planetario).
Pero desde hace algunos pocos años (desde el Brexit, pasando por aquella primera victoria de Donald Trump, siguiendo por la pandemia, continuando por el agravamiento de las crisis climáticas y sus efectos y añadiendo las guerras y las tensiones geopolíticas), el espíritu vinculativo entre los países cambió.
Lo que hoy vivimos podría llamarse una era de "competitivismo": muchos países imponen restricciones para negocios entre sí, otros discriminan amigos de adversarios, ciertos mercados generan incentivos propios contra otros, algunos no cesan en reclamarse y objetarse.
Y ahora, especialmente, Estados Unidos (la mayor y más internacional economía del mundo, con u$s28 billones de PBI, u$s4 billones de importaciones por año y u$s80.000 de ingreso per cápita) vocifera anticipando una era de endocentrismo. La geopolítica se mezcló con la economía, la tecnología dejó de ser algo exclusivamente productivo y pasó a relacionarse con la seguridad nacional y la desconfianza se apodera del diálogo.
En verdad (pese a que, por la gran capacidad resiliente de las empresas globales, el comercio internacional sigue creciendo hasta hoy) el problema está generalizándose: muchos países ya no son tan liberales en frontera y por diversos motivos (incluyendo cambios en la opinión pública) comenzaron a modificar el marco de referencia.
Así, la cantidad de medidas en frontera que obstruyen flujos de comercio aplicadas por diversos países trepó hasta las 3200 en 2023 (en 2020 habían sido 1800).
El mundo, ahora, se encuentra ante un enorme desafío: la apertura internacional mayoritaria en el planeta ayudó a que el producto global se triplicara desde que comenzó el siglo (el comercio internacional total mundial se cuadruplicó en ese lapso y permitió que varios países emergentes como México, India, Emiratos Árabes Unidos o Taiwán adquirieran relevancia en la materia).
Pero esto parece estar cambiando. Si a las restricciones al comercio impuestas por algunos se le sumaran retaliaciones en respuesta de otros, el riesgo es grande.
La directora general de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala, ha hecho advertencias sobre los malos efectos que una política general de elevación arancelaria podría tener en el mundo: "las promesas de aranceles en frontera del presidente de EE.UU. podrían derivar en guerras comerciales con consecuencias ‘catastróficas' para el crecimiento mundial", aseguró.
Aún no es posible definir inexorablemente el futuro curso de los acontecimientos. Es altamente probable que (más allá de algunos comportamientos más extremistas, como el anunciado por Trump) lo que emerge sea un fraccionamiento en el que la internacionalidad ya no sea universal sino "entre amigos" y el comercio suprafronterizo (como viene ocurriendo en los últimos tres años) tienda a centrarse en intercambios entre países aliados geopolíticamente y se reduzca entre adversarios.
Pero el clima de época se ha enrarecido. Curiosamente, como parte del "enojo planetario" observado en diversas materias, el mundo está cuestionando una de las llaves (no es la única) que ha permitido, en las últimas décadas, el mayor progreso de la historia para la humanidad.