Milei vuelve al discurso beligerante y deja la épica reformista para el 2026
La épica reformista que no tuvo el segundo discurso de Javier Milei ante la Asamblea Legislativa fue reemplazada por un tono beligerante propio de un año electoral. En 2024, el Presidente llevaba menos de tres meses en el cargo, y tenía que demostrar que la devaluación, el ajuste fiscal y el pico de inflación con el que empezó su gestión tenían un sentido trascendente, que después del sufrimiento venía la sanación.
Este año, el repaso no apuntó a la herencia, sino a los logros más identificables. Cada vez que alzó la voz, lo hizo para mostrarse como un líder que está dispuesto a hacer lo necesario para resolver los problemas crónicos de la Argentina, pero a su estilo. Por eso cargó nuevamente contra Axel Kicillof y lo desafió a que se corra del cargo si no cambia su enfoque para combatir la inseguridad en territorio bonaerense. La ausencia de los legisladores de Unión por la Patria (medio recinto permaneció vacío) se la hizo fácil, al punto que el único cruce directo lo tuvo con el radical Facundo Manes, a quien acusó de kirchnerista.
El escenario político que tiene por delante no dio pie a plantear propuestas ambiciosas. El Pacto de Mayo fue recordado apenas en una línea de su discurso y reiteró que para bloquear la inflación no alcanza con tener superávit financiero (no fue el único sin estar en default en 123 años, aclaró Chequeado) sino que hace falta una herramienta que transforme esa meta en permanente. El año pasado ese objetivo había sido incluido en el Presupuesto 2025: fue el famoso déficit cero. Ahora su mención fue pasada por alto, tal vez para no refrescar que por segundo año consecutivo su gobierno gestiona sin ley de Presupuesto aprobada.
Queda claro que Milei no es de los presidentes que llaman a la unidad, un componente clásico de los discursos del 1 de marzo. Llegó al gobierno como un outsider que desafía al sistema, y todo su esquema de poder se asienta sobre esa imagen de luchador, que ayer imitó Santiago Caputo, cuando "prepoteó" a Manes al término de la asamblea.
Pero como señalamos, el sábado las menciones a la casta fueron mucho más acotadas. Es una señal de que los dispositivos que armó en la gestión cumplieron su función, porque le quitaron oxígeno a los sindicatos, a los jefes políticos territoriales y a las organizaciones sociales. Desde las desregulaciones de Federico Sturzenegger, a los recortes y privatizaciones de Luis Caputo, pasando por la limpieza de intermediarios del gasto social de Sandra Pettovello, los menores beneficios para obras sociales de Mario Lugones y la mano dura de Patricia Bullrich. El que tendrá tarea por delante es Mariano Cúneo Libarona, quien deberá ejecutar una de las renovadas promesas de Milei, que es completar cerca de 400 cargos vacantes de la Justicia Federal, avanzar con un endurecimiento de la legislación penal (con la baja de la edad de imputabilidad como tema de arranque) y los cambios en los procedimientos procesales para instaurar en todo el país el juicio por jurados.
¿Se podrá llevar adelante una reforma de esta envergadura? Difícil. Bastante sería para el Gobierno conseguir que el Senado acepte votar los pliegos de los jueces de la Corte nombrados por decreto. El calendario electoral, que arranca en abril en Santa Fe y sigue en mayo en la Ciudad de Buenos Aires, complicará las discusiones en todos los ámbitos.
Se esperaba que el Presidente reitere el deseo oficial de avanzar con una reforma laboral e impositiva. Pero fueron puntos enunciados de manera general. Está claro que Milei busca sumar músculo en el Congreso en octubre para revivir sus planes más ambiciosos el año próximo. Por eso su principal anuncio económico apunta fue ponerle fecha a la rebaja del gasto público a 25% del PBI: 2027.
Si queda algo central para debatir, será el acuerdo con el FMI. El primer mandatario reiteró que espera lograr su aprobación en el Congreso (todavía debe cerrar la discusión sobre el futuro régimen cambiario y el dinero fresco a girar, y obtener la aprobación del directorio). No dio mayores pistas al hablar en el recinto, y se limitó a explicar por qué técnicamente no generará un incremento de deuda sino un cambio de acreedor. El préstamo no tiene como finalidad sanear el patrimonio del Banco Central (el argumento que usó el Presidente) sino refinanciar la deuda que tiene la Argentina con el organismo, que de otra manera debería ser pagada con dólares que hoy no tiene. De todos modos, especificó que los intereses de este nuevo préstamo deberán salir del ajuste presupuestario.
El $LIBRAgate también tuvo una respuesta económica: lo comparó con los u$s 110.000 millones que (a precios de hoy) sacrificó el Central en los últimos 25 años por decisiones como la pesificación asimétrica, el pago de deuda con reservas en 2010 vía el Fondo del Bicentenario, el subsidio al dólar futuro en 2015 y las divisas cedidas a valor oficial a importadores a través de las SIRA.
Milei prolongó, en su discurso, el estado de beligerancia que hoy caracteriza al debate político, donde el insulto le gana a la propuesta y la pelea no es la excepción, sino la norma (por lo menos en las redes sociales). Enfrente, la oposición no ha conseguido articular por ahora una propuesta alternativa que se demuestre eficaz para resolver problemas. El Gobierno tiene varios dilemas, pero no tiene empacho en darles batalla con recursos de todo tipo. A falta de leyes, valen los decretos y resoluciones. El electorado le perdió el miedo a la motosierra, y la política no encuentra una espada que tenga un filo similar.