Trump y la OTAN, una pinza peligrosa para España
'Política para supervivientes' es una carta semanal de Iñigo Sáenz de Ugarte exclusiva para socios y socias de elDiario.es con historias sobre política nacional. Si tú también lo quieres leer y recibir cada domingo en tu buzón, hazte socio, hazte socia de elDiario.es
Ocho años después de la primera llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, parece que los países europeos no han aprendido la lección. La situación ahora es mucho más grave que entonces, porque nadie se plantea la idea equivocada: bah, no se atreverá a hacer lo que anuncia. ¿Nadie? No estoy tan seguro. Negar de entrada la realidad continúa siendo una opción para algunos gobiernos que confían en que las peores expectativas no se cumplan. Luego, se pondrán a correr como pollos sin cabeza para buscar una solución que no se han molestado en buscar.
En el apartado del gasto militar, el regreso de Trump tendrá consecuencias negativas para España. Nuestro país está muy lejos de cumplir el compromiso de los gobiernos de la OTAN de hace una década de destinar al menos un 2% del PIB al presupuesto de defensa. La diferencia puede agravarse si la UE adopta una estrategia de apaciguamiento ante el presidente de Estados Unidos, que toma posesión del cargo este lunes. Algunos ya se han apresurado a intentar aplacar a Trump dándole la razón.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ha levantado el listón estos días jugando una carta belicista y también alarmista: “El 2% (del gasto en defensa) no es ni de lejos suficiente. Y si no lo hacemos, estamos a salvo, pero no dentro de cuatro o cinco años. Si no lo hacemos, tendremos que empezar a hacer cursos de ruso o irnos a Nueva Zelanda”. Hemos vuelto a los tiempos de la Guerra Fría y a los anuncios de que un día nos levantaremos con tanques rusos en las calles y nos impondrán el alfabeto cirílico. Para entonces, Rutte estará haciendo surf en Nueva Zelanda.
El máximo responsable de la OTAN afirma que Rusia cuenta con “una economía de guerra”, lo que es cierto. Todos los sectores de la economía rusa están enfocados al esfuerzo de guerra contra Ucrania. Las grandes corporaciones empresariales cumplen las órdenes que les llegan del Kremlin. Ese es un escenario imposible en los países de la UE.
Rutte fue primer ministro de Holanda durante catorce años. Era uno de los dirigentes a los que se llamaba “austeros”, un eufemismo que define a los países cuyos gobiernos apuestan por la reducción del gasto público y de la deuda. Junto a Alemania, ahora tienen índices raquíticos de crecimiento a diferencia de los países del sur de Europa. En su práctica totalidad, el gasto militar es gasto público, pero en ese punto no son tan austeros. Por el contrario, departamentos como sanidad, educación y pensiones les parecen menos urgentes.
Lo dijo Rutte en otro discurso en diciembre: “Sé que gastar más en defensa supone gastar menos en otras prioridades, pero sólo un poco menos. Los países europeos gastan una cuarta parte de sus ingresos en pensiones y sanidad. Necesitamos una pequeña parte de ese dinero para fortalecer nuestra defensa y preservar nuestro estilo de vida”.
Resulta evidente que para muchos europeos es el Estado de bienestar lo que define su “estilo de vida”, no la capacidad de aumentar el gasto militar para hacer frente a la amenaza rusa. Con ese lenguaje propio del siglo XX y de la confrontación con la URSS, no se ganan elecciones en Europa occidental.
Esa comparación entre los presupuestos de defensa y los de otras partidas como sanidad es engañosa y poco honesta. Rutte no se atreve a cuantificar eso de gastar “un poco menos”, porque no le saldrían las cuentas. O no se atreve a decir a los europeos cuánto tienen que ahorrar en las inversiones que más les interesan.
