Cinco años del cerco a los vehículos de turistas en la isla sin semáforos: "La vida en Formentera ha mejorado mucho"
El póster de Lucía y el sexo fue para una generación –de españoles peninsulares– la imagen de Formentera. Carreteras desiertas, motocicletas antiguas y un faro desenfocado al fondo del plano. Acababa el verano del 2000 cuando se rodó aquella escena: ni a Paz Vega la conocían aún más allá de su papel en Siete vidas ni la isla más pequeña de Balears se atascaba de vehículos durante la temporada turística. La película no contó, cuando se estrenó el verano siguiente, una mentira al millón y pico de personas –la mayoría, españoles peninsulares– que entraron en una sala de cine para verla e incorporarla al inconsciente colectivo. Pero esa realidad estaba a punto de cambiar.
“En muy poco tiempo, los niños y chavales de Formentera pasamos de poder ir en bici a, prácticamente, no poder sacarla de casa. ¿Qué pasó entre medias? Nuestro territorio, que es muy pequeño, se masificó. Un detalle muy tonto, pero que puede servir como ejemplo, es que se ha normalizado salir en coche a comprar una barra de pan. Ya sea por comodidad o por seguridad, los residentes ya no quieren ir a pie o en bicicleta por los caminos de la isla”, dice Rebeca Villasante Mayans, que nació en 1990.
Esta divulgadora ambiental está sentada en la barra del restaurante que ocupa la planta superior de la estación marítima. Son las ocho y media de la tarde; el crepúsculo recorta en el horizonte la silueta del peñón de es Vedrà y de la costa sur ibicenca. La vista es bella, y también ofrece una panorámica de la Savina, el único puerto de Formentera. Mientras Villasante habla, ejerciendo como portavoz de la asociación de vecinos más importante de la isla, a su espalda embarcan decenas de coches. Suben por una rampa metálica y estacionan en la panza de un buque de línea. Destino, Eivissa. Una hora de trayecto.
Desde el primero de mes de junio, los automóviles que no pertenecen a personas censadas en Formentera están obligados a solicitar un permiso para circular por una isla con menos de 40 kilómetros de asfalto y ningún semáforo. “Si vienes hasta aquí buscando tranquilidad y te encuentras saturación nada más llegar al puerto, ¿qué imagen estamos dando? Eso es justo lo que ocurría antes de que entrara en vigor la limitación de vehículos. Hará unos diez años que este tema empezó a debatirse con fuerza en nuestra asociación. Pedimos entonces al Consell que se pusieran límites. Conseguirlo fue todo un éxito, y considero que sigue generando bastante consenso entre los formenterenses. Hablo a título personal, pero creo que la calidad de vida de quienes vivimos aquí ha mejorado mucho desde entonces: antes, moverse en coche era una tortura por los atascos. Especialmente, durante la temporada de verano”.
Si vienes hasta aquí buscando tranquilidad y te encuentras saturación nada más llegar al puerto, ¿qué imagen estamos dando? Eso es justo lo que ocurría antes de que entrara en vigor la limitación de vehículos. La calidad de vida de quienes vivimos aquí ha mejorado mucho desde entonces: antes, moverse en coche era una tortura por los atascos. Especialmente, durante la temporada de verano
Una ley pionera en España
El Parlament balear abrió una senda desconocida en España al aprobar el 8 de febrero de 2019, por unanimidad, la Ley de medidas urgentes de sostenibilidad ambiental y turística para la isla de Formentera. Nunca antes se había regulado de una forma tan estricta la entrada y salida de vehículos a motor en un territorio habitado. Ni prohibido la presencia de autocaravanas. O de quads, a los que además de señalar como un peligro para la seguridad vial, la Ley 7/2019 (el código por el que se la conoce) considera responsables de la degradación que estaban sufriendo los caminos de tierra por los que se llega a los cientos de viviendas alejadas de la media docena de pueblos que hay en la isla.
Al proyecto que permitió desarrollar la nueva ley se le dio el nombre de Formentera Eco.
