Espías el día de Reyes: la operación de propaganda de la CIA vasca el 6 de enero de 1946 en Vitoria, Bilbao y Donostia
El Servicio Vasco de Información del lehendakari Aguirre repartió un folleto del obispo Múgica, crítico entonces con el franquismo, y la Policía del régimen interceptó a un agente en una parroquia de Donostia y se inició una persecución por calles y tejados
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En plena Guerra Civil y con José Antonio de Aguirre a la cabeza se constituyó el primer Gobierno autonómico de lo que entonces se conocía como Euzkadi, con zeta. Entre los organismos que se crearon se incluyó una agencia de espionaje, el Servicio Vasco de Información (SVI) que durante el período posterior, el de la II Guerra Mundial, colaboró con la recién creada CIA (cuyas primeras siglas fueron OSS) y el FBI de Estados Unidos, con el SOE británico o con Deuxième Bureau de Francia. El SVI realizó operaciones en el exterior como robar al franquismo el código secreto de comunicaciones de España hacia sus embajadas en América o el proyecto Airedale para cazar nazis, pero una documentación recopilada por el Archivo Histórico de Euskadi revela que el día de los Reyes Magos de 1946 también ejecutó una acción de propaganda en el interior, principalmente en Bilbao pero también en Donostia y en Vitoria, donde el Gobierno autonómico nunca tuvo competencias reales al ser zonas ya conquistadas por los sublevados cuando la II República autorizó el Estatuto. En una parroquia de Donostia, la Policía franquista detectó este movimiento y se produjo una pelea y una persecución por calles y tejados.
Los informes del SVI muestran que hace justamente 79 años se organizó un “reparto de documentación católica” en Bilbao, Donostia y Vitoria. El PNV, que controlaba en última instancia el SVI aunque el primer Gobierno vasco era de coalición, era una formación muy clerical y quiso combatir el discurso franquista de que todas las fuerzas leales a la legalidad en 1936 eran antirreligiosas. La “documentación” que se repartió era una carta del obispo de Vitoria al estallido de la contienda, Mateo Múgica. Vitoria fue la primera ciudad conquistada por los golpistas y Múgica aparece en imágenes y documentos como afecto a aquel nuevo régimen, sin matices. Sin embargo, con el paso de los años se distanció de la línea oficial de la Iglesia católica y en 1945 escribió una larga carta en la que defendía que, singularmente, el PNV no suponía un riesgo para la religiosidad, uno de los argumentos que se lanzaron para justificar la “cruzada” contra la II República.
“Fue obligado a renunciar a su diócesis de Vitoria a cambio de la titular de Cinna, y se instaló en Cambo Les Bains (Francia). En 1945 publicó su célebre 'Imperativos de mi conciencia', donde trazó una ferviente defensa de sus sacerdotes 'injustamente perseguidos, vejados, castigados, expoliados y calumniados”, relata la Real Academia de la Historia sobre Múgica. El prelado, en definitiva, se acercó a las posiciones del PNV estando en Iparralde y los responsables políticos del SVI en el exilio lo aprovecharon. No consta qué folleto exactamente repartieron los miembros del SVI en el interior aquel 1946 pero sí se menciona que era un texto de “Mr. Múgica” y que fue tal su éxito el 6 de enero que pocos días después se encargaron otras 4.000 copias adicionales.
Un informe del SVI fechado el 8 de enero de 1946 y que se hizo llegar a Jesús María de Leizaola, entonces segundo de Aguirre y, a su muerte, segundo lehendakari en el exilio, explica que “el día 6 de enero, festividad de los Reyes Magos, se repartió el folleto de Mr. Múgica en las puertas de todas las parroquias, a la salida de la misa de las ocho de la mañana”. “Convenientemente situados [los agentes] y bien calculado el tiempo máximo de tiempo a mantenerse sobre el sitio [para no ser detectados por el régimen], la operación se llevó perfectamente” en Bilbao y en Vitoria. En Donostia también, aunque consta una incidencia. “Salvo una sola excepción, nadie se percató del significado de la hoja repartida”, matiza el informe.
¿Qué pasó con esa “excepción”? “En San Sebastián y frente a la parroquia de San Vicente, repartía un gudari su lote correspondiente. Se le acercó un hombre pidiéndole un ejemplar y el chico, oliendo algo raro, le contestó que solamente era para las mujeres, a lo cual el otro presentó un carnet de Policía. Le invitó a que le acompañara y el chico accedió. Pero fueron pocos los pasos que dieron juntos. El gudari -soldado vasco, fuerte chicarrón-, le metió por las malas en un portal y allí le dio una serie de bofetadas, hasta dejarlo tendido en el suelo. Su buen corazón estuvo a punto de jugarle una mala pasada. Le dio pena y creyó, al verle tendido, que ya tendría bastante y, sacudiéndose las manos, se marchó tan tranquilo. Pero el policía reaccionó a tiempo para organizar una carrera tras nuestro chico, junto con dos guardias armados, a voces de 'a ése, a ése'. Nueva historia de pisos y tejados y entradas en habitaciones ocupadas, pero al fin aparece de nuevo en la calle y esta vez sin sus molestos acompañantes”, novela el SVI en una carta que pretendía que acabara en manos del 'Euzko Deya', el periódico oficial de propaganda en el exilio y con varias ediciones, tanto Europa como en América. Otros documentos matizan que aquella parroquia estaba llena de carlistas, una de las familias que más decididamente apoyó el primer franquismo.
El 19 de enero de 1946, llegó al exilio otro mensaje desde el interior: “Distinguido compatriota. De dentro me pasan la siguiente nota: Me encargan os pida 4.000 números más de la carta de Múgica. Causa un efecto formidable. Se les ha enviado a todos los sacerdotes y en cada sacristía no se oye hablar de otra cosa”. No constan más operaciones de reparto. Sin embargo, Múgica fue autorizado a regresar a España en 1947. Falleció en 1968, casi centenario y con problemas de visión.
Las cartas de Aguirre, de Leizaola o de dos importantes responsables del SVI en la sombra, Antón de Irala y Jesús de Galíndez, muestran que confiaban que con la derrota en la II Guerra Mundial de Adolf Hitler y Benito Mussolini, los aliados de Francisco Franco en 1936, cayera también el régimen español. Pero no fue así. Galíndez, secuestrado en Estados Unidos en una historia aún no del todo documentada, y el propio Aguirre fallecieron sin ver el regreso de la democracia.