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Hayley Campbell: "Silenciamos la existencia de las personas que cuidan a nuestros muertos, son como un secreto"

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La periodista británica publica en nuestro país de la mano de Capitán Swing 'Todos los vivos y los muertos', un libro que busca "desenterrar" el trabajo que realizan todas esas personas que colaboran en la larga cadena de "cuidados" a los muertos

Superar la pérdida de un ser querido: lo que podemos aprender de Emerson, Henry David Thoreau y William James

Vestir a una persona muerta para prepararla para su funeral, ayudar durante el largo y crudo proceso de una autopsia, acompañar a una “comadrona del duelo” en sus labores, o hablar con un verdugo retirado para preguntarle cómo había llegado hasta ahí. Son algunas de las cosas que Hayley Campbell, periodista británica, tuvo que hacer si realmente quería llegar a entender más acerca de los trabajos “ocultos” relacionados con la muerte. Necesitaba saber si nos estamos privando de algún conocimiento humano fundamental al esconder, como lo hacemos los occidentales, la muerte bajo la alfombra. De esa especie de “obsesión”, que comenzó en su infancia, nace Todos los vivos y los muertos, un libro publicado en nuestro país por Capitán Swing.

¿Por qué diría que le atrae tanto todo lo relacionado con la muerte?

Crecí en una casa en la que mi padre dibujaba constantemente infinidad de cuerpos de personas muertas para cómics en los que él trabajaba, pero también tuve una amiga del colegio que se ahogó cuando ambas teníamos alrededor de doce años. Ella fue la primera persona que conocí que había muerto y me pareció muy extraño que ella estuviese ahí y, de repente, ya no lo estuviera. Y yo, supuestamente, tenía que estar conforme con ello y entenderlo de forma intrínseca. Yo tenía preguntas sobre su cuerpo o sobre cómo ella se veía una vez fallecida, pero no sabía qué hacer con ellas. Cuando a un niño le das a entender que hay cosas que no debería preguntar o no debería saber, esa es una gran forma de crear una especie de preocupación o de interés extraño acerca de ello.

Me empecé entonces a interesar en ese sentido pero ahora, como adulta, lo que me deja atónita es que los demás no lo estén. El motivo por el que la gente no piensa en ello es porque está asustada, y piensan que si no la miran, entonces de algún modo no ocurrirá. Es algo estúpido vivir en la negación. Yo estoy a favor de la honestidad.

En Occidente tratamos la muerte de forma muy particular. Suele ser muy tabú y, cuanto menos veamos acerca de la muerte, mejor. ¿Cree que esto nos hace algún favor?

No. Está normalizado el no hablar de ello, pero una de las cosas que he descubierto es que la gente, de hecho, sí quiere hablar de ello, pero simplemente creen que no pueden hacerlo. Cuando mi libro se publicó en América, participé en muchos programas de radio nocturnos con llamadas al público, y había un alto número de llamadas de hombres ancianos que llamaban desde sus coches para hablarme acerca del bebé que su mujer tuvo hace treinta años y que murió tras nacer. Sentían que no podían hablarle a sus amigos de ello. No hablar de la muerte no nos está haciendo ningún favor: es como ponerle una tapa encima, pero lo que hay debajo está en ebullición y está rebosando.

Estaba acostumbrada a ver muertes “espectaculares”, como escenas de asesinatos, pero quería enfrentarse a la muerte ordinaria. ¿Cómo es la muerte ordinaria?

Es triste. Yo nunca había visto presencialmente ningún cuerpo de ninguna persona muerta, y estaba nerviosa, sudando, por todo lo que había visto en fotos o en ficciones, y el primero que vi fue el de un hombre al que ayudé a vestir para su funeral. Lo que verdaderamente me impactó fue lo banal que es. Fue como: ¿ya está? ¿Es esto? Hacemos mucho por esconder esta realidad y hay toda una industria construida alrededor de mantenerlos alejados de ello, pero una vez que, no solo ves el cuerpo, sino que le das la mano, pasa de ser un cuerpo a una persona. Deja de ser para ti esta cosa terrorífica que había estado en tu mente.

Cuando ayudé a vestir a ese hombre era una de las etapas más tempranas en la escritura de mi libro. Pensé: es como una especie de clímax de baja intensidad, insatisfactorio. Esto no me asusta. Fue un enorme privilegio poder pasar tiempo con toda esta gente a la que entrevisté y que me permitió entrar en su mundo. Estaré eternamente agradecida por ello porque no siento miedo ante el cuerpo de una persona muerta, sino ante el planteamiento de perder a alguien. Es algo diferente. 

