Добавить новость
ru24.net
Eldiario.es
Январь
2025
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31

Malos tiempos

0

Lo peor va a ser el impulso y respaldo que la vuelta al poder de Trump –con la ayuda de otros como Elon Musk– va a dar a los líderes, partidos y movimientos de extrema derecha o neofascistas, en todo el mundo

Las propuestas que ha hecho Donald Trump para nombramientos de cargos clave en su administración, y sus declaraciones –a unos días de la toma de posesión como 47º presidente de EEUU–, sobre sus ambiciones expansionistas, son signos claros de lo que podemos esperar de su segundo mandato, que va a ser –según los indicios– más lesivo que el primero para la democracia y la justicia, tanto en el interior de su país como para el resto del mundo.

Un equipo hecho a medida  

Trump ha designado para los altos cargos de su administración a personas cuya fidelidad y obediencia no ofrece ninguna duda, ante los disgustos que le dieron algunos de sus colaboradores durante su primer mandato, como su exjefe de gabinete, Trump Kelly, su segundo secretario de Defensa, Mark Esper, o su exjefe del Estado Mayor conjunto, Mark Milley, que le calificaron abiertamente de fascista después de dejar sus cargos.

Se podría escribir mucho sobre la mayoría de los que ha elegido para acompañarlo en su nuevo mandato, pero como ejemplo puede servir, por su perfil político e ideológico, el propuesto para secretario de Defensa, Pete Hegseth, que tuvo que responder, ante la preceptiva audiencia en el Comité de Fuerzas Armadas del Senado, sobre sus antecedentes de abuso del alcohol, irregularidades financieras y una denuncia de agresión sexual que se saldó con un acuerdo de confidencialidad. Hegseth – expresentador y comentarista político en Fox News y exoficial de la Guardia Nacional–, es un extremista del movimiento MAGA que ha llegado a decir que EEUU es una república constitucional pero no una democracia, que los asaltantes del capitolio el 6 de enero de 2021 son unos héroes, que Israel es el pueblo elegido por dios – aunque él es un nacionalista cristiano–, y que es necesaria una cruzada nacional porque las diferencias con la izquierda no pueden ser resueltas políticamente. 

Nunca ha tenido un cargo de responsabilidad y desde luego no está cualificado para dirigir el mayor Departamento de la administración estadounidense, que engloba casi 3,4 millones de personas entre militares y civiles, con un presupuesto en 2023 de más de 900.000 millones de dólares. Su único valor es ser leal a Trump, al que asesoró en su primer mandato, y a quien pidió que indultara a soldados acusados de vulnerar los derechos humanos y las leyes de la guerra. Es xenófobo, racista, y misógino, un ejemplo del ultraderechista estadounidense en estado puro Si el Senado finalmente lo ratifica –lo que es más que probable dada su composición– este individuo pasará a dirigir la mayor máquina militar que ha conocido la historia de la humanidad. Preguntado en el Comité si enviaría soldados a ocupar Groenlandia o Panamá, contestó que Trump había tenido 70 millones de votos y era el comandante en jefe. Preguntado si ordenaría disparar a manifestantes si se lo pidiera Trump, no contestó. En su declaración inicial dijo que quería un Pentágono centrado en la lucha bélica y la letalidad.

La geopolítica imperial

Las fuerzas armadas de EEUU, presentes en 80 países, son el fundamento de su hegemonía mundial. Su presupuesto es mayor que la suma de los diez que le siguen, más del triple del de China y casi nueve veces el de Rusia. Esa potencia militar le proporciona una enorme influencia política, que a su vez tiene una repercusión económica en la sólida fortaleza del dólar, sin la cual sería imposible mantener una economía con una deuda –solo la federal– de 36,17 billones (europeos) de dólares. La dolarización de la economía mundial es vital para EEUU, es lo que le permite invertir enormes sumas en la industria de defensa y aeroespacial y favorecer así su desarrollo tecnológico. El cuadro se completa con el dominio mediático y de las redes sociales, que se han puesto ahora al servicio de Trump, excepto una que no controla porque es China, TikTok, que va a ser prohibida en EEUU, salvo que sea comprada por Elon Musk o Mark Zuckerberg para ponerla a su servicio, como las demás.

