Un cura bueno. Simpático también. Sonríe casi como respira. Vivió los horrores de la guerra civil en Angola. Siempre tuvo vocación para el ejercicio del sacerdocio. Desde niño. Lleva 17 años en Alicante. Ha oficiado misas y ha repartido hostias, sermones y credos en parroquias de los barrios alicantinos de Florida Portazgo, Rabasa y San Agustín. Ahora es párroco de la iglesia San Pedro Apóstol, en Agost, administrador de la ermita de Verdegás y capellán del Hospital de San Vicente del Raspeig; siempre está al lado de los enfermos. Va pegado a un teléfono móvil por si alguien, quien sea, requiere su presencia. Y toca el órgano para sus parroquianos con notas de música religiosa; en su casa prefiere otros sonidos en soledad: pop y rock and roll.