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Январь
2025

El trumpismo desaforado exige respuesta

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La democracia ha muerto en Estados Unidos, pero no en el mundo, ni en las gentes de buena voluntad. Mantenerla depende de las instituciones y también de cada uno de nosotros. Las guerras -y esto es una guerra contra la democracia- no se ganan agazapándose o retrocediendo, sino enfrentando el problema.

La democracia ha muerto en Estados Unidos. Al menos es el signo adquirido por la nueva presidencia de Donald Trump. Dueño de ambas Cámaras legislativas, la justicia que se amañó en el anterior mandato, de un delirante gobierno y con el apoyo de empresarios tecnológicos tan grandes y multimillonarios como deshonestos, puede obrar a su antojo. Y así lo promete y así lo ha empezado a practicar. Y lo más aterrador si cabe es verlo operar entre aplausos, con el entusiasmo de millones de seres que le votaron y la cobardía de muchos gobiernos e instituciones que son quienes pueden y tienen que plantarle cara.

Un dato significativo es que los magnates Mark Zuckerberg (Meta Facebook), Jeff Bezos (Amazon), Tim Cook (Apple), Sundar Pichai (Google) y, por supuesto, Elon Musk (X) ocuparon un lugar preeminente en el acto del Capitolio, relegando a varios miembros del gobierno a zonas menos vistosas. Esperan forrarse. Como el propio presidente. De hecho, es lo que marca el perfil de este gobierno (añadan el apoyo con contrapartidas de farmacéuticas, bancos y empresas automovilísticas). Gentes tan poderosas como para afectar la vida de muchas personas a poco que se lo propongan, actuando a la vez.

La primera medida que certifica el fin de la democracia en EEUU ha sido el indulto a 1.600 condenados por el asalto al Capitolio que instigó el propio Trump. Un país que -de entrada- permite ser candidato y presidente electo a un delincuente, entre cuyas infracciones a la legalidad está haber intentado tomar por la fuerza una institución como el Capitolio tiene un serio problema. Trump y su corte lo han aprovechado. A partir de ahora todo vale en ese país y a fe que así va a ser.

Que el mundo iba a ser dominado por idiotas, cuidadosamente cultivados al efecto, era algo previsible desde hace años, pero con algún poder ejecutivo no al punto de convertirse, por su voluntad, en carne de cañón para quienes los utilizan. Esto es obra del prototipo de idiota genuino que obra contra sus intereses. Por supuesto que no se puede obviar la falta de respuestas a problemas concretos que no han resuelto las democracias liberales, pero nada justifica ese egoísmo cerril que ha ocasionado esta tragedia.

Lo pagaremos todos. A menos que los gobiernos que nos representan acometan el problema de frente y actúen con la misma contundencia. Trump se puso a firmar órdenes en cuanto llegó al despacho oval. Muy decisivas las que afectan directamente a la salud de los ciudadanos de todo el mundo: la desregulación de las normas para atajar el cambio climático en lugar destacado. Fin absoluto de varias de ellas como la reducción de emisiones contaminantes o las ayudas a las renovables o al coche eléctrico. Va a primar en EEUU la producción, el lucro. Incluso en España los ultras locales opinan como el americano. La salud de millones de personas no les importa. Otro de sus decretos de choque es salirse de la OMS, una auténtica barbaridad que se explica porque no quiere cortapisas. La vida humana deja de tener valor para esta gente. Hace tiempo que es así, desde la pandemia con total claridad, y Trump, como Bolsonaro o aquí Ayuso, así lo demostraron. Es la vida de los menos favorecidos sin duda. Y hay millones de ellos que le han votado o que votan a políticos similares en otros países.

En su discurso, Trump dijo, sin embargo, que iban a erradicar las enfermedades crónicas para que los hijos de los americanos crecieran sanos. ¿Combatiendo la ciencia, como hace, y suprimiendo cortafuegos a los riesgos consecuentes a las malas prácticas contra la vida? Cómo se puede ser imbécil cum laude al punto de creerle es lo que verdaderamente asombra.

Medidas anti LGTB también en el programa involucionista, toda diversidad. Solo habrá hombres y mujeres, heterosexuales, como dios manda, ese dios que les permite a los y las sátrapas saltarse todos los mandamientos de la moral incluido el derecho a la vida y a la salud de otros.

El país construido por emigrantes solo los quiere ricos. Las deportaciones iban en serio, por supuesto. Millones de seres -víctimas incluidas- aplauden a rabiar ese nuevo varapalo a los derechos humanos. A última hora de este martes ha comenzado ya la salvaje persecución. El Gobierno de Donald Trump ha dado vía libre a redadas de migración en escuelas, colegios e iglesias de Estados Unidos. Nos ofrecen a cambio su modelo válido: véase el muestrario de asistentes al evento inaugural, desde Milei a Abascal. Ese modelo absolutamente improductivo para la vida cotidiana.