Las manifestaciones de Trump sobre comprar Groenlandia, retomar el control del canal de Panamá o la anexión de Canadá no son fruto de una locura sobrevenida, es solo su forma arrogante y prepotente de hacer política, pero responden a intereses estratégicos esenciales de EEUU. Su poder militar está limitado por la existencia de otros países que poseen misiles intercontinentales nucleares capaces de llegar a territorio estadounidense, pues impiden el uso de los suyos ante la amenaza de la destrucción mutua asegurada. Si lograra la capacidad de neutralizar los misiles de las otras potencias tendría el poder absoluto. Pues bien, una de las piezas clave en la detección temprana de estos misiles, necesaria para su destrucción, concretamente los procedentes de Rusia que usarían rutas transpolares, es la base de Thule, o Pituffik, situada estratégicamente en el noroeste de Groenlandia, que por eso es vital para la seguridad de EEUU. Si a esto unimos los enormes recursos minerales de la isla –incluidas tierras raras como el neodimio– y el control de la ruta polar del noroeste, cada vez más importante por el deshielo, no es raro que Trump reitere la ambición de su primer mandato de hacerse con Groenlandia. Y tal vez lo consiga, ante la pasividad europea, empleando el método texano, es decir, pasando por su independencia temporal de Dinamarca.

La misma función que hace la base de Thule para detectar los misiles procedentes del este, la hace la base Clear SFS en Alaska para los procedentes del oeste, en este caso sin ningún problema puesto que es territorio propio. Pero Canadá sería la conexión natural entre ambos flancos, además de la única alternativa a la base de Thule. Como EEUU tiene un déficit anual con Canadá de más de 60.000 millones de dólares, la ambición de absorberlo y agrandar así la economía y la demografía de su país, además del territorio –con acceso total a la zona polar–, impulsa a Trump a lanzar el globo sonda de este moderno Anschluss. Sus posibilidades de éxito son mínimas, pero la amenaza puede servirle para mejorar la relación económica en su favor, o para justificar la guerra comercial con su vecino del norte

En lo que respecta al canal de Panamá, la queja de Trump sobre las elevadas tarifas que se cobra a los buques estadounidenses es una burda pantalla de la verdadera causa de su reclamación: la gran importancia estratégica que tiene el canal para EEUU, tanto para conectar sus dos mares por el camino más corto como para controlar el tráfico naval de China hacia el Atlántico. En 1903 Washington provocó la secesión de Panamá de Colombia para terminar de construir el canal que habían empezado los franceses y quedarse de paso con la soberanía de la zona, hasta que hace ahora 25 años, pasó a ser panameño en aplicación de los acuerdos Carter- Torrijos de 1977. Ahora el nuevo presidente quiere recuperar el control que en su opinión nunca debería haberse perdido.

Trump lanza sin pudor estos propósitos imperialistas consciente de que EEUU no tiene en estos momentos ninguna oposición en el mundo, dada la pasividad de China, la debilidad de Rusia por la guerra de Ucrania, y la división de Europa. Pero no está loco. No va a emplear la fuerza militar en ningún caso en Groenlandia, actualmente bajo soberanía de un país de la OTAN, y es más que improbable que lo haga en Panamá. Son fanfarronadas propias de un negociante sin escrúpulos que busca intimidar para tener ventaja ante una negociación. Como tampoco va a abandonar la OTAN ni sus despliegues militares en Europa, aunque utilice estas amenazas para intentar que los europeos paguen la factura aumentando sus presupuestos de defensa para comprar más armas y equipos estadounidenses.

Procurará incrementar la división europea apoyando a los líderes más nacionalistas y euroescépticos como Orbán, Meloni, Le Pen, Farage, Wilders..., pero siempre preservando la relación militar, porque una Unión Europea cohesionada y sin dependencia militar de EEUU, escaparía a su control y podría convertirse en un rival estratégico, o al menos no apoyarle en su confrontación con China que va a ser lógicamente su prioridad en política exterior, aunque también ahí evitará cualquier confrontación militar, ni siquiera para defender Taiwán. Probablemente favorezca un alto el fuego en Ucrania, ante la posibilidad de que el conflicto escale hacia niveles demasiado peligrosos. sabiendo que redundará en mayor debilidad de Europa si no va acompañado de un amplio plan de paz. La guerra no le interesa porque no es buena para los negocios. Se pueden vender armas igualmente con presiones políticas y económicas. Solo en Oriente Medio, donde nadie apoya a los palestinos ni a los chiíes, e Irán está solo y débil, permitirá a Netanyahu hacer lo que quiera, sin límites. A cambio, le ha exigido el plan de paz en Gaza, que le permite apuntarse el tanto del regreso de los rehenes

La estabilidad global y los ya deteriorados equilibrios internacionales se van a resentir porque Trump va a debilitar, y si puede asfixiar, a todas las instituciones u organismos internacionales que no sirvan directamente a los intereses de EEUU, incluida Naciones Unidas o sus organizaciones subordinadas, como ya intentó hacer durante su primer mandato. No le gustan los controles ni las normas que limiten su poder. Su única ley es la ley del más fuerte. También en economía su mandato puede ser demoledor, ya que su intención de imponer aranceles en todas direcciones puede perjudicar enormemente al comercio mundial, en perjuicio de los menos desarrollados, aunque a medio plazo se puede volver en su contra. Además, la total desregulación de la especulación financiera aumentará las desigualdades.