La OTAN calcula que 23 de los 32 miembros de la Alianza habrán alcanzado en 2024 ese 2% de gasto mínimo. Sólo seis estaban a ese nivel en 2018. Países como España e Italia están aún a una distancia considerable del objetivo. Según la última estimación que publica la OTAN, el gasto militar de España es el 1,28% del PIB, lo que la coloca en la última posición de la tabla. El de Italia es el 1,49%. El ranking lo encabeza Polonia con el 4,12%. EEUU gasta el 3,38%, una cantidad inferior a la de 2014. En relación a otro baremo relevante que emplea la OTAN –el porcentaje de gasto de defensa que se utiliza en comprar armamento y material militar–, la posición de España se sitúa más o menos en mitad de la tabla con un 30%, un poco superior al de EEUU. Por decirlo de otra manera, hay países que tienen muchos soldados, pero que no gastan lo suficiente en armas, aviones, etcétera.
Lo que ocurre es que ahora se han movido las porterías. Como forma preventiva de responder a futuras reclamaciones de Trump, varios gobiernos están hablando de que ese 2% es insuficiente. Empieza a circular la idea de aumentar ese porcentaje al 3%, una meta que resulta imposible a corto y medio plazo en muchos países.
Ni siquiera tienen asegurado que el debate sobre un 3% de gasto militar vaya a neutralizar las exigencias de Trump. En diciembre, miembros de su equipo comunicaron a altos cargos europeos que el nuevo presidente exigirá un porcentaje del 5%, según Financial Times, una cifra absolutamente desmesurada. Una persona que participó en esas conversaciones dijo al periódico que creía que Trump terminaría aceptando un aumento del 3,5% y que pretende relacionar directamente el gasto en defensa con las relaciones comerciales entre Europa y EEUU. Lo que viene a ser un chantaje muy poco oculto. “Está claro que estaremos hablando de un 3% o más en la cumbre de La Haya”, dijo, refiriéndose a la cumbre de la OTAN que se celebrará en junio de 2025.
Como estamos en momentos propicios para lanzar mensajes, Pedro Sánchez también ha tenido algo que decir recientemente. “No comparto una deriva militarista que nos aboque a una nueva carrera armamentística”, advirtió en el discurso ante los embajadores acreditados en Madrid. “El mundo tiene prioridades más urgentes que atender, y en ningún manual está escrito que la paz y la seguridad se conquisten reforzando arsenales”.
Sánchez hace de la necesidad, virtud. El aumento del gasto militar provoca rechazo entre sus aliados en el Gobierno y el Congreso. Sin nuevos presupuestos en 2025, las posibilidades de un aumento significativo del gasto militar quedan muy reducidas. Siempre queda el recurso de apelar a la contribución española a las misiones de paz de la ONU y a los despliegues militares de la OTAN. Sería una carta inteligente, aunque eso no quiere decir que vaya funcionar.
La aparición de Trump como el proverbial elefante en la cacharrería acelerará los debates sobre el gasto de defensa, que también dependerá de la evolución de la guerra en Ucrania y del intento anunciado del nuevo Gobierno norteamericano de promover negociaciones de paz entre Moscú y Kiev. Todo está rodeado de una gran incertidumbre, por lo que no se esperan grandes cambios hasta la cumbre de la OTAN de junio. Países como Francia con un déficit desbocado o Italia, que todavía está sometida al procedimiento de déficit excesivo en la UE, no están en condiciones de hacer grandes cambios. Alemania se encuentra inmersa en un periodo de agudo estancamiento económico. Una alternativa en la UE sería aprobar mecanismos de mutualización de la deuda (financiar ese aumento del gasto militar con deuda suscrita por la UE), esos mismos métodos que los países del norte de Europa, como aquel del que procede Rutte, siempre han rechazado.
En el fondo del debate, tan al fondo que casi no se menciona, es la pregunta de para qué. Si se plantea crear una fuerza de despliegue rápido con decenas de miles de soldados en Polonia o Alemania con el fin de responder a una amenaza repentina sobre las repúblicas bálticas, se puede exigir una contribución concreta a cada país que la haga posible. En términos generales, sólo queda meter miedo con el gran oso ruso. Hay expertos que conocen bien Rusia que creen que no hay base para tal alarma. “Rusia no ha realizado despliegues militares que amenacen a Finlandia o Suecia”, dice Anatol Lieven. “Teniendo en cuenta que Rusia está atascada en Ucrania, la idea es absurda”.
