Somos soberanos, ¡estamos con Hezbolá y con Irán!
A medida que pasan los días nos vamos convenciendo de que el régimen ha perdido todo atisbo de rumbo y prudencia. Se entiende que en el presente escenario lo único que aún importa es mantenerse en el poder toda vez que de perderlo, generaría a la plana mayor -y la media también- consecuencias ciertamente indeseables.
Así pues, en la vorágine que produce la situación nacional y también la internacional se toman decisiones que, sin duda alguna, se inspiran en el desespero.
Como era de suponer, el señor Maduro tomó la prudente decisión de no asistir a la reciente inauguración del 79 período de sesiones de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas en Nueva York. No es que corriera peligro de ser detenido, puesto que su condición de jefe del Estado le otorga inmunidad y la presencia en Nueva York para acudir a la Asamblea General protege a los dignatarios. Sin embargo, no sería extraño que algún aventurero privado, cazador de recompensas, pudiera tentarse con el alto precio puesto a la cabeza del señor Maduro por el gobierno de los Estados Unidos (15 millones de dólares), lo cual generaría una inquietud, justificada, de convertirse en víctima de algún disgusto evitable.
En su lugar, Maduro envió al canciller Yván Gil, quien hace apenas una semana pronunció un insólito y demencial discurso. Gil es universitario (ingeniero agrónomo), tiene buen aspecto y lee con soltura, pero su discurso constituyó una perorata plagada de eslóganes de aquellos que caracterizaban a Corea del Norte, Camboya, Cuba o la Nicaragua de las últimas décadas del siglo XX, cuando al adversario se lo tildaba como “lacayo del imperio” y el epíteto irresponsable formaba parte de cualquier intervención.
Este columnista confiesa que el discurso del señor Gil le causó un profundo sentimiento de vergüenza por la virulencia innecesaria y por el elevado número de mentiras que expresó.
Hoy, apenas días después, cuando hasta el propio presidente Gustavo Petro ha afirmado que no habrá reconocimiento del resultado electoral del 28J si no se exhiben las actas que sustenten la supuesta reelección de Maduro, el mismo canciller Gil responde cual vestal ofendida con el insulto como soporte del argumento. Más vergüenza.
Con los comentarios anteriores y con el ánimo ya preparado para escuchar lo más insólito presenciamos un discurso de Maduro en el que, sin anestesia alguna, proclamó la adhesión y solidaridad incondicional de la revolución bolivariana nada menos que con Hezbolá y con su líder Hassan Nasrallah, quien acaba de ser neutralizado por la acción israelí en Líbano.
Vale decir pues que Venezuela se alinea con la mayor organización terrorista del mundo, que utiliza los métodos más salvajes para difundir su mensaje y que es brazo armado y mandadero del régimen de Irán, responsable de la ola de terrorismo que hoy azota al Medio Oriente y que hace apenas algunos años también se extendió hasta nuestro propio continente americano con el atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires en 1992 y su similar contra la Asociación Mutual Israelita (AMIA) en 1994, también en Buenos Aires, los cuales fueron saldados con centenares de muertos y heridos.
No deja de ser lamentable que en estas circunstancias el gobierno del señor Biden haya renovado la licencia que otorga la OFAC para permitir a la petrolera norteamericana Chevron continuar sus operaciones en Venezuela hasta abril de 2025, facilitando a la dictadura el flujo de caja que sin duda le permitirá mitigar la estrechez económica en la que se debate.
Mr. Biden y su secretario de Estado, Antony Blinken, acaban de dar una elocuente demostración de “real politik” inspirada seguramente en la venidera elección presidencial de su país y no en la defensa de la democracia venezolana, como pregonan.
No podemos concluir esta letanía de reclamos sin comentar la inválida y recontrainconstitucional medida adoptada por el Saime que restringe y dificulta el regreso de los venezolanos que tengan vencido el pasaporte supeditándolo a la obtención de un salvoconducto que lo autorice.
No es cuestión de hacer aqui una disquisición jurídica. Baste con transcribir el párrafo final del artículo 50 de la Constitución que dice: “Los venezolanos y venezolanas pueden ingresar al país sin necesidad de autorización alguna”. ¿Más claro? Imposible. Saque usted sus conclusiones. Las mías me permiten reiterar lo afirmado al principio de estas líneas: el régimen apelará a las buenas o a las malas para atornillarse al poder. Ya lo han dicho suficientes veces.
@apsalgueiro1
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