El PSOE en la capital de Galicia, al borde de la irrelevancia por una lucha interna que Ferraz quiere atajar con expulsiones
Los socialistas, que gobernaron el pasado mandato con 10 concejales, podrían quedarse con solo dos si se confirma la expulsión de hasta cuatro ediles que discuten la forma en la que la dirección local ejerce el poder sobre el grupo municipal
El líder del PSOE gallego abre la puerta a la expulsión de más ediles en Santiago si no acatan las órdenes del partido
Dieciocho meses después de perder la alcaldía que, a lo largo de varios períodos, mantuvo durante más de tres décadas, el PSOE de Santiago salta por los aires. La suspensión de militancia y cargo público del hasta ahora portavoz municipal, Gonzalo Muíños, por “indisciplina reiterada”, no va a ser el último capítulo de un conflicto enquistado desde hace años y que detonó después de que los seis concejales socialistas desafiasen la orden de la ejecutiva local y votasen a favor de la ordenanza que permitió completar la normativa para restringir los pisos turísticos.
Ese grupo está hoy dividido: tres edilas secundan a Muíños mientras otros dos se han alineado con la dirección del partido. De fondo, la eterna lucha por el poder. Los díscolos están convencidos de que todo es un plan para conseguir que el secretario local, Aitor Bouza –exdirigente de las Xuventudes Socialistas–, consiga el acta de concejal que le negaron las urnas. Y, para eso, ha tirado de “presiones, coacciones y prebendas”. Mientras, el líder del PSOE gallego avisa a quienes sigan el camino de Muíños: se arriesgan a sufrir “las mismas consecuencias”. El PSOE, por tanto, podría quedarse con sólo dos representantes en Raxoi y una enorme incógnita de futuro.
“Mientras el secretario del ayuntamiento no diga otra cosa, yo seguiré siendo el portavoz del grupo municipal socialista”. Tres días después de que se conociese la resolución del expediente que declaraba su suspensión, Gonzalo Muíños compareció ante los medios respaldado por las tres concejalas que, como él, denuncian un plan para “suplantar la voluntad popular”: Mercedes Rosón, Mila Castro y Marta Álvarez. De lo que en junio era un frente unido, hoy se han caído un par de ediles: Sindo Guinarte, designado nuevo portavoz por la dirección y Marta Abal, la única independiente del grupo y que, en medio de esta vorágine, decidió afiliarse al partido. Ellos dos fueron los únicos que asistieron este lunes a la reunión en la que el relevo en la portavocía debería hacerse oficial.
“Es una situación injusta, carente de toda lógica pero, tengo que reconocerlo, esperada”. Pese a las promesas de que su expediente se analizaría en un proceso “extremadamente garantista”, Muíños intuía esta conclusión desde que se anunció la apertura. El detonante, la decisión del grupo de respaldar la ordenanza sobre viviendas turísticas que presentó en junio el bipartito BNG-Compostela Aberta con la que se pondría a última pieza para la limitación de estos establecimientos, cerrando un círculo iniciado por la propia Compostela Aberta y continuado por el PSOE. Por eso defendieron estar apoyando “una medida socialista”.
El peor asunto en el peor momento
72 horas antes del pleno, Bouza y su número dos, Marta Álvarez Santullano, anunciaban que los socialistas se abstendrían, algo que hubiese permitido al PP tumbar la iniciativa. Su intención de dar un correctivo a la alcaldesa, la nacionalista Goretti Sanmartín –a quien reprochaban su tibieza en el anterior mandato– al tiempo que dejaban claro quién mandaba en el PSOE compostelano, salió mal.
Eligieron el peor tema posible –un informe de la Universidade da Coruña acaba de confirmar que Compostela cumple de sobra los requisitos para ser considerado un municipio tensionado por la vivienda– y el peor momento: la casualidad quiso que, a la misma hora en que anunciaban su pretendida abstención, su compañero de partido, el alcalde de Barcelona Jaume Collboni, hiciese pública su intención de eliminar en un lustro todos los pisos turísticos de la ciudad.