Los hechos no respaldan ese nivel de peligro. Rusia no ha conseguido someter a Ucrania en casi tres años de guerra. ¿Alguien en su sano juicio puede creer que está en condiciones de invadir Polonia y enfrentarse a todos los países de la OTAN?
El racismo es la última arma del PP para salvar a Mazón
Para salvar a Carlos Mazón, el Partido Popular está dispuesto a todo. Por ejemplo, a hacer declaraciones de corte racista o mentir sobre las ayudas del Estado a Valencia tras la DANA (esto último sorprende menos). En los últimos días, ha utilizado una partida de 24 millones de ayuda humanitaria a Gaza anunciada por el Gobierno de Sánchez. Primero, Mazón comparó esos fondos con los que no se han concedido a su comunidad: “La Generalitat Valenciana va a recibir cero ayudas directas del Gobierno de Sánchez”. Es falso. Del fondo de ayudas de 16.648 millones de euros aprobado por el Gobierno central para los afectados por la riada, se han abonado hasta ahora 1.468 millones de euros.
Lo peor estaba por venir. Las Nuevas Generaciones del PP lanzaron en redes el mensaje “Gaza, municipio de la provincia de Valencia”, lo que confirma que las juventudes del partido están ahí para mostrar que pueden ser tan sucios como sus mayores si es necesario. El listón está muy alto, así que se tienen que esforzar. La cuenta oficial del partido les superó después con estas palabras: “Si pides la ayuda en árabe, llega antes”. Hace falta ser un asqueroso racista para salir con un mensaje de un estilo muy habitual en las cuentas de Vox.
Hay muchas formas de llegar al poder, o de intentarlo, pero el racismo –incluido burlarse del sufrimiento de Gaza– no debería ser una de ellas. Pero, como ellos dicen que son el único partido constitucional de España, igual es que esa es la única forma que entienden de defender la democracia.
El fuego camina con David Lynch
Ha muerto con 78 años David Lynch. Visionario, dice la mayoría de los obituarios. Surrealista, como una especie de Buñuel contemporáneo, aunque él dijo que nunca vio sus películas. Capaz de convertir los sueños en pesadillas, como se vio en 'Mulholland Drive', considerada por muchos la mejor de sus películas, donde prácticamente toda la película puede o debe verse como si fuera un sueño con un final que te deja sin aliento. Desde luego, nunca convencional. Capaz de que la gente recuerde mejor escenas o planos de sus películas más que su propia trama. Es lo que ocurre con 'Terciopelo azul', en la que no es posible olvidar la imagen de Dennis Hopper con un respirador, por no hablar de otros momentos más estremecedores.
Qué decir del comienzo de esa película. La canción y los primeros planos nos llevan a esa América idílica y feliz y de la época de Reagan hasta que de repente...
Por cierto, los que sean socios de Filmin tienen seis de sus películas disponibles en el catálogo. Un plus adicional para verlas es que Carlos Boyero detesta a Lynch.
“Lynch fue uno de esos directores que se convierten en adjetivos y cuya mezcla de surrealismo, cine negro y terror acuñaron un término como Lynchiano e hicieron de su trabajo uno de los más influyentes para el cine de autor de todo el mundo”, escribe Javier Zurro en el perfil del director. Fue en la televisión donde su influencia fue gigantesca con 'Twin Peaks', una serie, como dice el tópico, adelantada a su tiempo. “Cualquiera que haga drama en episodios de una hora que diga que no fue influido por David Lynch está mintiendo”, recordó David Chase, creador de 'Los Soprano'. Los autores de series como 'Perdidos' y 'Fargo' reconocieron también su deuda con Lynch.