Oda a las amistades de verano: el valor de esos vínculos intensos pero efímeros
Por lo general, el ser humano desea vínculos afectivos en los que dilatar el presente. Momentos que hacer infinitos y que parecen residir en algunos Stories de Instagram con atardeceres evocadores o cenas rodeadas de amigas, pero ¿qué valor tienen las amistades de verano?
La dificultad de hacer amigos pasados los 30: ¿por qué nos cuesta más crear vínculos cuando crecemos?
En el verano parece que ocurrirá aquello que nos servirá para darle sentido al resto del año. Es un espacio ideal, como si de la antigua Arcadia se tratara, que imaginamos repleto de vegetación, mares en calma o atardeceres infinitos. En él no falta la presencia de aquellas amigas con quienes nos gustaría vivirlo, sin percatarnos de que probablemente ese espacio mental es impostado y que las vivencias son tan diferentes como los tipos de veranos que viviremos.
No somos seres mitológicos, pero se nos olvida, aunque la intensidad de la amistad nos haga creer lo contrario. Tampoco somos inmortales, aunque lo creamos sumergidas en conversaciones que nos arropan en momentos que parecen no terminar. Es en esa intensidad donde las amistades de verano residen haciéndonos creer que estamos en El Jardín Secreto que Frances Hodgson Burnett describía en su libro.
Amigas de verano, los nuevos crushes
Las amistades de verano pueden ser un refugio singular, y más teniendo en cuenta que una persona de cada cinco (20%) sufre soledad no deseada en España, según un estudio de del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada (SoledadES) publicado este 2024. Un espacio en el que poder ser nosotras mismas, lejos de aquellos que hemos estado frecuentando a lo largo del año. No tiene por qué ser en verano cuando sentimos el privilegio de esa conexión, pero es cierto que esta época otorga un contexto esperado que puede intensificar las relaciones.
La fotógrafa Marina Barrio, conocida en redes como @minabarrio, comparte con elDiario.es: “Cuando era chica pasaba parte de mis veranos en casa de mi abuela en Fuentes de Andalucía, un pueblo de aquí de Sevilla. Recuerdo que mi prima y yo y siempre nos juntábamos allí con un chiquillo que se llamaba Sebastián y nos lo pasábamos superbien con él. Sebastián sí que me produce un punto nostálgico, como '¿qué será de ese chiquillo?”.
No tiene por qué ser en verano cuando sentimos el privilegio de esa conexión, pero es cierto que esta época otorga un contexto esperado que puede intensificar las relaciones
En nuestra infancia también hemos estado en lugares en los que era más fácil establecer amistades para vivirlas con intensidad y que el recuerdo acrecienta: “Mis padres me apuntaban todos los veranos a un campus y cada año hacía una amistad distinta, ya que las que había hecho el año anterior no estaban. Era un poco traumático porque sabía que la amistad tan maravillosa que había hecho ya se quedaba en el camino”, añade Marina.
La amistad durante el verano, ¿expectativas o realidad?
Durante el verano estamos dispuestos a sumar experiencias y compartir. Esta disposición no es innata, y se trabaja. También ayuda que durante esta época se suele contar con mucho más tiempo debido a las vacaciones. Según el doctor en Sociología Francesc Núñez Mosteo, “en la época estival no estamos sometidos a los horarios y todas esas formas de vida que nos impone el trabajo y la rutina. Es ahí cuando se satisface la necesidad antropológica de conocer y relacionarse con otra gente”.
El privilegio de poseer tiempo de vacaciones nos hace desarrollar una disposición peculiar hacia la amistad. “En esta época se desea la intensidad en las relaciones. No es tanto una cuestión de la naturaleza de las relaciones de verano o que el verano sea especial. Encuentras el valor de lo compartido y toma una dimensión diferente. Es el lugar en el que reside sentido de la vida, en el compartir”, añade el sociólogo.
En la época estival no estamos sometidos a los horarios y todas esas formas de vida que nos imponen el trabajo y la rutina. Es ahí cuando se satisface la necesidad antropológica de conocer y relacionarse con otra gente
Esto se suma a las esperanzas, según Marina Barrio: “El verano tiene un punto de idealización y proyección de expectativas en él”. Dentro de esta época, las amigas que hacemos tienen un peso crucial, como también expone la ilustradora Lidia Lóuq: “Lo que más idealizo de esta época es el recuerdo de mis amistades de verano de la infancia. De pequeña pasaba todo el día en la playa o la piscina con mis amigos y mi hermano. Lo recuerdo como una época muy bonita que ya no volverá”.
A veces, queremos crear nuevos recuerdos basándonos en experiencias pasadas, aunque sea difícil replicarlas. Por ello, mejor tener precaución con las expectativas. “Hay para quienes esta época acaba siendo mucho peor que lo que se hace el resto del año. La presión social y la expectativa pueden no ir de la mano de las circunstancias que se dan”, apunta el sociólogo Núñez Mosteo.
Verano y amigas: intensidad y memorias
La época estival es un espacio en el que los encuentros se suelen dar con más facilidad. “La vida está hecha de encuentros, pues te pueden determinar para bien o para mal. En el verano uno está como con las ganas y si tienes la suerte que encuentras a alguien con el que se da esa 'magia' es impresionante. Esto hace que la gente vuelva con un recuerdo inolvidable no por realizar el gran viaje de su vida, sino porque has conectado con alguien”.