Los precedentes existían, sin embargo. Sin ir más lejos, Capri, una exclusiva isla de cuatro quilómetros cuadrados con la friolera de 6 mil habitantes donde veranea la jet set napolitana desde los tiempos del Imperio Romano. Curiosamente, los mismos habitantes que tenía Formentera cuando Julio Medem pasó dos semanas filmando allí Lucía y el sexo. Casi dos décadas después, cuando los cincuenta y nueve diputados autonómicos otorgaron al Consell el poder de decidir año a año el tráfico que puede soportar Formentera, se había doblado la población de una isla que es veinte veces mayor que Capri sin ser por ello una isla grande. Duplicar los residentes hizo explotar el parque móvil. Había más de 10 mil vehículos, sin contar a los 7 mil de alquiler, cuando se aprobó la Ley 7/2019. La llegada de turistas podía multiplicar esa cifra por dos durante los días más bulliciosos de julio y agosto.
Formentera tiene una normativa pionera en España. Nunca antes se había regulado de una forma tan estricta la entrada y salida de vehículos a motor en un territorio habitado. En 2019 había más de 10 mil vehículos, sin contar a los 7 mil de alquiler, cuando se aprobó la Ley. La llegada de turistas podía multiplicar esa cifra por dos durante los días más bulliciosos de julio y agosto
La capacidad de carga de los veintiún quilómetros de la PM–820, la espina dorsal de la red viaria formenterense, que conecta el puerto con el faro de la Mola, había colapsado durante los veranos de 2016, 2017 y 2018. ¿Las consecuencias? Colas en las dos únicas gasolineras (que suelen ser las más caras de España). Embudos en la travesía de Sant Ferran de ses Roques. Una procesión motorizada en la recta que da acceso a los arenales de la Platja de Migjorn. Accidentes ocupando a los sanitarios de guardia en el pequeño hospital insular y obligando a traslados en helicóptero hasta Eivissa en los casos más graves. Una isla – atasco.
“Al haber menos flota, hay más demanda. Se han podido subir un poco los precios: entre un 10 y un 15 por ciento… la mitad de lo que ha subido el coste de los vehículos. Todos hemos hecho un esfuerzo”, dice Javi Verdera. Este formenterense lleva treinta años dedicándose a alquilar vehículos a turistas. Como nació en el 67, recuerda bien su infancia en una isla donde los coches y las motos se contaban por decenas. Y también recuerda una juventud donde para sacarse el carné de conducir grupos de amigos viajaban hasta Dolores porque les salía más a cuenta un curso intensivo más test (todo en una semana) en este pueblo de la Vega Baja alicantina que ir y volver a Eivissa durante meses para hacer prácticas y examinarse.
“En nuestra empresa empezamos con menos de cuarenta coches. Los repartíamos a domicilio: íbamos hasta las casas o los apartamentos donde se alojaban los clientes para entregárselos allí. Eso sería impensable en la actualidad porque gestionamos más de cuatrocientos coches. Llegan tantos barcos con turistas que se quedan a dormir o a pasar el día que estamos trabajando desde las ocho de la mañana hasta las once de la noche: por la lluvia de barro que cayó hace unos días, esta mañana hemos tenido que limpiar todos los vehículos que teníamos aparcados y está siendo un buen jaleo. Es cierto que el sector vivió un auge tremendo, pero seguir creciendo era una locura. La isla no lo soportaba. Con las limitaciones del Consell, hemos reducido casi dos mil vehículos”, explica.
El sector vivió un auge tremendo, pero seguir creciendo era una locura. La isla no lo soportaba. Con las limitaciones del Consell Insular, hemos reducido casi dos mil vehículos
Alquileres locales y multinacionales: intereses enfrentados
Verdera, al ser uno de los principales comercializadores locales, es el presidente insular de la Asociación de Empresas de Vehículos de Alquiler de Balears (AEVAB). Esta patronal, junto a otras asociaciones empresariales y el colectivo de vecinos del que forma parte Villasante, integra el Consell d’Entitats, el órgano al que debe consultar, de forma no vinculante, el gobierno insular cada invierno para establecer el límite de vehículos de cara al verano. En Formentera, una veintena de casas de alquiler –“la mayoría de capital formenterense: unos trescientos puestos de trabajo”– están afiliadas a la AEVAB.
Quedan al margen las multinacionales del alquiler que, poco a poco, fueron abriendo sede en la Savina. Una de ellas, OK Mobility, ha presentado los dos últimos años sendos contenciosos administrativos ante el Tribunal Superior de Justícia de les Illes Balears contra el techo de vehículos de alquiler (actualmente, de 2.268 coches y 5.880 motos). En 2023, la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia hizo lo propio, entendiendo también que la Ley 7/2019 vulnera el libre mercado. “Sería una faena que después de luchar durante tantos años por esta limitación llegue un señor con su bufete de abogados y se cargue Formentera Eco. Sentaría, además, un precedente peligroso para una ley muy parecida ya está en trámites para aprobarse en Eivissa”, dice Verdera. Los tribunales, de momento, no se han pronunciado.
