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El lobby ganadero en el ecologismo: por qué se silencia la cuestión más importante

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Se publica un informe sobre la influencia del lobby ganadero en el movimiento ecologista y climático, lobby que ha logrado silenciar la principal medida ante la mayor crisis de la historia: la transición a dietas vegetales

El informe -que se encuentra completo aquí- destaca el papel, entre otros, del BC3 (Basque Centre for Climate) en la difusión de desinformación científica al servicio de la industria ganadera que permea el ecologismo, y señala a las grandes ONG ecologistas como cómplices de un negacionismo que está impidiendo que se conozca el principal problema y se active la principal solución.

Imaginemos un universo paralelo donde la casi totalidad de los movimientos ecologistas y climáticos silenciasen el problema de los combustibles fósiles y la necesidad de eliminarlos, y que hubiera unos pocos grupos, contados con los dedos de una mano, que llevasen años intentando sin éxito romper ese muro de negacionismo. Estaremos de acuerdo en que resulta impensable, y nos escandalizamos, con razón, del lobby petrolero que bloquea las cumbres de la ONU y del negacionismo climático de la ultraderecha.

Pero entonces, ¿cómo es posible que, de las decenas de miles de ONG ecologistas, climáticas y ecosociales del mundo, se cuenten con los dedos de una mano (aproximadamente un 0’01 % del movimiento) las que ponen el foco en el problema y la medida más importante para hacer frente a la crisis ecológico-climática y de superación de límites planetarios, siendo además organizaciones muy pequeñas, con unas decenas de integrantes, mientras que las grandes ONG, con millones de integrantes, lo silencian?

Nos referimos al problema de la industria alimentaria de explotación animal, como principal causa de la crisis ecológica, y a la urgente transición a dietas basadas en plantas, como medida más importante. Si te sorprende que esta sea la cuestión prioritaria, no te preocupes, eres víctima de décadas de desinformación promovida por el lobby ganadero-avícola-pesquero-acuícola, del que el ecologismo, insólitamente, se ha hecho mucho más eco del que se piensa. Se trata, en efecto, de un tema tabú que, desde hace décadas (o quizás siglos, o milenios) bloquea fatalmente cualquier acción ecológica real. Se trata, podríamos decir, del meollo no reconocido del problema, que toca el epicentro de la mayor crisis de la historia. ¿Por qué, ante el tema alimentario, tanto los gobiernos de izquierdas como la mayoría de movimientos ecosociales actúan de forma no muy distinta a la ultraderecha?

El lobby ganadero, cárnico, lácteo y, en general, alimentario de explotación animal, uno de los más antiguos, potentes y dañinos que existen en el mundo, está recibiendo progresiva atención y, como veremos a continuación, existen crecientes evidencias, informes, documentales y denuncias de su intrusión en organismos como la FAO, el IPCC o la UE. Pero faltaba aún por revelar la parte acaso más escandalosa: cómo estos lobbies se infiltran en el tejido social, y su influencia en los propios movimientos ecologistas, climáticos y ecosociales.

El lobby ganadero, cárnico, lácteo y, en general, alimentario basado en explotación animal, se infiltra en el tejido social e influye en los movimientos ecologistas, climáticos y ecosociales

Un nuevo informe de Instituto Metabody y Rebeldes Indignadas pone el foco en este tabú hasta ahora incuestionado: la manera en que el lobby ganadero-cárnico y alimentario infesta el movimiento ecologista desde hace décadas y cómo esto ha contribuido, junto a otras razones, a que la casi totalidad de organizaciones del movimiento climático y ecologista silencien la más importante medida ante la crisis ecológico-climática: la transición a dietas basadas en plantas, que, como decía alto y claro Johan Rockström, uno de los más reputados científicos climáticos del mundo, en una reciente entrevista en El País, es con diferencia la medida más necesaria y urgente, por delante de la transición energética y la economía circular.

