CFK condenada: ¿el fin de una era o el inicio de otra?
En los antiguos mapas de navegación, los territorios desconocidos eran señalados como terra incógnita. Lugares aún no explorados, llenos de incertidumbre y potenciales peligros. Algo similar ocurre hoy con la política argentina: hemos ingresado en un terreno inédito, para el cual no existen demasiados precedentes ni manuales. Por primera vez desde el regreso de la democracia, una expresidenta -y actual líder de un sector central del peronismo- ha sido condenada por corrupción en una causa que ya cuenta con sentencia firme tras la confirmación de la Corte Suprema, lo que implica en términos prácticos su detención y la imposibilidad para siempre de ser candidata a cargos públicos.
El sistema político argentino, acostumbrado a lidiar con tensiones, crisis económicas y disputas feroces por el poder, enfrenta ahora un escenario desconocido: ¿Cómo impacta semejante hecho en el futuro inmediato del peronismo y, particularmente, en el recorrido político de Cristina Fernández de Kirchner? ¿Estamos ante el inicio de su ocaso o, por el contrario, frente a un episodio que podría reactivar su centralidad política?
La condena puede funcionar como un acelerador de un proceso que algunos dentro del peronismo ya imaginan desde hace tiempo: un "post-kirchnerismo" donde Cristina pierda peso como jefa política, dando paso a nuevos liderazgos que intenten reconstruir al peronismo desde otros ejes. El propio Axel Kicillof, algunos gobernadores con base territorial sólida o dirigentes jóvenes que buscan diferenciarse, podrían ir ganando volumen en ese esquema. La carga judicial, combinada con el desgaste lógico de dos décadas de protagonismo, abriría la puerta a ese corrimiento.
Pero también es posible lo contrario. La historia reciente de la política argentina -y del kirchnerismo en particular- muestra que las acusaciones judiciales no siempre debilitan a los acusados. En un clima político signado por la polarización y con una parte importante del electorado convencida de que el Poder Judicial actúa como un actor político más, la hipótesis de persecución -el lawfare- puede volver a instalar a Cristina como símbolo de resistencia. En ese escenario, lejos de diluir su liderazgo, la condena podría reinyectar energía a su base, sobre todo si los costos sociales de la política económica del actual gobierno generan malestar en los sectores populares.
Cristina Kirchner. (Fuente: archivo).
En los días previos a que la Corte ratificara la condena, de acuerdo a la última medición de Opina Argentina, la aprobación de Cristina Kirchner a nivel nacional se ubicaba en 35%. La cifra no permite -hoy- proyectar un liderazgo mayoritario, pero da cuenta de una minoría intensa que sigue valorando a la ex presidenta. El apoyo de las bases kirchneristas es, además, inelástico a la agenda de corrupción: en 2017, un año después del escándalo por los bolsos de José López, Cristina cosechó casi 40% en las elecciones legislativas en Buenos Aires. Y dos años después fue protagonista y arquitecta de la coalición que devolvió al peronismo a la presidencia.
El peronismo sigue atrapado en el mismo dilema de los últimos años: sin Cristina no se puede, solo con ella no alcanza. La reciente condena en su contra podría acentuar esta situación. El único dirigente con niveles de valoración social similares a los de la ex presidenta es Kicillof. Pero gran parte del apoyo que reúne el gobernador es una transferencia directa del electorado cristinista. Si Kicillof tensiona la relación con Cristina, ¿seguirá siendo un dirigente con potencia electoral? Esta es la gran incógnita que se repite en los pasillos de la política.
Como sea, el peronismo, que siempre ha mostrado una gran capacidad adaptativa, interpretando los ciclos de humor social y los climas de época con particular eficacia, continúa hoy congelado en su identidad kirchnerista, lo que le da un piso alto pero un techo bajo de votos.
En este punto, el futuro de Cristina y del peronismo no dependerá solo de la situación judicial, sino del desempeño de un tercer actor clave: Javier Milei. Si el experimento libertario logra estabilizar la economía y mostrar resultados tangibles, la figura de Cristina podría ir quedando como un capítulo cada vez más lejano de la historia política reciente. Por el contrario, si la gestión libertaria tropieza o fracasa -ya sea por dificultades económicas, conflictos sociales o tensiones políticas- el peronismo podría volver a presentarse como alternativa, y dentro de ese espacio, el liderazgo de Cristina aún conserva una capacidad de interpelación difícil de subestimar.
¿Cómo impactará la condena sobre Cristina en los ni-ni, ese segmento de votantes silenciosos que no participa de la polarización política y va cambiando su apoyo en función de los ciclos económicos? La condición necesaria para que emerja una oferta política nueva de oposición a Milei -tanto dentro como fuera del peronismo- es que el kirchnerismo achique sus márgenes de representación (a un 15% del electorado), de forma tal de que haya un segmento considerable de la sociedad, opuesto a Milei, pero disponible para ser interpelado "por una nueva melodía".
En definitiva, la condena marca un punto de inflexión, pero no cierra la historia. El peronismo, y la política argentina en su conjunto, avanzan sobre una terra incógnita donde el mapa todavía se está dibujando.