El arbitraje, según Magglio Ordóñez

Hace nueve años defendimos a Magglio Ordóñez en esta columna.

La Selección Nacional se alistaba para el Clásico Mundial de Beisbol en los campos de entrenamiento de Grandes Ligas cuando empezaron a escucharse los primeros abucheos en contra de quien fuera en 2007 el campeón bate de la Liga Americana.

Corrían los primeros días de aquel mes de marzo de 2009 y las pitas fueron trocándose en franca hostilidad. Muchos seguidores manifestaban así su disgusto por las posiciones políticas del entonces patrullero de los Tigres de Detroit, que participó en campañas oficialistas, llegó a ser imagen de empresas públicas y, finalmente, alcalde socialista de Puerto La Cruz.

Al tema que ahora nos ocupa le dedicamos muchos párrafos, con el argumento central de que el jugador tenía derecho a manifestar preferencias por un partido político, así como antes hubo tantos protagonistas del diamante que se declararon adecos o copeyanos.

Distinto habría sido si por entonces ya fuera candidato a la alcaldía. O si se hubiere llevado a cabo un juicio donde se probará que hizo negocios sucios con el Estado. Los abucheos estaban motivados por diferencias ideológicas que consideramos inoportuno expresar de ese modo, más cuando su carrera política no había comenzado.

Hace meses volvimos a dedicarle este espacio al ex jardinero, a propósito del resultado obtenido en la votación para nuestro Salón de la Fama.

Ordóñez consiguió un respaldo insuficiente, tan exiguo, que motivó nuestra defensa. Solamente lo hecho por él en las Mayores es suficiente para tener una placa en el pabellón Valencia, pero incluso para quienes piden aportar logros en la LVBP, el antiguo toletero derecho dejó cifras que eran récord de su franquicia al momento de su retiro.

Nuestro principal argumento entonces fue este: si resultó un mal alcalde de Puerto La Cruz, era tarea de sus votantes evaluarlo y castigarlo; pero los encargados de evaluarlo como hombre de beisbol no podíamos dejar pasar por alto su brillante carrera.

Esta nueva columna no es una defensa de Ordóñez, que volvió a ser noticia esta semana, al afirmar que todos los árbitros de la final entre Caribes, el equipo que ahora preside, y Cardenales son oriundos del estado Lara y, por tanto, todas sus decisiones generan suspicacia.

Tal aseveración pública estuvo acompañada por expresiones muy duras en el Chico Carrasquel, que por fortuna no trascendieron a los medios.

Es inaceptable que un hombre de beisbol haga una acusación así. Hay umpires buenos y malos, decisiones erradas y acertadas, pero hasta ahora jamás alguien había puesto en duda la honestidad de los jueces. Y con argumentos falsos.

Miente quien diga que esos árbitros son larenses, porque también son carabobeños, varguenses y zulianos. Pero es doblemente censurable que además lo diga alguien en su posición, parte fundamental del espectáculo y la honorabilidad del juego.

Otras veces hemos dedicado está columna a respaldar a Ordóñez. Esta vez escribimos para lamentar su acusación.

Este año volverá a ser candidato a nuestro Salón de la Fama. Según las normas, los votantes estamos obligados a evaluar la deportividad y buen ejemplo de los postulados, más allá de sus números. Mientras no se retracte y muestre contrición por sus palabras, no tendrá nuestra defensa. Y tampoco nuestro voto.