Un horizonte oscuro

En los próximos años vamos a ver –y a sufrir– la peor versión de EEUU. Donald Trump es un hombre sin escrúpulos que ha actuado toda su vida en su exclusivo beneficio económico y político, decidiendo y ejecutando fríamente las acciones necesarias para aumentar su fortuna y su poder, fueran legales o ilegales, morales o inmorales, con absoluto desprecio hacia los perjudicados por ellas. Además de otros asuntos turbios de carácter sexual –por uno de ellos tuvo una condena civil– y manipulaciones de carácter económico -cuya responsabilidad ha conseguido eludir de una u otra forma-, ha sido condenado por 34 delitos en el caso Stormy Daniels y tenía otros tres casos penales pendientes que van a decaer tras su toma de posesión, por la decisión del Tribunal Supremo –que él mismo se ocupó de que fuera amigable en su primer mandato– sobre una inmunidad que se parece más a la de un monarca absoluto del antiguo régimen que a la de un presidente democrático ejecutivo con el mayor poder del mundo, que ahora apenas tendrá límites. 

 Una decisión que –por ejemplo– hubiera hecho inmune a Richard Nixon en el caso Watergate, y que le exonera de su responsabilidad en el intento de revertir el resultado de la elección presidencial de 2020, aunque el 14 de enero se publicó el informe del fiscal especial del caso, en el que se afirma que había pruebas suficientes para condenarlo y se detallan los “esfuerzos criminales del presidente para retener el poder”, relatando cómo Trump intentó ilícitamente subvertir la voluntad del pueblo y anular los resultados de las elecciones.

Cabe preguntarse si los votantes estaban suficientemente mediatizados por la desinformación rampante como para no saber quién es realmente Trump –difícil si se consideran los antecedentes–, o si sabían perfectamente a quién elegían, porque en este último caso solo puede deducirse que la sociedad estadounidense está bastante enferma. Es un hombre muy peligroso, sobre todo para su propio país, porque puede provocar el mayor deterioro democrático en EEUU desde su fundación y fomentar una ruptura social muy difícil de revertir, si –como parece– sus partidarios en el poder legislativo y judicial se someten acríticamente a sus deseos, invalidando el sistema de equilibrios y contrapesos que ha sido el fundamento de la democracia estadounidense hasta ahora.

Con todo, lo peor va a ser el impulso y respaldo que la vuelta al poder de Trump –con la ayuda de otros como Elon Musk– va a dar a los líderes, partidos y movimientos de extrema derecha o neofascistas, en todo el mundo. Un movimiento antidemocrático, supremacista, segregacionista, machista, negacionista, ultranacionalista y violento, que ya estaba en auge y ahora va a florecer más que nunca, en particular entre sectores y sociedades del bienestar, como las europeas, siempre temerosas de perder sus privilegios. El triunfo de Trump conlleva la terrible confirmación de que la mentira, la manipulación, el cinismo, la desvergüenza, no solo no son reprobados en el mundo actual, sino que conducen al éxito y al poder. Y eso va a servir desgraciadamente de ejemplo a muchos, aún más de lo que ya ha venido haciéndolo.

Vienen malos tiempos, tiempos de tormenta. Pero hay que vencer la tentación de guarecerse en la pasividad o la melancolía. Es el momento de resistir, de ponerse en pie por los derechos como cantaba Bob Marley, de defender la verdad y la justicia. Lo que tanto esfuerzo, sangre, sudor y lágrimas ha costado a muchos, no puede ser destruido ahora por el egoísmo, la crueldad, la falsedad, la avaricia, o la violencia política de uno, o de unos pocos.




Moscow.media
Частные объявления сегодня





Rss.plus




Спорт в России и мире

Новости спорта


Новости тенниса
Юлия Путинцева

Всегда непросто. Первая ракетка России объяснила победу над Путинцевой






Россияне продолжают жаловаться на сбои в работе TikTok

"95% работы связано с прижизненной диагностикой": разбираем мифы и сложности работы вместе со специалистом из Сыктывкара

Пациенты онкодиспансера массово заразились гепатитом: насколько это опасно и кто виноват

Президент России окунулся в ледяную прорубь на Крещение