¿Pueden las reformas de Milei desbloquear la tan esperada recuperación económica de Argentina?
Simon Kuznets, premio Nobel de Economía, es citado frecuentemente por haber dicho: "Hay cuatro tipos de países: desarrollados, emergentes, Japón... y Argentina". Su punto era que la Argentina posee muchos ingredientes para una prosperidad sostenible, pero ha fallado repetidamente en alcanzar su potencial.
Es una paradoja que continúa fascinando. A principios del siglo XX, el producto bruto interno (PBI) per cápita real de la Argentina rivalizaba con el del Reino Unido y Estados Unidos, y era más del doble que el de España. Hoy, Argentina ha soportado repetidos episodios de hiperinflación, crisis financieras y, sorprendentemente, nueve defaults soberanos. El mundo observa con interés mientras el péndulo político del país oscila, con Javier Milei ahora en el poder.
En el corazón del malestar económico crónico de la Argentina se encuentra el papel cada vez más grande del Estado en los asuntos económicos. El país ha tenido déficits fiscales en 57 de los últimos 65 años. Más de la mitad de la población recibió transferencias gubernamentales directas en 2022.
El gasto excesivo crónico, combinado con mercados de capital internos poco profundos, ha obligado a la Argentina a depender de deuda a corto plazo, con tasas flotantes o en moneda extranjera, el llamado "pecado original" de los mercados emergentes. Esto hace que la economía sea especialmente vulnerable a los shocks, ya que cualquier desarrollo negativo puede rápidamente golpear a la moneda local y la capacidad del gobierno para cumplir con sus obligaciones. Mientras tanto, la intervención, regulación y tributación generalizadas han sofocado consistentemente los negocios y la inversión.
¿Por qué ha sobrevivido este modelo durante tanto tiempo? Las respuestas son complejas y objeto de intenso debate, que van desde factores culturales hasta el legado perdurable del peronismo, el movimiento populista que ha moldeado el país desde 1947.
¿Qué depara el futuro para la economía de Argentina?
La victoria de Milei refleja un deseo creciente entre muchos argentinos de romper este ciclo de intervención estatal. Ante un crecimiento estancado, una inflación de tres dígitos y distorsiones económicas generalizadas, los votantes optaron por un cambio radical. Sin embargo, el país sigue profundamente polarizado, con índices de desaprobación del presidente consistentemente por encima del 40%.
Notablemente, Milei ha logrado lo que pocos líderes democráticamente elegidos han hecho: eliminar un déficit fiscal de más del 4% del PBI en un solo año mediante recortes de gastos y sobrevivir políticamente para contarlo.
Esto ha reducido el riesgo país, colapsado la inflación y preparado el escenario para un nuevo ciclo de crecimiento, aunque después de un ajuste doloroso.
El reconocimiento internacional ha llegado. El Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobó recientemente un nuevo programa de u$s 20.000 millones, y la administración estadounidense envió una fuerte señal de apoyo, con el secretario del Tesoro, Scott Bessent, visitando Buenos Aires y prometiendo asistencia financiera de ser necesario.
Históricamente, cuando un país señala una intención creíble de emprender reformas económicas estructurales, el capital privado tiende a seguir en distintas fases. Los inversores locales suelen ser los primeros en responder, aumentando sus asignaciones a activos financieros locales, como acciones que cotizan en bolsa y bonos gubernamentales, a medida que se construye la confianza. Esto suele ser seguido por inversores extranjeros, cuyo interés en activos líquidos aumenta a medida que mejora la estabilidad macroeconómica.
A medida que las reformas se consolidan y las perspectivas se tornan más duraderas, los inversores locales comienzan a centrar su atención en oportunidades en la economía menos líquidas pero con impacto real: expandir la capacidad manufacturera, invertir en infraestructura y desarrollar proyectos inmobiliarios.
Esta etapa marca el verdadero comienzo de una recuperación económica inclusiva y sostenida.
La etapa final -y la más transformadora- es el regreso de la inversión extranjera directa (IED) significativa en la economía real para impulsar el crecimiento a largo plazo.
¿Qué rol jugará la inversión extranjera directa?
Ya estamos viendo señales claras de esta secuencia en Argentina. Tanto inversores locales como extranjeros han incrementado su exposición a activos financieros argentinos en los últimos trimestres, y los inversores domésticos están activamente buscando oportunidades en activos reales. La gran pregunta ahora es si la IED -una verdadera medida de la confianza internacional en el giro económico argentino- volverá en escala significativa.
Varios sectores se destacan como especialmente prometedores para la IED. El sector energético argentino, especialmente petróleo y gas (notablemente la formación de Vaca Muerta), ha atraído el interés global durante mucho tiempo y podría ver una nueva ola de inversiones si se mantiene la estabilidad regulatoria y contractual.
Para que la Argentina logre un crecimiento económico sostenible y atraiga inversión privada de forma constante, son esenciales reformas estructurales más profundas.
Las vastas reservas de litio y otros minerales críticos posicionan al país como un posible líder en la transición energética global. Además, el sector tecnológico y del conocimiento argentino -que abarca software, fintech y agritech- ha sido durante años un referente en la región.
Sin embargo, para que la Argentina logre un crecimiento económico sostenible y atraiga inversión privada de forma constante, son esenciales reformas estructurales más profundas -especialmente en el ámbito laboral, tributario y de seguridad social. Como Milei no cuenta con una mayorías en el Congreso, estas reformas deben esperar hasta después de las elecciones legislativas de octubre.
El panorama sigue siendo binario: si Milei logra mantener el apoyo popular y avanzar con al menos parte de su agenda de reformas, la Argentina podría finalmente comenzar a sanar de forma más permanente sus heridas macroeconómicas.
De no ser así, los intereses enquistados podrían frenar el progreso, lo que implicaría el riesgo de nuevas crisis políticas y económicas. No hay mucho margen para medias tintas.
Por primera vez en décadas, la Argentina tiene una oportunidad real de trazar un rumbo más prometedor. La capacidad para atraer y retener IED en sectores clave será una medida confiable de su avance -y de las perspectivas de una renovación económica duradera.
El artículo original en inglés, "Can radical reform unlock Argentina's long-awaited economic recovery?", fue publicado por el World Economic Forum.