Lara consigue un triunfo de película en el homenaje a Valbuena y Castillo
Henry Urrutia y el uniforme conmemorativo que usó Cardenales / Prensa Cardenales |
Viniendo de atrás, con un lineup disminuido, los líderes del actual campeonato llegaron a 28 victorias en una jornada dedicada por entero a sus dos estrellas fallecidas el viernes. Lágrimas acompañaron el batazo decisivo de Henry Urrutia
Por Ignacio Serrano
ElEmergente.com
Henry Urrutia pasó más de 30 turnos sin dar hits. El campeón bate de la temporada 2017-2018 no ponía un batazo en tierra de nadie desde el mes pasado y, al ver el lineup de este lunes, apretó los dientes con frustración.
“Yo tenía tantos deseos de jugar hoy”, lamentó. “Me busqué donde siempre, en la parte de debajo de la alineación, y no estaba allí”.
Urrutia llegó al encuentro con average cerca de .200 y una racha pavorosa, a pesar de batear duro (y de frente) con cierta consistencia. Sería entendible que recibiera un día libre para ordenar las ideas. Pero el manager José Moreno tenía otro plan. En medio de las lesiones y la tragedia sufrida el viernes, había puesto al cubano como su cuarto bateador.
El jardinero contó al periodista José Rafael Colmenares cómo la sorpresa desagradable se transformó en un estímulo adicional, al mirar más arriba el papel y verse como el barrebases del orden ofensivo. El cuarto peldaño era el lugar ocupado habitualmente por Luis Valbuena, cuya muerte y la de José Castillo, provocadas por el hampa, la madrugada del viernes, han desgarrado a los Cardenales, a la afición de Lara y al país en general.
Urrutia fue a batear otras cuatro veces, sin lograr imparables. Aunque tomó dos boletos y empujó una carrera, que dio ventaja transitoria a los pájaros rojos, su equipo perdía 3 por 2 en la baja del noveno, sin cuatro de sus titulares, sin sus dos mejores remolcadores (precisamente los dos fallecidos) y la perspectiva de caer derrotados ante los Tiburones.
Fue entonces cuando el antillano salió del larguísimo slump y golpeó el indiscutible que dejó en el terreno a La Guaira.
“Es demasiado emocionante”, confesó Urrutia entre lágrimas, en una celebración inusual, marcada más por el coraje y el dolor que por la alegría de haber volteado un marcador adverso.
Valbuena y Castillo estuvieron presentes durante toda la jornada. En un duelo lleno de símbolos y detalles que traían la memoria del par de jugadores, sus ex compañeros vistieron uniformes especiales, portaron los números 1 y 23, en lugar de los suyos propios, y en el pecho no se leía el nombre de la divisa, sino la frase “Unidos por siempre”.
El Hacha, la canción que acompañaba al antiguo grandeliga en cada turno al bate, resonó casi completa cuando Ildemaro Vargas fue al plato en el primer inning. El llanto que de inmediato brotó en Vargas no fue el único en derramarse en el estadio Antonio Herrera Gutiérrez. Luego, al ir Alejandro De Aza al home, se escuchó Justicia, la melodía escogida por el bigleaguer zuliano, y la escena de congoja se repitió.
“Este es uno de los juegos más importantes para mí”, confesó el abridor Néstor Molina, en charla con Colmenares. “Es un dolor muy grande que ellos no estén con nosotros. Eran los que ponían la alegría en el clubhouse. Pero querían el título y se los vamos a dar”.
El primer paso, en efecto, fue dado en esa dirección.
Los escualos ganaban después de una rebelión en el séptimo acto. En la baja del sexto, los crepusculares pudieron aumentar su ventaja, pero un rodado de Manuel Meléndez golpeó al umpire de segunda base y, en vez de pasar al outfield, empujando otra rayita, hubo bola muerta y nadie pisó el plato.
Sencillos de Teodoro Martínez y Miguel Rojas voltearon luego la pizarra, para poner adelante a los visitantes. Parecía que el infortunio estaba del lado de los locales. Pero alguien había escrito otro guión en el Cielo.
Solo tres outs faltaban para que a la tristeza del Cardenales se sumara la derrota en uno de los días en que más deseaban ganar, en el que jugaban también sin el aporreado antesalista Carlos Rivero y el lesionado campocorto titular Juniel Querecuto. Pero Sam Runion no pudo lograr ni uno de esos outs.
En medio de la remontada decisiva, que incluyó un hit de Vargas, un boleto para De Aza y un cohete productor del empate para Rangel Ravelo, Urrutia fue a batear, con 33 turnos sin dar indiscutibles y una tarea entre ceja y ceja.
“No tuve ningún plan, lo reconozco”, le confesó a Colmenares, a través del circuito radial larense. “Fui a batear sin un plan, confiando solamente en poder reconocer el pitcheo y dar el batazo”.
Runion tiró una bola. Y a continuación, Urrutia hizo swing, chocó el segundo envío y ligó un rodado que, por fin, pasó rampante hacia el jardín derecho.
De Aza entró desde segunda y comenzó la celebración. Una fiesta muy distinta. Esta vez, el dolor y los puños apretados acompañaban el recuerdo de Valbuena y Castillo, los dos amigos ausentes y tan presentes en cada gesto y en cada lágrima derramada.
Urrutia no aguantó la mezcla de sentimientos y rompió a llorar, al igual que varios de sus compañeros.
En medio de la congoja, y con un final de película, los Cardenales firmaron así su compromiso de jugar el resto de la temporada buscando un título para honrar a sus dos estrellas.
Ignacio Serrano