Por favor, no me invites a tu boda: cuando celebrar el amor supone un agujero en tu cuenta
Puede que un día llegues de trabajar a casa y en el buzón encuentres un nuevo tipo de correo no deseado entre las facturas de la luz y el agua; la invitación a una boda
Por qué no encontramos una manera efectiva de despojarnos de nuestras cosas
Acudir a una boda parece una cuestión ineludible, cualquier excusa puede resultar superficial comparada con la ilusión que los novios han puesto en la organización del evento del que quieren que tú también seas partícipe. Es así como una boda pasa a convertirse en una fecha a destacar en tu calendario. Desplazamientos, regalo, vestidos, trajes... y en los últimos años, también despedidas de solteros, prebodas y demás microeventos en torno al gran día, pueden suponer un desembolso que acabe condicionando la economía personal de todo un año.
A menudo se da por supuesto que toda persona con cierta edad invitada a un evento podrá asistir a él, y que cualquier esfuerzo económico podrá ser asumido, pero esto no siempre tiene por qué ser así. La precariedad laboral y económica en torno a la que giran nuestras vidas hace que tengamos que decidir qué es asumible o no para nuestros bolsillos. Es así como asistir a una boda se convierte en algo prescindible.
Según el Centro de Información Estadística ante Notario, los matrimonios realizados de esta forma aumentaron un 16,3% en 2023, lo que supone 22.632 bodas más. Esto incrementa la posibilidad de acudir a una, aunque ahora las bodas se alejan mucho de la idea tradicional que se tiene de ellas. “Las bodas hoy en día son caras porque incluyen muchos extras. Antes se centraban en ir a un sitio a comer y beber. Ahora las bodas son casi festivales”, señala Paloma Lejárraga, experta en protocolo y wedding planner. “Se han convertido en una búsqueda constante de sensaciones para los invitados”, añade.
200 euros el cubierto (y sigue sumando)
Esto es algo que acaba por inflar el precio del evento y, en consecuencia, el asistente tiene que asumir como un extra que puede competir con otros desembolsos añadidos como “tener que arreglar el coche o ir al dentista”, comparte Juan, de 34 años, que ha ido a cinco bodas en los últimos tres años. “Cuando me invitan a una boda tengo que mirar mi Google Calendar y comprobar si me coincide con otro evento que tenía planeado. Pensar en hipotéticos desplazamientos y los gastos que ello conlleva (alojamiento, días de vacaciones que no tenía pensado usar, etc.). La ropa para mí no es tan importante, ya que al ser hombre suelo repetir traje y nadie se da cuenta. Todo ello sumado al sobre que le daré a los novios”.
Las bodas hoy en día son caras porque incluyen muchos extras. Antes se centraban en ir a un sitio a comer y beber. Ahora son casi festivales
Y es que en una boda que conlleve todo lo anterior “se pueden ir perfectamente 1.000 euros”, como termina confesando Juan. También comparte que “cada uno puede gastarse lo que quiera en su boda, pero no voy a gastar más en el sobre o en el regalo porque tengas a una persona cortando jamón o toque la Orquesta Sinfónica de Londres”.
El coste medio por invitado a una boda puede ir desde 144 euros en Andalucía hasta 267 euros en Asturias, según este estudio reciente publicado por la plataforma Bodas.net con datos de 2023. El informe asegura además que en nuestro país estas celebraciones cuentan con una media de 117 invitados. Si usamos el coste del cubierto como referencia para determinar la aportación a la pareja de novios, encontramos que ronda los 200 euros, un dato con el que coincide también una encuesta reciente de Klarna y al que hay que sumar los gastos de vestuario, transporte y alojamiento. La cifra puede subir aún más según la cercanía o la relación con la pareja.
Herramientas para decir que no
Según la psicóloga Carmen Molina, “si se elige no asistir a una boda hay diferentes herramientas con las que se cuenta siendo la principal la asertividad. Hay que entender que tengo derecho a decir que no a pesar de la culpa”. Esto es crucial debido a que a veces no se es consciente de que la negativa es una opción. Que es totalmente válido decir que no a una invitación de boda desde el respeto a ese día, pero ¿cómo expresarlo? Molina comparte con este medio que “existe una técnica muy sencilla, la del sándwich. Esto es revestir esta negativa que se nos hace complicada de expresar entre dos comentarios que nos resultan más fáciles”.
Otra parte crucial ha de ser que la pareja que se casa entienda que su boda no tiene por qué ser un evento ineludible para los demás, a pesar de que sí sea importante. Que el casamiento es una decisión unilateral de quien se casa e implica a otra gente. Es por ello que el hablarlo es lo principal, para evitar malentendidos. Según la psicóloga, “si yo quiero que mi mejor amiga esté en mi boda y es prohibitivo para ella le puedo facilitar que no pague el cubierto o que no me haga un regalo. Decírselo desde la mayor honestidad para que sepa que para mí lo más importante es que esté en mi boda”.