El informe se titula Oculto a primera vista, en referencia tanto a cómo ese lobby silencia algo que la ciencia dice de forma muy clara, como a lo ubicuo y evidente, pero también silenciado, de la presencia de dicho lobby en todo el tejido social. El informe reúne por primera vez más de una veintena de otros informes, muchos de ellos de 2024, que han denunciado a dicho lobby desde, al menos, 2012, y expone la importancia fundamental de visibilizarlo y pararlo, pues está logrando, ni más ni menos, que se silencie la medida más importante ante la mayor crisis de la historia.

La casi totalidad de organizaciones del movimiento climático y ecologista silencian la más importante medida ante la crisis ecológico-climática: la transición a dietas basadas en plantas.

¿Por qué callan los movimientos ecosociales? Por un lado, por la fatal alianza con “el campo” que el movimiento ecologista lleva décadas estableciendo, y que lo ha llevado a defender como solución a una de las industrias más dañinas: la ganadería extensiva. Sería como defender los combustibles fósiles, o peor, pues la carne produce cuatro veces más impactos que la aviación comercial; la ganadería emite más gases de efecto invernadero (GEI) que el transporte mundial; la ganadería es la principal fuente de deforestación, y tiene mucho más impacto en biodiversidad y otros límites planetarios cruciales para sostener la habitabilidad terrestre.

Mientras tanto, la pesca y acuicultura arrasan los océanos y su capacidad de regular el clima. Como afirman centenares de informes institucionales, el conjunto de la industria alimentaria de explotación animal (IAEA) es la primera causa de cambio climático, extinciones masivas, contaminación global, agotamiento del agua, problemas de salud humana, desigualdad y abuso extremo de animales.

Por ello, el hecho de que el movimiento esté copado por ganaderos de extensiva y defienda tanto esta actividad como la pesca tradicional es equivalente a tener el movimiento copado por la industria de combustibles fósiles, o peor, un hecho de magnitud capital, pues impide que la sociedad conozca la más importante medida ante la mayor crisis de la historia, una medida que todas las personas podríamos poner en marcha sin esperar a que ningún gobierno lo haga: la transición a dietas basadas en plantas y en productos locales, de temporada y libres de tóxicos, procedentes de prácticas agrícolas de mínimo impacto, como la permacultura vegana.

La industria alimentaria de explotación animal es la primera causa de cambio climático, extinciones masivas, contaminación global, agotamiento del agua, problemas de salud humana, desigualdad y abuso extremo de animales.

El informe desgrana cómo esta medida clave es recogida por innumerables informes, incluido el propio IPCC, pero ha sido censurado de versiones finales de dichos informes, si bien figura en las versiones preliminares, cuya filtración se comenta en el informe. Esta censura se ha dado de forma análoga en FAO desde 2009, y en 2024 ha estallado un escándalo sin precedentes: más de 20 importantes científicos acusan a la institución de graves distorsiones al servicio de la industria y siempre con el fin de silenciar la importancia del cambio en la dieta.

Otros motivos para este silenciamiento y este negacionismo se deben al supremacismo humano y al especismo de gran parte del activismo en países ricos, que no quiere cuestionarse privilegios, así como del miedo de las organizaciones a tocar temas tabú para no perder afiliados ni subvenciones. De este modo, se segrega sistemáticamente al antiespecismo, negando el hecho de que en el especismo está precisamente la clave, tanto de la crisis climática como de los problemas sociales: es la pieza ausente en el puzzle de la extinción.

Pero una rama esencial de este complejo fenómeno global es la desinformación que se promueve desde algunos sectores de la academia, con ciertos centros e investigadores como focos de producción de ciencia negacionista del papel que la ganadería y los alimentos de origen animal juegan en la crisis. 

El informe destaca aquí el papel del BC3, Centro Vasco del Cambio Climático, donde investigadores como Pablo Manzano o Agustín del Prado colaboran tanto con la industria como con numerosas entidades del ecologismo y publican numerosos estudios negacionistas que intentan defender supuestas bondades de la ganadería extensiva. Dicho Centro tuvo un papel clave en el reciente escándalo en Rebelión Científica España, donde Rebeldes Indignadas denunció un golpe de Estado del lobby ganadero.

