La cumbre de ladrillo de la ciudad se dejaba seducir por los petrodólares. El estudiotel Riscal, de 35 plantas de altura y levantado con polémica durante los años sesenta por Muñoz Llorens, era tentado por diversos compradores en 1975. El estudiotel, en pleno centro de Alicante, interesaba a varios inversores de Kuwait, que sopesaban pagar 600 millones de pesetas por el rascacielos. No era la única novia, también andaban al acecho compradores norteamericanos, franceses y alemanes. En aquel mes de febrero de hace 50 años representantes del Banco de Alicante -entre ellos, el jefe de cambios de moneda- se desplazaban a Kuwait para negociar la venta de un edificio que contaba con 500 habitaciones y que ofrecía 350 puestos de trabajo. Según decían, el edificio estaba acabado, aunque todavía le faltaban elementos decorativos, moquetas y muebles y tenía un gasto de ascensores desorbitado para el ciudadano de a pie: 60 millones de pesetas.