Sería una faena que después de luchar durante tantos años por esta limitación llegue un señor con su bufete de abogados y se cargue Formentera Eco. Sentaría, además, un precedente peligroso para una ley muy parecida ya está en trámites para aprobarse en Eivissa
Al intentar consultar el punto de vista de la delegación de OK Mobility en Formentera, una grabación advirtió al otro lado del teléfono de que la llamada se realizaba con coste para el usuario. Era una línea 902, que remitía a una centralita donde no se da la opción de contactar con un departamento de comunicación.
“Gracias a la aplicación de esta ley hay grandes empresas de alquiler que no han podido establecerse en Formentera como tenían previsto. Eso es bueno para nuestra isla: no sólo estaba en juego la sostenibilidad medioambiental, también la económica y social. Si los servicios jurídicos de esta institución y del Parlament balear avalan la normativa, ya pueden presentar contenciosos administrativos que no prosperarán”, argumenta la socialista Ana Juan, presidenta del Consell entre 2021 y 2023, ahora en la oposición. “No sólo son los dos mil y pico coches que hemos conseguido quitar [desde 2019], sino los que hemos evitado que no vengan. Estamos hablando de que quizás tendríamos seis mil coches más de alquiler sobre la isla”, cuenta Alejandra Ferrer. Esta política de Gent x Formentera era la consellera de Turisme cuando se aprobó la ley y luego fue la primera presidenta insular que la desarrolló. Junto a sus socios del PSOE, redujeron un cuatro por ciento anual la cantidad de vehículos que pueden venir desde los puertos de Eivissa y Dénia, el único peninsular con el que tiene conexión Formentera. En 2024, el gobierno de Sa Unió volvió a bajar el cupo otro cuatro por ciento, hasta dejarlo en 1.880 automóviles y 190 motocicletas. Esta alianza conservadora entre el Partido Popular y la derecha local, Compromís, ha saltado por los aires -por este motivo, Verónica Castelló, la ya ex consellera de Mobilitat, no ha querido hacer declaraciones en este reportaje–.
El Gobierno de izquierdas de Formentera redujo un cuatro por ciento anual la cantidad de vehículos que pueden venir desde los puertos de Eivissa y Dénia. En 2024, el Gobierno de derechas ha vuelto a bajar el cupo otro cuatro por ciento, hasta dejarlo en 1.880 automóviles y 190 motocicletas
La web de Formentera Eco indica que, al menos, la mitad de las plazas ya están ocupadas con reservas hasta finales de agosto. La última semana de junio estuvieron agotadas. No obstante, a los dos partidos progresistas les parece poca reducción, aunque haya sido la misma que aplicaron mientras gobernaban. “La asignatura pendiente es tocar el techo de los vehículos de residentes. Algún día tendremos que aplicarnos el cuento y preguntarnos si una persona que viva en Formentera necesita más de un coche”, dice Alejandra Ferrer. Para alcanzar esa utopía, la insularista reconoce que hay “que mejorar un transporte público que sigue siendo insuficiente y necesita de vehículos menos contaminantes”, algo que también concede la socialista Juan y que reclama desde la asociación de vecinos Rebeca Villasante: “Los autobuses tienen que llegar a las zonas rurales y aumentar los horarios y frecuencias. Si mejoras al servicio de transporte público, la gente lo usa”.
En plena temporada turística, sólo sale un autobús cada hora en punto para enlazar, sin rodeos, el puerto con Sant Francesc, el principal núcleo de Formentera. La alternativa, además del taxi, es coger otro autobús que realiza una ruta alternativa a través de es Pujols, la zona más turistificada de la isla. A los viajeros foráneos que no tengan la tarjeta de transporte gratuito que otorga el Consell a los residentes el billete les cuesta 2,25 euros. Tarda veinticinco minutos en completar un recorrido de apenas tres quilómetros por la carretera principal. Cuando el sol no abrasa, si se tienen buenas piernas sale más a cuenta recorrerlo a pie.