Lidia Lóuq cuenta su experiencia al respecto: “De pequeña me iba a mi pueblo o la playa. Me encontraba con amistades que solo veía en esos meses y en septiembre deseábamos que llegara el próximo verano para volver a reencontrarnos, pero al crecer eso se ha ido difuminando, aunque no los olvido”.
De pequeña me iba a mi pueblo o la playa. Me encontraba con amistades que solo veía en esos meses y en septiembre deseábamos que llegara el próximo verano para volver a reencontrarnos, pero al crecer eso se ha ido difuminando, aunque no los olvido
Cabría reflexionar sobre qué hace que estos encuentros se queden en la memoria como lugares a los que volver e ilusionarse sabiendo que aún pueden darse y, quizás, con la misma intensidad. Según cuenta a este medio la psicóloga Silvia González Moreno, “en la época estival eres consciente de que tienes un tiempo limitado en el que te vas a relacionar con un grupo de personas que más adelante no vas a ver, por lo que intentas disfrutarlos al máximo debido a que sabes que es algo efímero. Eso es lo que hace que sean muy intensas”.
También nos podemos saber a salvo por ese tiempo y espacio concretos, en el que podemos ser, sin temor a ser juzgadas: “Relacionarte con cierta persona o personas en un momento muy concreto te puede ayudar a que te abras más porque sabes que una vez que termine esa época la amistad se va a quedar ahí”, añade la psicóloga.
Un lugar donde descubrirse
Cuando crecemos no escogemos el lugar en el que lo hacemos. Nos viene dado un contexto en el que vamos a desarrollarnos con otras personas, aunque no tengamos nada en común con ellas. El verano es así un remanso en el que poder descubrirnos lejos del lugar en el que ser no es tanto una opción.
Marina Barrio comparte su experiencia: “El verano sirve para sentir que todo está bien contigo porque puedes hacer amigos en otros contextos. Yo en el colegio sí que tenía una mejor amiga con la que estaba siempre, pero a partir de 5º de Educación Primaria hasta 2º de ESO la gente de mi clase empezó a hacerme bullying. Entonces los sitios donde hacía amistades sin problema me protegieron un poco la autoestima y me mostraron que podía establecer vínculos en otros contextos. También me enseñaron que el problema era ese contexto concreto y no era yo. Así que creo que sí que tuvo un papel bastante importante la gente que conocí fuera del colegio. Esto hizo que tuviera un punto de intensidad muy grande”.
Es así como esta época no solo es un tiempo, también una dimensión en la que conocernos debido a que la gente con la que compartimos la rutina no nos permite ser otras versiones de nosotros mismos.
En la época estival eres consciente de que tienes un tiempo limitado en el que te vas a relacionar con un grupo de personas que más adelante no vas a ver, por lo que intentas disfrutarlos al máximo debido a que sabes que es algo efímero
¿Cómo hacer amistades de verano siendo adultos?
A partir de cierta edad se nos dificulta encontrar amistades debido a que los espacios que frecuentamos no son propicios para ello, pero el verano sigue resistiendo como un lugar inexpugnable en el que saberse capaz de establecer vínculos de forma más natural. Hay actividades realizables durante la época estival, como los retiros creativos, durante las que entablar relaciones.
“Hace unos años fui a un retiro y fue una experiencia muy intensa lo que viví esos días. Lo recuerdo como seis meses de terapia en cinco días”, comenta Marina Barrio. “En estos espacios cada persona tiene una historia propia que te sirve de espejo y con la que aprendes. Se genera una confianza absoluta debido a que sabes que probablemente no la vuelvas a ver. Creo que es 100% el mismo concepto que las amigas de verano y hay un punto de FOMO, de ahora o nunca”.
Este vivir 100% el presente relacionado con saber que hay una fecha límite podría ayudarnos a focalizarnos más en las relaciones de nuestro día a día y saber que crear nuevos afectos en cualquier época del año es posible, así como el final de cualquier relación sin temor al duelo.
Durante el verano también se pueden dar experiencias laborales breves, un viaje en Interrail o estancias de estudios en el extranjero que sirven para crear vínculos de gran intensidad en el recuerdo. Como explica la psicóloga Silvia González: “Las personas que han vivido este tipo de experiencias, una vez que finalizan el periodo, recuerdan una y otra vez cómo disfrutaron y cómo generaron ciertas amistades. Podría hablar, ya fuera del verano, de experiencias como la beca Erasmus, por ejemplo. Habría que preguntarse: ¿te comportaste de forma diferente y entonces tú te liberaste? ¿Añoras esa parte de ti que se ha perdido? Si en algo se parecen estas experiencias es que duran un tiempo breve”.
El final del verano, ¿qué ocurre con la amistad?
Las amigas pueden gustarnos tanto que paralice al completo nuestra rutina y el verano se focalice enteramente en una amistad en concreto. Esto ocurre cuando se da un entendimiento tan profundo que parece que todo lo demás es eclipsado haciendo que el final del espacio y tiempo que se comparte sea difícil.
Según Francesc Núñez, “es verdad que después de las grandes euforias puede venir la distensión, pero no es necesariamente tristeza. Es el momento de fin de la intensidad de lo excepcional, de algo que no es cotidiano. Es una bajada de un tono vital que se puede vivir como una pérdida o como una melancolía, pero hay quien lo puede vivir como el placer del recuerdo”. Y es en este último placer en donde esas amistades del verano pueden permanecer, a pesar del tiempo que pase.