El informe señala cómo las cinco grandes organizaciones ecologistas (Greenpeace, Ecologistas en Acción, WWF, SeoBirdlife y Amigos de la Tierra), pero también otros colectivos como Extinction Rebelion/Rebelión o Extinción (XR), Rebelión Científica (RC), Fridays for Future/Juventud por el Clima o la Red A22, reproducen este negacionismo y silenciamiento, defendiendo la ganadería extensiva y eludiendo o minimizando la cuestión clave de la eliminación de productos animales en la dieta (teniendo en cuenta que, incluso según la muy reconocida Dieta de Salud Planetaria, en España deberían reducirse al menos en un 84 %, pero reconociendo el IPCC y otros inumerables informes que la dieta más beneficiosa para el clima y la salud es la dieta vegana).

Entre las poquísimas colectivas que sí abordan como prioritario el tema del tránsito a sistemas alimentarios basados en plantas, están precisamente escisiones de XR y RC: Animal Rising en el Reino Unido, Futuro Vegetal y Rebeldes Indignadas en España, y pocas más, todas ellas en reacción al silenciamiento del problema en las otras colectivas.

Se segrega sistemáticamente al antiespecismo, negando el hecho de que en el especismo está precisamente la clave, tanto de la crisis climática como de los problemas sociales.

El informe resalta la importancia de romper este muro de silencio desde el ecologismo como única forma de sortear el negacionismo, la desinformación y el desconocimiento que impone la mayor parte de los medios de comunicación, junto con los gobiernos y las lobbycracias empresariales.

Este silenciamiento criminal es un lastre devastador que ha hecho que desde hace décadas los movimientos ecosociales globales estén atascados en medidas que suponen parches y que en muchos casos podemos tildar de greenwashing (como la transición energética, que jamás bastará para acabar con los combustibles fósiles sin un decrecimiento profundo de los consumos y economías hacia vivir mejor con menos despilfarro) y eludiendo la medida más trascendental, la transición alimentaria. Una medida que, además, todes podemos activar sin esperar a que los gobiernos la activen, y forzando a las empresas a cambiar. Un problema y una medida que urge dar a conocer, tanto para denunciar y exigir a gobiernos criminales (incluidos todos los de izquierdas, que en temas alimentarios actúan como si fueran la ultraderecha), como para activar el cambio personal y colectivo.

Si así se hiciera, y como vienen defendiendo innumerables informes científicos de las últimas décadas, se podría activar lo que George Monbiot llama una regénesis: la resilvestración o rewilding inmediata de un tercio de la superficie terrestre y de la casi totalidad de los océanos, acabando con el holocausto planetario de la alimentación humana, por el que se extermina cada día a una población de seres sintientes equivalente a la humanidad entera. Gran parte de esa población no humana es exterminada tras pasar la vida en condiciones infernales. Se eliminaría asimismo la principal fuente de enfermedades humanas (zoonóticas y pandemias, cáncer, cardiovaculares, diabetes y muchas más, así como la resistencia antimicrobiana), de inseguridad alimentaria y conflicto, de contaminación global, de extinciones masivas y de cambio climático.

Se podría activar lo que George Monbiot llama una regénesis: la resilvestración o rewilding inmediata de un tercio de la superficie terrestre y de la casi totalidad de los océanos.

A pesar de los inconcebibles beneficios de dicha transición, el supremacismo humano imperante la hace, al parecer, impensable: con tal de no dejar el jamón y el filete seguimos, en palabras de Antonio Guterres, secretario de Naciones Unidas, “con el pie en el acelerador en la autopista al infierno climático” y la extinción, en una suerte de grande bouffe planetaria (en referencia a la película de Marco Ferreri La grande bouffe, en la que cuatro hombres se suicidan comiendo): un suicidio colectivo comiendo hasta la extinción. Pero es inadmisible que el ecologismo reproduzca esta lacra que nos lleva al abismo junto a millones de especies. Desde Rebeldes Indignadas y el Instituto Metabody se hace una llamada a romper este muro de silencio.




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