Turistas a favor del tope de vehículos
Aunque confían en su forma física, Esti, Naroa y María han decidido moverse en bicicletas eléctricas “para no sufrir con las cuestas de la Mola”. Estas tres vizcaínas, “de Sopelana”, tenían claro que querían moverse en bici: “Podría haber más carriles separados de la carretera principal, pero por el tamaño que tiene la isla le vemos más sentido a movernos así que a alquilar un coche. Que haya un tope de vehículos nos suena lógico: vivimos cerca de San Juan de Gaztelugatxe y sabemos qué supone que se masifique un lugar bonito. Allí hubo un antes y un después cuando apareció en Juego de Tronos”.
Por el tamaño que tiene la isla, le vemos más sentido a movernos en bicicleta que a alquilar un coche. Que haya un tope de vehículos nos suena lógico: vivo cerca de San Juan de Gaztelugatxe y sé qué supone que se masifique un lugar bonito. Allí hubo un antes y un después cuando apareció en Juego de Tronos
Rafel Joan Escandell, el encargado de la casa de alquiler que acaba de entregarles las monturas a las vascas en es Caló de Sant Agustí, el pueblo de pescadores donde dormirán, comenta que sin Formentera Eco llegar hasta los azules paradisíacos del mar sería un infierno: “Cada día había atasco aquí delante. Si ahora, que todavía hay poca gente porque ha arrancado floja la temporada, están los márgenes de los caminos llenos de coches y motos aparcados, ¿Cómo estarían en julio y agosto si no se le hubiera puesto límite? Desde Dénia, en vez de coches, deberían llegar más suministros para ahorrarnos el sobrecoste que supone que los productos básicos pasen por el puerto de Eivissa”.
Cristina Gómez y Fernando Mínguez, alicantinos que empezaron a veranear en Formentera justo en el cambio de siglo, ya estaban en marzo intentando tramitar la solicitud para venir unos días a la isla con su coche. Ni les parecen caras las tarifas que se cobran a los no residentes en Balears (9 euros por día en el caso de los coches, con un mínimo de 45; 2,5 por día, con un mínimo de 22,5 para las motos) ni desorbitadas las sanciones (de mil euros a diez mil euros, dependiendo de la gravedad: una cámara en el puerto y, también los controladores de la ORA, escanean las matrículas) para quien desembarca sin permiso. “Hemos visto la evolución de Formentera: lo malo de los sitios que se ponen de moda es que se llenan hasta que revientan. La masificación les resta todo el encanto, pero es un problema que se puede regular si hay voluntad política y consenso social. Justo antes de venir hemos pasado unos días en Eivissa. Allí el tráfico es horrible: te comes muchos atascos e, incluso, resulta peligroso. Nos imaginamos cómo debe ser para los residentes…”.
Cristina Gómez y Fernando Mínguez, alicantinos que empezaron a veranear en Formentera justo en el cambio de siglo, ya estaban en marzo intentando tramitar la solicitud para venir unos días a la isla con su coche. Ni les parecen caras las tarifas que se cobran a los no residentes en Balears ni desorbitadas las sanciones
Las restricciones tampoco les parecen mal a Alexis y Georgina, que recorren Formentera en una moto alquilada y se sienten en una nube porque nada tienen que ver los senderos mediterráneos –paredes de piedra seca, higueras, alguna viña– que están explorando con los mega atascos que conlleva ser un par de las diez millones de personas que se entrecruzan a diario en el Gran Buenos Aires. Ni a Margalida Reynés y Montse Patiño, dos amigas que viven en Palma, apenas cogen el coche “en una ciudad masificada por el turismo”: han dejado a ir “a muchísimas calas de Mallorca porque de tantos coches que hay resulta imposible aparcar”. Los argentinos y las mallorquinas se encuentran en la bajada de es Caló des Mort. Para llegar a esta caleta, muy pintoresca gracias a los varaderos de madera construidos sobre la roca, se debe aparcar a un quilómetro de distancia. A quienes no hacen caso de la señal, Natalia Cruz Tur, la vigilante que se protege del calor dentro de una caseta de madera, les pide que den la vuelta y recuerda, también, que aparcar en los márgenes del camino de arena está prohibido desde hace tres veranos.
La presión humana –34 mil personas coincidieron el 9 de agosto del año pasado, cifra récord– ya había llevado unos años antes al Consell a obligar a recorrer a pie los últimos dos quilómetros y medio del estrechísimo camino que conduce hasta el Cap de Barbaria, el paraje lunar que aparece en el poster de Lucía y el sexo. Paz Vega a bordo de una moto con el faro desenfocado al fondo del plano es ya el fotograma de un tiempo perdido.