Todo es posible. Hasta que un abogado de Cocentaina custodie el mejor expositor del tiempo pasado, desde la Edad de Bronce hasta nuestros días, en un viejo hospital reconvertido en un museo repleto de recuerdos y de detalles de la subsistencia de la humanidad. Le costó ocupar el puesto. Dos veces luchó y lo consiguió. Tuvo que opositar frente a rivales de su orilla política, como en un juego de tronos. Es director y mandamás del Museo Arqueológico de Alicante, del MARQ, posiblemente el mejor escaparate del pasado desde hace nueve años. Huérfano de madre desde niño, católico y luchador, dio unos pasos por la actividad política, entre gigantes. Salió ileso. Tiene un aval: su trayectoria. Es un gestor de la memoria estable de objetos de arcilla, piedra o metales que resisten todos los avatares del tiempo. Y tuvo dos madres.