Quién es Luis Fernando Figari, el fundador del Sodalicio peruano al que la Iglesia expulsó tras múltiples denuncias de abusos sexuales
Según muchos de los que pasaron por la organización, Figari y otros responsables del Sodalicio implantaron un sistema de fidelidad basado en la violencia, las agresiones, las vejaciones y los abusos sexuales que sufrieron decenas de jóvenes que todavía hoy arrastran secuelas y nunca han encontrado justicia.
Integrado en la estructura de la Iglesia católica por decisión del papa Juan Pablo II, el Sodalicio llegó a ser considerada una de las organizaciones religiosas más influyentes y poderosas de Perú, lo que, según sus víctimas y sus detractores, explica que sus denuncias hayan sido sistemáticamente ignoradas o silenciadas en su país.
Ahora El Vaticano ha tomado una decisión que podría marcar un punto de inflexión.
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Según informó la Conferencia Episcopal peruana la semana pasada, el Dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica decretó que Figari sea expulsado de la organización que fundó.
El Vaticano dice que busca “restablecer la justicia dañada” por el comportamiento durante “muchos años” de Figari y “proteger en el futuro el bien individual de los fieles y de la Iglesia”.
Quién es Luis Fernando Figari
Luis Fernando Figari nació en Lima en 1947.
Estudió en el colegio Santa María de Lima, al que tradicionalmente acuden los hijos de familias acomodadas limeñas y donde, según Pao Ugaz, periodista que ha investigado su figura, fue un “alumno gris”.
Graduado en Humanidades y Derecho en la Pontificia Universidad Católica del Perú, cursó más tarde estudios de Teología.
Según Ugaz, es en esos años cuando Figari empieza a contemplar la creación de una organización para la que inicialmente no prevé un cariz religioso.
En 1971 Figari funda finalmente junto a Germán Doig y otros el “Sodalitium Chrisitianae Vitae” o Sodalicio de la Vida Cristiana, en español, una comunidad católica formada por laicos consagrados y sacerdotes que viven en común bajo los compromisos declarados de celibato y obediencia, y que reciben el nombre de sodálites.
Ugaz le dijo a BBC Mundo que Figari buscaba con su Sodalicio “una respuesta ideológica dentro de la Iglesia a la teología de la liberación y sus mensajes en pro de una iglesia de los pobres y una mayor justicia social”.
«Los sodálites se ven a sí mismos como los grandes soldados contra la izquierda”, añade Ugaz.
La nueva organización fue ganando adeptos hasta que en 1997 el papa Juan Pablo II la reconoció oficialmente como una de las Sociedades de Vida Apostólica de la Iglesia, colocándola bajo dependencia del Dicasterio encargado de ellas.
Convertida ya en una de las entidades religiosas más poderosas e influyentes de Perú, donde estableció conexiones con el poder político y financiero, el Sodalicio se expandió por 25 países y llegó a superar los 20.000 miembros.
Pero a partir de las investigaciones de los periodistas Pedro Salinas y Pao Ugaz, y las denuncias de decenas de personas, afloró una cara hasta entonces oculta del Sodalicio.
De qué se acusó a Figari y por qué ha sido expulsado
En su libro “Mitad monjes, mitad soldados”, publicado en 2009, Salinas y Ugaz dan a conocer las denuncias de abusos, vejaciones y agresiones sexuales de decenas de miembros del Sodalicio que acusaban directamente a Figari y que hasta entonces no habían encontrado eco ni entre los medios ni las autoridades locales.
Las víctimas aseguraron que Figari instauró un sistema de sumisión total a su poder que, bajo el lema “el que obedece nunca se equivoca”, llevó a los jóvenes a su cargo someterse a diversas prácticas degradantes, agresiones físicas y psicológicas, y abusos sexuales.
Figari siempre ha negado las acusaciones en su contra.
José Enrique Escardó Steck, quien denunció haber sido víctima de abusos por parte de Figari, Doig y otros responsables del Sodalicio, contó a BBC Mundo que sus superiores lo obligaron a dormir un mes en una escalera y llegaron a amedrantarlo con una cuchilla en el cuello. También dijo que a veces él y sus compañeros eran obligados a golpear y recibir golpes de otros, en lo que describió como “un sistema de ‘bullying’ organizado».
Otro denunciante dijo que Figari le mostró revistas pornográficas y le pidió que se sentara sobre un palo.
En 2007 la policía peruana habia detenido al sodálite Daniel Murguía Ward en una habitación de un hostal de un centro de Lima con un niño de 11 años al que se disponía a fotografiar desnudo.
