Del conocimiento natural a la inteligencia artificial: revisitando Black Mirror
Hubo un capítulo de la serie llamado "Enseguida vuelvo" (en inglés Be right back) donde el joven esposo muere en un accidente de tránsito cuando sale a comprar algo faltante para la cena, mientras su esposa se queda en la casa esperándolo con la comida a medio preparar. Desde luego, la terrible noticia destruye la vida cotidiana de la esposa sobreviviente, llevándola a un proceso de duelo muy sufrido.
Como la ficción está situada en un futuro cercano, como toda pareja joven, tienen sus redes sociales y medios de comunicación llenos de fotos, videos y audios con recuerdos de experiencias vividas juntos. Una amiga de la viuda le recomienda que se registre en una aplicación recién salida que le va a permitir "chatear" con su esposo fallecido. Después de varios días de reflexión, decide probar, y aún sumida en una gran pena, acepta la invitación de utilizar la aplicación, se registra, y le da permiso para que acceda a todas las cuentas de las redes de su esposo.
De esta manera, la aplicación lee, interpreta, decodifica y almacena en su propia base de conocimiento toda la información digital del esposo fallecido, y luego la aplicación comienza a tener conversaciones con su esposa viva. Al principio los intercambios son por correo electrónico; luego, se convierten en charlas por chat; y a continuación, llega la conversación por voz en tiempo real. Acá me detengo para hacer una intervención.
Estos escenarios de diferentes modos de diálogo no son más que un modelo de lenguaje (un LLM) entrenado con todo el contenido digital almacenado del esposo, y por eso es capaz de generar y mantener conversaciones siguiendo su estilo personal, como surge del registro en posteos, mensajes, videos y audios. ¿Suena familiar? ¡Por supuesto! Así es como funcionan actualmente plataformas como ChatGPT®, Gemini®, Claude®, DeepSeek®, Llama® y otras.
¿Qué tipo de conocimiento fue utilizado para entrenar estos "chatbots"? Es lo que se conoce como conocimiento explícito, formal o codificado que se encuentra almacenado en algún tipo de formato digital.
Nota al margen: resulta increíble que esta descripción tan precisa y acertada de cómo funcionaría un modelo conversacional basado en inteligencia artificial haya sido televisado por primera vez en el Reino Unido en febrero de 2013, mientras que la primera versión de ChatGPT se lanzó 5 años después, en 2018. La capacidad de creatividad y anticipación de Charlie Brooker, autor de esta serie, es realmente impresionante.
Pero volvamos al capítulo en cuestión.
Para redoblar la apuesta, la empresa dueña de esta aplicación maravillosa le ofrece a la esposa un "upgrade" que aún hoy es una fantasía: que pueda comprar una réplica física de su esposo, reproducida a la perfección a partir de toda la información digitalizada en imágenes con la que cuentan, para que pueda tenerla en su casa y así poder interactuar "cara a cara" con la réplica, o sea, con este robot físicamente igual a su esposo fallecido.
Este robot tiene acceso a la misma información con la que contaba el chatbot con el que antes venía conversando la esposa. Sólo que ahora, la esposa tiene al robot de su marido conviviendo con ella en su casa, y es capaz de mirarla a los ojos, de abrazarla, de prepararle un café, etc.
Claro, el robot también está conectado a Internet para poder acceder a toda esa información en tiempo real, y así poder responder no sólo a cuestiones personales compartidas entre ambos, sino también acceder a conocimiento que no forma parte de sus propias experiencias, como asuntos de cultura más general como actores de TV, o diferentes lugares del mundo que no nunca visitaron o recetas de cocina que nunca prepararon.
Esta necesidad de estar conectado todo el tiempo le impide al robot salir de la casa en la que habitan. Y lógicamente, tampoco puede "volver a trabajar" ya que técnicamente, ha fallecido. Este robot es, en definitiva, un "juguete" con el que la viuda puede transitar el duelo, o al menos ese parecería ser la intención de la empresa que vende estos productos. Es momento que me vuelva a detener para hacer otra intervención.
Antes hablé del conocimiento explícito o codificado: es el que primero identificamos, el más visible y que más nos impresiona y asombra cuando pensamos en las plataformas de chat de IA que tenemos a nuestra disposición hoy en día.
Pero hay otros tipos de conocimiento: existe también el conocimiento tácito o intuitivo que es el que se basa en la experiencia, la práctica, el contexto, los valores que nos inculcan en nuestra familia y nuestra sociedad. Y el conocimiento implícito que no ha sido codificado aún porque se manifiesta en un producto, un proceso, un procedimiento o una estructura organizacional.
Quiero profundizar en el segundo tipo de conocimiento, el tácito o intuitivo, y volver al capítulo de la serie. Si nos detenemos un segundo, y pensamos en nuestras propias redes sociales: ¿qué es lo que capturan de nosotros realmente? ¿Capturan nuestra esencia como personas? ¿Capturan toda nuestra vida cotidiana? ¿Capturan nuestra experiencia u opinión cuando salimos de ver una obra de teatro? ¿Dejamos rastro de lo que pensamos cuando tenemos una discusión con nuestra pareja? ¿Registra nuestras reflexiones cuando estamos sentados en el baño, ocupados en nuestros menesteres? ¿Saben qué reacción emocional nos provocó ver a un excombatiente pidiendo ayuda en un semáforo? Si nos cortamos el dedo preparando la comida, ¿tienen registro de cómo reaccionamos y qué insultos proferimos por el incidente? ¿Saben qué palabras le susurramos al oído a nuestro ser amado en la intimidad?
La protagonista del capítulo de la serie se da cuenta de todo esto bastante rápidamente, y concluye que compró una cáscara vacía de su difunto esposo, un recorte muy acotado de la realidad compartida como pareja.
Sin dudas, este robot-juguete tiene la capacidad de hablar y conversar con ella como él lo hacía, pero siempre dentro de los parámetros de la información que fue registrada en el universo digital, y que ese universo es infinitamente más pequeño de lo que nos identifica como personas (que hasta puede llegar a ser relativamente falso o distorsionado), y que tratar de construir o mantener una relación con estos seres artificiales es como tratar de establecer una relación con Word® o Excel® + Copilot®. (Sólo para mencionar productos muy conocidos de la firma Microsoft®).
En la serie, años después, el robot-juguete queda relegado al ático, juntando polvo, sin ningún uso específico, porque no tiene nada que aportarle a la vida de la protagonista.
No olvidemos que, como personas, somos la suma de tres dimensiones: el razonar, el hacer y el sentir. Podemos razonar gracias al conocimiento explícito o formal. El hacer surge de nuestra interacción con nuestro entorno y construye experiencias que se convierten en conocimiento tácito. Pero el sentir surge del conocimiento implícito que está impreso en nuestro corazón, en nuestras emociones, y hoy es absolutamente inaccesible e inasequible por los sistemas de la supuesta "inteligencia" artificial.
Después de leer este artículo, ¿todavía piensa que estas nuevas plataformas para chatear son "inteligentes"?
Nota del autor: ninguna plataforma de IA fue utilizada en la redacción de este artículo