Empecé este libro buscando precisamente inmiscuirme en esta especie de 'mundo oculto de la muerte', pero la realidad de los mortinatos es algo que también 'se nos oculta'.

“A mí no me produce horror el maníaco ensangrentado blandiendo una motosierra, sino la tranquila escena doméstica que se tuerce”, dice en su libro. En este sentido, ¿qué fue lo que más le marcó de todas estas vivencias?

Yo había estado preparándome para ir a ver autopsias que se iban a realizar a adultos, y cuando llegué a la sala había un departamento pediátrico también. Ellos me avisaron de que podría haber niños o bebés. Pensé: “estaré bien”. Sin embargo, no estaba preparada para ello. El impacto vino cuando ayudé a vestir el cuerpo de un bebé. Le pusieron una especie de mono y de sombrero de lana. Se hace para ocultar las incisiones realizadas en la autopsia. Entonces empecé a ser consciente de cuantísimos bebés llegaban a esa sala de autopsia cada día. Ese día había alrededor de diez cuerpos de bebés que habían fallecido poco después de nacer esperando a la autopsia. La enormidad de aquello me embistió porque empecé este libro buscando precisamente inmiscuirme en esta especie de “mundo oculto de la muerte”, pero la realidad de los mortinatos es algo que también se nos oculta.

Hay personas cuyos bebés mueren y no pueden hablar de ello porque no es cómodo para los demás, por lo que se lo quedan dentro. Pero, a consecuencia de ello, no sabemos realmente cuántos bebés mueren cada día poco después de nacer. Son muchos más de los que pensaba que serían, al menos en Reino Unido. Me tomó años recuperarme de ello: se me había roto el corazón. Pero me ayudó poder conocer el trabajo de las comadronas del duelo.

¿Puedes profundizar en este trabajo de las comadronas del duelo? Porque es un trabajo también oculto.

Yo no sabía que esta clase de comadronas existían. La mujer a la que conocí se formó como una comadrona normal, pero se acabó especializando en bebés que no iban a vivir mucho tiempo fuera del útero: tan solo unas horas o que ya nacen muertos. Este hospital tenía esta especialidad, lo cual no pasa en muchos de los hospitales y los padres tienen que compartir espacio junto a aquellos cuyos bebés sí que salen adelante. Ella eligió dedicarse a ello porque cuando era más joven tuvo que ayudar a una mujer que estaba dando a luz a un bebé que no iba a vivir mucho tiempo, y la situación le impactó. Entonces ella encontró una forma de aportar algo, de ayudar con esa realidad. Nunca la conocerías a no ser que te vieras en esa situación. Si no, su cargo se mantendría absolutamente fuera de tu vida. 

De todos los trabajos, este fue el que más me impactó, porque precisamente yo estaba interesada en este tipo de trabajos “ocultos”, y este fue el trabajo más oculto que me encontré. Ni siquiera sabía de ello al comenzar a plantear el libro, cuando comencé a hacer una lista de profesiones en las que quería adentrarme. Encontré esa profesión en medio del libro porque estaba investigando.

Lo remarcable de todas estas profesiones no es solo el hecho de que trabajen con personas muertas, sino que ellos cuidan a los vivos. Son, de alguna forma, responsables con las emociones de los vivos y, sin embargo, silenciamos colectivamente su existencia. Son como un secreto. No hablamos de sus trabajos, pero ellos son tan responsables con cómo nosotros sufrimos, con cómo lidiamos con el hecho de que hemos perdido a alguien, y su trabajo es ampliamente minusvalorado y escondido. 

Cuando estaba vistiendo a ese completo extraño se sintió como un acto religioso. Es como atarle los zapatos a un niño antes de que se vaya a la escuela, como decirle adiós a alguien desde un lugar de cuidado.

Al principio del libro menciona que uno de sus propósitos al conocer a toda esta gente era saber si nos estábamos perdiendo algo esencial al estar tan desconectados de la muerte. ¿Nos estamos perdiendo algo?

Sí. Una cosa que nos estamos perdiendo, por ejemplo, es el momento trascendental que tú puedes, de alguna manera, tener, con una persona fallecida. No soy religiosa ni espiritual, pero cuando estaba vistiendo a ese completo extraño se sintió como un acto religioso. Se sintió muy especial, y simplemente le estaba poniendo calcetines. Era como que estabas cuidando de alguien, y al mismo tiempo se trataba de la última cosa que podías hacer por ellos antes de que se los llevasen de tu lado. Es como atarle los zapatos a un niño antes de que se vaya a la escuela, como decirle adiós a alguien desde un lugar de cuidado.