Sin embargo, la postura de los concejales y la emocionante intervención en el pleno de Mercedes Rosón –responsable de Urbanismo en el anterior ejecutivo socialista– crearon una corriente de simpatía hacia un grupo que, a esas alturas, era poco más que los restos de un naufragio, el del último gobierno de Xosé Sánchez Bugallo. En las elecciones municipales del año anterior, el PSOE había perdido casi la mitad de sus votos, cuatro de sus diez concejales y pasado de primera a tercera fuerza en el Pazo de Raxoi.
Con esa hoja de servicio, Bugallo salió disparado hacia el Senado; su fichaje estrella, Xaquín Fernández Leiceaga –candidato a la Xunta en 2016– tiraba la toalla y un grupo municipal partido por la mitad entre quienes, tras empatar a escaños con el BNG, querían entrar en el gobierno y quienes, con el respaldo de la dirección gallega, optaron por quedarse fuera, elegía como portavoz a Gonzalo Muíños.
La “invisibilización” del grupo municipal
En aquella lista municipal, que integraba como podía las dos almas históricas del PSOE compostelano, aparecía ya Aitor Bouza en un optimista número 11. Que se quedase fuera de la corporación no fue una gran sorpresa. Sí lo fue mucho más que el cuarto puesto por la provincia de A Coruña no le proporcionase un escaño en el Parlamento de Galicia, pero ni los más pesimistas esperaban la debacle socialista en las autonómicas de febrero pasado. Según los díscolos, fue entonces cuando un Bouza que ya había sucedido a Bugallo como secretario local, empezó a maniobrar para tratar de hacerse un hueco en Raxoi. Y para eso era necesario que alguien le cediese su silla.
El “ninguneo” al grupo municipal había empezado pronto. Fue él y no el portavoz en el ayuntamiento ni ningún concejal quien firmó con la alcaldesa el acuerdo para aprobar los presupuestos de 2024, cuando apenas llevaba unas semanas en el cargo. Esa actitud acabaría por soldar un grupo dividido que mostró su unión total en el pleno de junio. Justo después, empezaría de nuevo a quebrarse, pero no por el sitio que podía esperarse.
Mercedes Rosón siempre fue el rostro visible en Raxoi del llamado grupo de los universitarios, cuyo líder en la sombra es José Manuel Rivera, Petene, profesor de políticas que lo mismo ejerce como principal asesor áulico del presidente Pérez Touriño durante el bipartito que del empresario Raúl López en el Obradoiro de baloncesto. Los universitarios impulsaron hace ocho años como candidato a Sindo Guinarte aunque, ante el retorno de Bugallo a la política, decidieron evitar unas primarias e integrarse en su candidatura. La tercera pata del sector en este grupo es Marta Abal.
En la elaboración de las listas de 2023, Rosón tuvo que dar un golpe en la mesa para que la exconcelleira de Facenda accediese a un puesto de salida. Hoy, Guinarte y Abal son los únicos dispuestos a enterrar el hacha de guerra con la dirección del partido. Ella lo demostró con su afiliación; él, aceptando el cargo de portavoz. Para Rosón, amiga de ambos “desde hace muchos años”, su reacción es “sorprendente y decepcionante”. Entiende que se alían con quienes “han mercadeado votos y cargos” en el partido durante años: el sector al que los universitarios están históricamente enfrentados, el que dirige desde la sombra el antiguo edil y secretario de organización Bernardino Rama, quien promovió a Santullano como mujer fuerte en la actual ejecutiva.
Entenderse por encima de las discrepancias
“Hay cuestiones en las que evidentemente hubo errores por parte de la agrupación municipal. No voy a desdecirme de eso, pero siempre defendí que hay que hablar y que hay que intentar entenderse, por más discrepancias que pueda haber”. Tras la reunión en la que se debía ratificar al nuevo portavoz y a la que no asistió ninguno de los ediles rebeldes, Guinarte defendía el giro de su postura, tras el pleno de junio, por la necesidad de “retomar las relaciones con la agrupación y con el partido”. Porque el órdago de Bouza cuenta con el respaldo provincial –el secretario, Bernardo Fernández, llegó a afirmar ante su ejecutiva que le importaba “un huevo” quedarse sin grupo municipal en Santiago– pero también de la dirección gallega e, incluso –como demostró la resolución del expediente–, de Ferraz.
