El PP no deja de disparar ni cuando tiene que homenajear a Rajoy
Se presenta un libro con los discursos de Rajoy en el Congreso con Francina Armengol de anfitriona y Feijóo lo utiliza para montar una sesión de control contra el Gobierno y atizar el ruido que tanto molestaba antes al expresidente
Aznar y Rajoy negociaron con el PNV la devolución del palacete que el PP usa de excusa ahora contra el decreto ómnibus
Se dice que en España se publican muchos libros. Algunos sostienen que demasiados y que las librerías no dan abasto para colocar todas las novedades. De ser así, ya hay otro ejemplar que sumar a la estantería. Se publica un libro que recopila los principales discursos parlamentarios de Mariano Rajoy. Nadie era consciente de que existiera una necesidad real de entregar a la posteridad tal ejemplo de oratoria. Por lo visto, no era suficiente con que la gente hiciera chistes en redes sociales con la frase “es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”.
Pero antes de que lleguen las bromas, hay que saber que se trata de una iniciativa del Congreso de los Diputados de 2018 de publicar los discursos de expresidentes del Gobierno y de la Cámara. Están pendientes de salir los de Zapatero, Bono y Pastor. Las instituciones siempre dedican tiempo y dinero a homenajear a sus antiguos presidentes. Pensarán que si no lo hacen ellos, quién lo va a hacer. Y si hablamos de discursos en un Parlamento, lo malo es que eso no incluye esos momentos en que políticos como Rajoy, y también Zapatero, daban lo mejor de sí mismos. Eso ocurría en los discursos de réplica a los portavoces de los demás grupos. El discurso inicial, habitualmente interminable, solía ser de digestión complicada.
La ocasión merecía poner un paréntesis a la convulsa política española. Hubiera sido especialmente apropiado en este caso, porque al gallego le gusta decir que no le gusta nada “el ruido”. Lo ha comentado muchas veces, incluso en mítines de una campaña electoral. Es conocida su aversión a “los líos”, como los llamaba. Si lo sabrá él que fue presidente de un Gobierno en el que estaban Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal lanzándose miradas asesinas.
Sin embargo, el Partido Popular no está para conceder ni un minuto a la elegancia. El acto lo presidía Francina Armengol, presidenta del Congreso, a lo que no estaba obligada, pero eso no importó nada. En la mesa, estaba también Alberto Núñez Feijóo, que sacó la artillería pesada desde muy pronto. Unas pocas frases elogiosas hacia Rajoy y luego a sacar los cuchillos. Lo de todos los días.
“Un hombre de Estado piensa más en las próximas generaciones que en las próximas elecciones”, dijo al principio. De inmediato, dejó claro que él no es un hombre de Estado, porque no piensa en otra cosa que en forzar como sea el final adelantado de la legislatura. Parecía que las referencias al Gobierno de Pedro Sánchez iban a ser genéricas, pero era una falsa alarma. “Hay políticos que malversan el poder legislativo con trucos y ómnibus”, comentó refiriéndose a la derrota del Gobierno el miércoles en el Congreso cuando se votó la convalidación del decreto que incluía el aumento de las pensiones y otros asuntos.
A pesar de que ya ha hablado del asunto en varias ocasiones, insistió en convertir la presentación del libro en una sesión de control. Dijo que su partido está a favor de aumentar las pensiones, pero no de “regalar inmuebles en París”, por la cesión al PNV del edificio de la sede del Instituto Cervantes, comprado en 1936 con dinero de nacionalistas vascos e incautado después por la Gestapo alemana. Siguió afirmando que está a favor de las ayudas a los afectados por la DANA de Valencia, pero no de “dar ayudas a los ocupas” (así llama el PP a la congelación de los desahucios a las familias vulnerables).
Si la ocasión de recordar los discursos de un expresidente permitía mostrar un poco de clase, esa fue una tentación en la que Feijóo no estaba dispuesto a caer.
Rajoy tampoco se limitó a la nostalgia. De todos sus discursos, destacó el último que dio, el de la moción de censura posterior a la sentencia de la Gürtel y que provocó su destitución. Parece que sigue sangrando por esa herida. Citó alguna frase del diputado socialista que presentó la moción y su respuesta. “¿Acaso el partido socialista está limpio?”, dijo en el discurso con el argumento francamente singular de que el PP no tenía nada que ver con la Gürtel. Y luego mencionó el nombre: “Ese diputado era el señor Ábalos Meco. Así se escribe la historia”.
Tuvo tiempo también para echar otro capote a su partido para defender que si un Gobierno no tiene votos para aprobar los presupuestos, debe tirar la toalla. “Cuando no es posible aprobarlos, toca disolver” (el Parlamento). En su caso, tuvo que prorrogar las cuentas en dos ocasiones, aunque sólo por unos meses. Los presupuestos de 2017 y 2018, cuando no tenía mayoría absoluta, los presentó en abril del año en curso.
Rajoy hizo su defensa habitual del Estado de derecho elevado a la máxima expresión: “La democracia es que no hay nada por encima de la ley”. Es difícil saber cómo encaja eso con la Operación Kitchen por la que su ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, tendrá que pasar por el banquillo de los acusados, por no hablar de la red de espionaje político de los independentistas catalanes y de Podemos montada desde ese Ministerio y que ahora investiga la Audiencia Nacional.
Para entonces, Armengol debía de estar pensando que podía haber dedicado a otra cosa la tarde del jueves. Un libro de discursos de Rajoy presentado en el Congreso podía tener un cierto aire a acto institucional. Feijóo y Rajoy prefirieron dedicarlo a la pelea política de costumbre. Esa que consiste, por emplear el lenguaje futbolístico que tanto gusta a Rajoy, en que pasa el balón, pero no pasa el jugador.