El asalto expansionista a los países que le apetezcan a Trump, por intereses económicos, es otro hecho que vuelve a anunciar sin fisuras. Regresan las cruzadas con Donald, el Conquistador. Y la guerra comercial lo mismo. Trump prevé imponer la semana próxima un 25% de aranceles a los productos canadienses y mexicanos. Nosotros, los europeos, vamos detrás. Y los españoles más si se le vuelven a cruzar los cables de la ignorancia a Trump. En respuestas a periodistas habló de establecer aranceles del 100% a los BRICS. incluyendo a España entre ellos, cuando las siglas nacen de sus principales componentes: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica y la S es de éste último país, no de Spain. La arbitrariedad será otra característica del gobierno de Trump. Los ultras españoles se han apuntado. Ayuso, cómo no, se ha leído su papelito ante los micrófonos, poniéndose de felpudo para el presidente republicano: “me encargaré personalmente” de explicarle a Trump que no todos los españoles somos BRICS, ha dicho. No somos ninguno, no se puede ser prepotente y analfabeta sin caer en el ridículo. ¿O sí? Puede, el PP al completo que ¡culpa a Sánchez! del error de Trump y de sus posibles consecuencias en altos aranceles.

De las guerras ya hablaremos. Un alto el fuego precario en el genocidio de los gazatíes, levantando las sanciones contra colonos israelís que quemaron casas de palestinos. Lo de Ucrania también lo piensa arreglar, a su modo y probablemente al de Putin. Anotemos aquí, sin embargo, como desarrolla Olga Rodríguez en su análisis para ElDiario.es, que Trump ha pedido un gasto militar del 5% a los miembros de la Alianza Atlántica, frente al compromiso del 2% actual. Y que esto va a obligar a los países miembros de la OTAN a invertir menos en políticas sociales. La rivalidad con China es otro punto caliente. Poder y dinero como eje en todo.

Y esto se puede abordar con el miedo al que están llamando cautela. Hasta el saludo nazi del histriónico Elon Musk está siendo suavizado. Grandes y pequeños medios, nacionales e internacionales, se resisten a calificar de saludo fascista el perpetrado por “el amigo mejor” de Trump: le llaman “gesto extraño”, “controvertido”, que “parece hacer”.

La sima que se han abierto los votantes de Trump para todo su país habrán de solventarla allí. Con suerte, con lógica, muchos estúpidos despertarán abruptamente del sueño. Los adormecerán con mentiras, es cierto, como ésa de la erradicación de enfermedades crónicas sin ciencia. Pero el resto de los afectados en el mundo han de enfrentar todo esto con acciones contundentes. Muchos son demasiado cobardes o están demasiado implicados, pero por poder, claro que se puede hacer algo. Ceder al matonismo es lo último porque crece: es un monstruo que siempre pide más.

Desde luego se pueden congelar los activos de los oligarcas que apoyan a Trump, igual que se hizo con los rusos cuando la invasión de Ucrania. El daño ahora es mucho más extenso. Medidas contra el dólar también caben: los BRICS no serían, después de todo, una mala medida de choque, si lo hace en bloque Europa. O la UE por sí misma, lo cual es pedir la luna a ese mastodonte. Sin duda es avanzar en un conflicto de grandes dimensiones en donde Trump y su equipo no dudan en hacer uso de la fuerza. De hecho, todo el discurso de Trump ha sido de una “violencia extrema” como lo califica el diario francés Liberation en portada (a diferencia por cierto de la rendición de la cloaca mediática española). Pero antes de ella, de la fuerza, la firmeza es un gran argumento disuasorio. Poner las cartas sobre la mesa. A Trump se le ve enfermo de odio, algo que impide disfrutar plenamente de la victoria. Pero el mal que se dispone a exportar no es solo odio, es prepotencia, injusticia, tiranía. Impunidad para los grandes delincuentes, desigualdad, venganza, autocracia en definitiva, fascismo.

La democracia ha muerto en Estados Unidos, pero no en el mundo, ni en las gentes de buena voluntad. Mantenerla depende de las instituciones y también de cada uno de nosotros. El saludo nazi de Elon Musk ha soliviantado a mucha gente y lo que viene detrás de saludar es infinitamente peor cuando lo invaden todo. Las guerras -y esto es una guerra contra la democracia- no se ganan agazapándose o retrocediendo, sino enfrentando el problema.




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