El Sodalicio anunció dos días después la expulsión de Murguía y dijo en un comunicado que la situación “ ha sorprendido y golpeado dolorosamente a toda nuestra comunidad».
Murguía fue puesto en libertad tres años después por una decisión de la Corte Suprema de Perú.
Otro destacado miembro del Sodalicio, su vicario general Germán Doig, fallecido en 2001 a los 44 años, también fue acusado de diversos abusos sexuales, lo que llevó al Vaticano a paralizar en 2011 el proceso de su beatificación, iniciado unos años antes.
Lo ocurrido con Murguía y Doig, quien nunca respondió en vida por las acusaciones, ha alimentado las sospechas de una presunta complicidad entre los máximos rectores del Sodalicio y las altas instancias del poder en Perú.
Los escándalos llevaron finalmente a la apertura de una investigación de la Fiscalía sobre los presuntos delitos de Figari y en 2016 este prestó declaración ante una fiscal peruana en el consulado de su país en Roma.
A la salida, hizo sus últimos comentarios públicos hasta la fecha. Se declaró “inocente, totalmente inocente” y dijo: “A mí no me consta que haya víctimas”.
Años después, el caso sigue en la Fiscalía.
Qué pasará ahora con el Sodalicio
El ascenso al papado de Jorge Bergoglio empezó a romper la protección que la Iglesia parecía haber brindado a Figari durante años, aunque no a la velocidad ni con la intensidad deseada por algunas de sus presuntas víctimas.
Ya con Francisco I como papa, se le impidió hace años regresar a Perú y hacer declaraciones públicas. También se estableció que su manutención en su exilio de Roma debía correr a cargo del Sodalicio.
En 2016, el superior general de la organización, Alessandro Moroni, dijo que el Sodalicio consideraba a Figari “culpable de los abusos que se le imputaban”, por lo que se le declaraba persona non grata.
En el verano de 2023, tras años de denuncias, Francisco decidió enviar a Perú al arzobispo de Malta, Charles Scicluna, y al sacerdote español Jordi Bertomeu, con la misión de investigar los numerosos abusos presuntamente cometidos en el seno del Sodalicio.
Poco después de iniciarse la investigación de los enviados papales, el arzobispo de Piura y Tumbes, monseñor José Eguren, a quien el periodista Salinas había vinculado con las prácticas del Sodalicio, renunció a su cargo.
Según la Iglesia, la reciente expulsión de Figari busca hacer justicia, pero algunas de sus víctimas se muestran escépticas.
José Enrique Escardó Steck, quien denunció haber sido víctima de abusos por parte de Figari, Doig y otros responsables del Sodalicio cuando él era un joven a su cargo, cree que el anuncio de la expulsión es “una muestra más de las estrategias de marketing de la Iglesia católica, que no se centra en las víctimas, sino en la propia imagen de la Iglesia”.
“Han buscado un chivo expiatorio para sacarlo de la organización y que esa organización basada en la violencia física, psicológica y sexual pueda seguir adelante”, le dijo Escardó Steck a BBC Mundo.
Se queja de que las denuncias que presentó contra Figari y otros integrantes del Sodalicio nunca prosperaron por la influencia que la organización conserva en Perú.
Ahora está pendiente del último recurso que ha presentado ante la Fiscalía Superior de Crimen Organizado contra la decisión de archivar el caso.
El actual superior de los sodálites, José David Correa, dijo en un comunicado tras conocerse la decisión de expulsar a Luis Fernando Figari, que este «es el fundador histórico del Sodalicio de Vida Cristiana, pero no es un referente espiritual para nuestra comunidad ni para la Familia Sodálite”.
“Reconocemos profundamente el dolor de las víctimas y reiteramos nuestra solidaridad con ellas”, señaló el Sodalicio, aunque Escardó Steck indicó que a él nadie desde la Iglesia católica le ha pedido disculpas por los abusos sufridos.
La actual dirigencia del Sodalicio dice estar comprometida con “un proceso de renovación”, pero otras voces creen que el único camino posible es el de su disolución.
Pao Ugaz asegura que la “decisión insólita y muy valiente” tomada por el papa Francisco “supone una lección para la Iglesia y la Justicia peruanas, y anuncia el principio del fin de una organización que hasta ahora había gozado de impunidad”.
El otro periodista que ayudó a dar visibilidad a las denuncias de abusos, Pedro Salinas, dijo que espera que a la Santa Sede “no le quede más remedio que dictar la disolución” del Sodalicio.
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