Posibles alternativas
“Una de las cosas que menos me gusta de asistir a una boda es esa casi obligación de pagar la fiesta cuando creo que no debería de ser así”, cuenta Juan. “También la competición silenciosa que se genera entre las parejas que se han casado anteriormente. Hay quienes están criticando todo el evento a modo de eterna comparativa entre platos, el lugar o la espectacularidad de la boda”. Esto último puede ser curioso debido a que es uno de los motivos que hacen que las bodas se conviertan en un círculo vicioso de más y mejor al que da pereza asistir.
Tengo que comprobar si me coincide con otro evento que tenía planeado, pensar en hipotéticos desplazamientos y los gastos que conlleva (alojamiento, días de vacaciones que no tenía pensado usar, etc.). Todo ello sumado al sobre que le daré a los novios
El silencio que genera la falta de recursos económicos puede ser un factor que provea malentendidos a la hora de compartir la negativa con la pareja. Los novios pueden dar alternativas de no pagar el cubierto, pero la vergüenza puede ser también paralizante. “La empatía por parte de los novios puede no darse porque no se sabe sobre estas situaciones económicas complicadas. La gente se acaba ahogando o acaba pidiendo ayuda para poder asistir. Si se habla de manera genuina hay parejas que sí lo van a llegar a comprender”, añade Molina.
Modas, redes sociales y bodas más caras
Y en este cambio en las bodas han tenido mucho que ver las redes sociales, ya que, como dice Paloma, “los novios quieren replicar aquello que ven en las redes sociales de otras parejas. Modas que ves y te gustan, como los fuegos artificiales de colores”. Todo suma en el encarecimiento de estos eventos. Las bodas incluso cuentan con un guion específico en el que habrá ciertos eventos sorpresa que buscan impresionar a los asistentes y que los novios delegan en quienes se dedican a la organización de las mismas.
Juan siente que “la mayoría de bodas se han convertido en un evento lleno de postureo y parafernalia en el que han olvidado la motivación principal del evento: celebrar juntos la unión de dos personas”. Esta, junto a la monetaria, se ha convertido en otra motivación para ignorar en el buzón la invitación de boda, aunque ignorarlo sin más no sea lo más aconsejable si se quiere mantener una buena relación con quienes han decidido colocar una alianza en su dedo anular.
¿Es posible otro tipo de celebración?
Está la ambición de querer una boda que se adapte a las modas, pero también hay una tendencia actual de celebrar bodas en las que lo importante no es la espectacularidad y el lujo, y sí el momento compartido con los seres queridos desde algo más informal. “Me están llegando invitaciones a otro tipo de bodas en las que se ensalza más el querer estar con la gente y no el gasto económico”, apunta Carmen Molina. “Eso viene de comprender las situaciones económicas precarias de los demás”.
Bodas en las que la ropa no es tan importante o la etiqueta queda apartada. Diferentes a lo que es una boda socialmente entendida. Incluso hay quien entiende que su boda no debe suponer un gasto para sus familiares o amigos y decide pagarla por su cuenta, disminuyendo el número de invitados. Pero este tipo de bodas tiene un inconveniente, la crítica externa —a veces apabullante— de quienes se sienten ofendidos por no haber sido invitados.
Si se elige no asistir a una boda hay diferentes herramientas con las que se cuenta siendo la principal la asertividad. Hay que entender que tengo derecho a decir que no a pesar de la culpa
Según la psicóloga, “ante esto los novios podrían dar un mensaje de mucha claridad y ensalzando lo genuino. Quizás tendríamos que dar por hecho que siempre van a haber críticas. Ante estas nos tenemos que centrar en que es una decisión que hemos tomado, y en por qué es importante para nosotros. Si hay gente que no está de acuerdo, pues tendremos que lidiar con ello asumiéndolo”.
Decir que no, pero con tiempo
Algo importante cuando se dice que no es hacerlo con tiempo, para que la pareja que se casa pueda saberlo con antelación y reorganizar el evento. Puede parecer una tontería, pero uno de los problemas de hacer algo que nos hace sentir incómodos es la procrastinación y esto puede hacer que se genere una situación violenta, “si quiero decir que no y lo tengo claro, pues decirlo con tiempo es lo idóneo. No esperar al último momento, porque esto sí que puede ser una complicación”, añade la psicóloga Molina.
Y es que, según Lejárraga, “cogemos bodas con un año/año y medio de antelación”, por lo que se tiene tiempo suficiente para buscar las herramientas y hablar con quienes se casan y compartir cuál es el motivo de la no asistencia, incluso aportando otro momento más íntimo que compartir antes o después de la boda. Es aquí cuando la imaginación puede trabajar contra la precariedad económica. Es cuando crear un momento compartido puede suceder también en paralelo a la asistencia al evento principal, los humos de colores y la pirotecnia.