¿Las soluciones llegarán "después de octubre"?
En la evaluación del futuro del programa económico aparecen, por un lado, discusiones y controversias demasiado intensas en relación a la política cambiaria. Pero, por otro lado, también se repiten opiniones que denotan amplias coincidencias. Entre ellas, la más importante es considerar como imprescindible introducir reformas estructurales. Bajo cualquier escenario, si no se genera un entorno más amigable para el desenvolvimiento de la actividad productiva no hay posibilidades de terminar con el largo ciclo de decadencia que padece la Argentina.
Resulta contradictorio que, a diferencia de la discusión sobre la política cambiaria, en materia de reformas estructurales prevalece entre los economistas planteos superficiales. En esto contribuye una cierta resignación a que no está dado el contexto político que permita implementarlas.
Lo cierto es que mientras más se avanza en la desinflación, con más claridad se explicitan las vulnerabilidades que adolece gran parte de la producción de la cual depende una alta proporción del empleo. Se trata de déficits de productividad que se vienen acumulando de manera sistemática desde hace mucho tiempo. La principal causa es que la inestabilidad macroeconómica y el aislamiento indujeron políticas públicas y decisiones al interior de las empresas contrarias a la productividad.
Revertir este proceso constituye un enorme desafío. Por un lado, exige un replanteo al interior de las empresas. Por el otro, a un replanteo institucional integral y profundo. La paradoja de que mientras más exitoso es el proceso de desinflación, más explicitas se hacen las vulnerabilidades productivas se resuelve dándole más ritmo e integralidad al proceso de reformas estructurales.
Congreso de la Nación Argentina. (Fuente: archivo).
La agenda de mayo, suscrita por el presidente y la mayoría de los gobernadores el 9 de julio del año pasado, sintetiza los aspectos medulares de las reformas para superar las vulnerabilidades productivas. Lo cierto es que luego de su firma pasó el tiempo, y fue ganando adeptos la idea de que es muy difícil avanzar con la agenda en el actual contexto político. Con clara minoría en ambas cámaras del Congreso, para el Gobierno resulta muy cuesta arriba conseguir las leyes que sustente las transformaciones. Esto dio pie al convencimiento de que las reformas recién podrán comenzar a instrumentarse "después de octubre". Subyace el convencimiento de que un triunfo del oficialismo en las elecciones legislativas le permitirá contar con un contexto político más favorable para implementar las reformas.
El planteo es parcialmente cierto por dos motivos. El primero es que la renovación de ambas cámaras es parcial: mitad en diputados y un tercio en senado. Por más contundente que sea el triunfo en ninguna de las dos cámaras se puede llegar a contar con mayorías que permitan sancionar una ley sin acompañamiento de parte de la oposición. Esto implica que "después de octubre" seguramente habrá menos dificultades políticas en el Congreso, pero no más que eso.
El segundo motivo es que en el 90% de la agenda las provincias tienen algún tipo de incidencia. Es decir que para hacer las reformas se necesita algún grado de acompañamiento de las provincias. Esto no debería sorprender en función de la organización federal que adopta la Constitución Nacional. Lo que resulta sorprendente es que sea una restricción tan poco tenida en cuenta.
En algunos casos la incidencia de decisiones que depende de los gobiernos subnacionales es determinante. Es decir, es mucho más importante el aval de las provincias que la decisión de la Nación.
El sesgo federal de la agenda introduce una restricción política muy relevante. A diferencia de la renovación parcial del Congreso de la Nación, sólo dos provincias renuevan gobernadores. Es decir, que "después de octubre" desde este punto de vista el contexto político provincial tendrá cambios limitados.
La principal conclusión es que la mayor parte de los principales actores políticos que son necesarios movilizar a los fines de avanzar la implementación de la agenda de mayo no cambiarán tan sustancialmente "después de octubre". Probablemente se generen condiciones más favorables para las transformaciones, pero no de una magnitud que justifiquen esperar ese hito para activar procesos que, tanto desde el punto de vista técnico como político, son extremadamente complejos y lentos. El riesgo de darle más importancia de la que tienen a las elecciones es que, superada esa instancia, se concluya que para avanzar con las reformas será necesario esperar dos años más, cuando haya una renovación política mucho más integral.
Asumiendo que el diferir el inicio del proceso de reformas para "después de octubre" tiene sustentos políticos débiles, queda clara la alta relevancia de que finalmente el gobierno haya decidido constituir el consejo responsable de impulsar la implementación de la agenda. Aún más importante, es que el antecedente a esta decisión es la reunión de los gobernadores en el CFI donde plantearon la necesidad de que el gobierno nacional avance en este sentido.
No son bajas las probabilidades de que todo esto se reduzca a meras formalidades y que siga prevaleciendo la resignación. Por eso, es altamente recomendable poner menos énfasis y pasión a las discusiones sobre la política cambiaria y más énfasis en destacar la importancia de no minimizar la extrema relevancia y complejidad de reformas como la tributaria, coparticipación, laboral, educativa o previsional. El futuro del programa económico depende más de encontrarle la vuelta para avanzar con estas reformas que de posibles ajustes que mejoren la política cambiaria.