Para mí esta es una vivencia útil de cara al duelo, pero cada persona es diferente y debe marcar sus propios límites. Sin embargo, el hecho de que haya gente que ni se plantee qué cosas le ayudarían en este sentido, es un poco triste. En Reino Unido, por ejemplo, está permitido ayudar a vestir a tu ser querido, pero nadie te lo pregunta porque asumen que nadie va a querer. Es parte del ritual que nos estamos perdiendo. La muerte es mucho menos tenebrosa de lo que pensamos, mucho más interesante, el mundo que la envuelve es mucho más emocional, y está mucho más conectada a nuestra vida de lo que creemos. 

Dos años después, ¿cómo hablaría de todas estas personas que se dedican a “cuidar” a los muertos? ¿Diría que tienen alguna característica en común?

Algo que comparten es que son personas muy divertidas. Sin embargo, son diferentes en casi todo lo demás. Por ejemplo, en términos de qué pueden soportar. Empecé con todo esto asumiendo que todos estarían cómodos junto a cuerpos sin vida, pero no es verdad. Por ejemplo, el hombre que trabajaba en el crematorio llevaba quemando cuerpos treinta años, pero estaba asqueado por la idea de siquiera tocar uno.

Una cosa en común de todos ellos, sin contar al que se dedicaba a limpiar escenas del crimen, que lo hacía solo por dinero, y sin contar el caso del verdugo, cuya historia era muy diferente, es que la mayoría sentían que estaban ayudando, de algún modo, no solo a las personas muertas sino, sobre todo, a las personas vivas. La gente cree que mi libro trata sobre las personas muertas. No es así. Mayormente, es sobre los vivos.

La mayoría de ellos no se sienten vistos. Todos ellos me hablaron de diferentes tipos de mentiras que tenían preparadas para ocultar su verdadero trabajo.

La mayoría de nosotros no tenemos relación con ellos. ¿Se sienten solos, poco vistos, olvidados?

Sí, y yo lo encuentro muy triste. Todos ellos me hablaron de diferentes tipos de mentiras que tenían preparadas para ocultar su verdadero trabajo. El embalsamador, por ejemplo, le decía a las personas que era profesor, lo cual era parcialmente cierto, porque era un profesor de embalsamamiento, pero omitía la segunda parte. Ellos sienten que son muy importantes para las familias alrededor de dos semanas, y que inmediatamente después les olvidan.

Cuando fui a una convención de funerales, donde había directores de funerarias, embalsamadores... Fue una de las mejores fiestas en las que he estado. Todo el mundo estaba hablando entre sí. En ese lugar ellos estaban seguros de que no había nada de lo que pudieran decir que pudiese impactar a los demás o cortar el rollo, por lo que creo que la comunidad es de alguna forma importante para ellos debido a que “los separamos” de nosotros de una forma extraña.

Una de las preguntas que tenía al comenzar el proyecto era: ¿son como creemos? Porque a todos se nos vienen a la cabeza estas imágenes de gente morbosa, que no tiene ningún sentido del humor, que son altos, delgados, y espeluznantes, como la familia Addams, pero todo eso son simplemente imágenes creadas por nuestra cabeza. No es así.

¿Ha pensado en cómo te gustaría que fuese toda esa cadena de cuidados una vez muera? ¿Le gustaría algo más personalizado, menos “estandarizado”?

Creo que los funerales son para los vivos, así que si mi familia quiere ayudar a vestirme, entonces eso está en su mano y no tiene nada que ver conmigo. Pero sí que me gustaría que se usase conmigo una máquina de hidrólisis alcalina: es una “cremación acuática”. No sé si es legal en España aún, pero se trata de un cilindro plateado en el que se pone agua ultra caliente, y todas las partes biológicas de tu cuerpo empiezan a descomponerse. Se convierten en un líquido que se parece como al… ¿Té? Es como que el ADN se descompone, se disuelve, y lo que queda es un esqueleto perfectamente blanco. De ello obtienes unas cenizas que son blancas, no grises.

Es mucho mejor para el medio ambiente, porque cuando quemas un cuerpo todo lo que hubiese en él, como las drogas, en el caso de la gente que las toma, se expulsa al aire, y esto es un proceso mucho más esterilizado, por lo que es más inocuo. Yo creo que es uno de los caminos hacia el futuro de la muerte, pero a la gente le da mal rollo porque cree que te van a derretir. En Estados Unidos es legal en algunos estados, y en Reino Unido es legal pero nadie tiene una máquina para ello.




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