Aunque ha querido mostrar neutralidad a lo largo del todo el proceso, el secretario xeral del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro, enviaba este lunes un recado a los díscolos: si no siguen las normas, se arriesgan a sufrir “las mismas consecuencias” que Muíños. Lo hizo tras una reunión con la Federación Down Galicia en la que estuvo acompañado por el propio Aitor Bouza. A Besteiro, que “sufrió en primera persona las malas artes y los infundios de la política durante siete años” se dirigió directamente Mila Castro: “Ahora le toca a Gonzalo pasar por ese mismo calvario: que no se preste a ser cómplice”.
Por si fuese poco, la posición de poder orgánico de la actual ejecutiva local del PSOE quedó patente en el Congreso Federal de diciembre. Santullano, la conexión de Bouza con la vieja guardia del partido en Compostela, se convertía en la única militante de la ciudad con un puesto en el Comité Federal, tras la salida del propio Bugallo y de toda una sanchista de primera hora como la secretaria de Estado de Migraciones, Pilar Cancela.
Con este escenario, la prioridad de Muíños pasa por defender su inocencia y trasladar la patata caliente al secretario del ayuntamiento. Será él, dice, quien tendrá que quitarle el cargo. Después de que, también este lunes, la secretaría de Organización del PSdeG comunicase el nuevo nombramiento al consistorio, el gobierno local le ha pedido al secretario un informe que, según su portavoz, espera tener “cuanto antes” para conocer “cuál es el siguiente paso”.
En su comparecencia del lunes, el portavoz trató de desmontar todos los argumentos que justificaban su suspensión –con pruebas “que no admiten debate”– y anuncia que recurrirá ante el Comité de Ética y Garantías del PSOE. Llegó a decir que no había cumplido órdenes de la ejecutiva, como entregar documentación municipal o poner al jefe de prensa del grupo a su servicio, simplemente porque, al tratarse de información “delicada” y de trabajadores pagados con sueldo público, “podría llegar a ser delito”.
La desobediencia en el pleno, sin consecuencias
Los díscolos pusieron el acento en que, de la decena de cargos de la que se acusaba a Muíños, el único que se quedó en un simple apercibimiento fue el que detonó todo lo sucedido: la indisciplina a la hora de votar en el pleno. La explicación, para ellos, es muy simple: ese acto tampoco mancharía la hoja de servicios de Guinarte y Abal. “Se prestan al mercadeo de cargos institucionales, de puestos presentes y futuros”.
“Si hasta ahora éramos seis, y ahora somos cuatro, algo pasó”, reflexionó Castro, quien añadió que “con la intención de comprar mi voluntad”, el partido le ofreció renunciar a su acta a cambio de “prebendas posteriores que podían venir”. Rosón y Álvarez confirmaron que a ellas también les “señalaron la puerta”, si bien la última llegó a contar que, en su caso, eso incluyó “episodios desagradables de presión en un acto público” del que acabó marchándose. ¿Y a Muíños? “Me ofrecieron mi continuidad como portavoz en este mandato y la integración en la próxima candiatura. Todo a cambio de una o dos renuncias de compañeros”, algo que no se planteó porque implicaba una “traición”.
“No soy capaz de entender cómo hemos llegado aquí, cómo alguien puede ver en esto faltas tan graves como para suspenderme de militancia. Soy incapaz de entender que nadie frenase esto antes”. Ese estado de ánimo de Muíños lo compartían, entre otros, pesos pesados del partido en Galicia, como el propio Bugallo o Blas García. El alcalde de Ames –localidad de 32.000 habitantes limítrofe con Santiago– apelaba en la Cadena SER a Besteiro para que pusiese fin a esta crisis lo antes posible.
García recibió el bastón de mando de José Miñones, el exministro de Sanidad a quien muchos querrían ver de vuelta para liderar la candidatura socialista en la capital gallega. Cómodamente instalado en la presidencia de la empresa pública Mercasa, cuesta imaginar a Miñones internándose en el polvorín que es hoy la agrupación compostelana y de la que habrá que ver qué es lo que queda cuando toque elegir una nueva corporación municipal.