‘Flow’, la película letona que va a cambiar la animación: “El realismo 3D ha alcanzado su cima, tomemos otra dirección”
Gints Zilbalodis es el responsable de una obra revolucionaria, que se aparta de cualquier corsé comercial para llevar el potencial expresivo del medio animado a lugares nunca vistos
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Fue al presentar el videojuego ICO en 2001 cuando el desarrollador japonés Fumito Ueda acuñó un afortunado concepto para explicar su propuesta: “Diseño por sustracción”. Definía perfectamente la escueta trama de ICO pero también aquello que le rodeaba, en tanto a una experiencia sin abalorios ni explicaciones, en carne viva. Ueda permitía al jugador teorizar cuanto quisiera sobre los temas o el escenario de la historia, mientras que no perdiera de vista un foco que venía a ser, simplemente, moverse. Fue el estilo que siguió en obras maestras posteriores de la talla de Shadow of the Colossus y The Last Guardian, y el que seguirá en su nueva obra recientemente anunciada, Project Robot.
Al igual que los videojuegos de Ueda, Flow nos presenta un enigmático mundo con vestigios de una civilización humana que ha desaparecido, y que para desgracia de los seres supervivientes (en su totalidad, animales) está afrontando otra catástrofe. El punto de vista descansa sobre un gato cuya única motivación viene a ser huir de esa catástrofe. Y los ecos a la obra de Ueda —en el aspecto visual, en la filosofía del diseño) son tan evidentes que el director Gints Zilbalodis reconoce admirar su obra. “Soy muy fan de la obra de Fumito Ueda, y es una gran influencia para mí”.
El artista letón (Riga, 1994) sostiene que en Flow todo está definido por la perspectiva del gato protagonista. “Cuando cuentas historias sin diálogo necesitas tener clara la meta y entender lo que quiere el personaje. Con el gato ocurre lo que ocurriría en la vida real: ante el peligro se querría subir a un árbol automáticamente, y aquí intenta escapar de la inundación alcanzando esas torres que ve en el horizonte”. Dichas torres se divisan en todo momento desde el mundo inundado que atraviesa el gato en una barca, remitiéndonos a otro videojuego clave de la escuela del diseño de sustracción como es Journey, publicado en 2012.
En este caso se trataba de una montaña y, como en Flow, el personaje central debía coordinarse con un aliado inesperado para alcanzarla. “Los videojuegos son parte de mi vida al igual que lo son el cine y la música, y todas estas influencias diferentes pueden converger en algo que parezca nuevo”, explica Zilbalodis en conversación con elDiario.es. “Lo principal es dar con un lenguaje visual con el que entender lo que sucede, una narrativa medioambiental donde la historia se cuente a través de pistas con las que preguntarnos qué le ha pasado a los humanos”. Este lenguaje visual es lo que hace de Flow una película tan especial. Una obra, desde ya, histórica para el cine de animación.
Replanteando un lenguaje
El aspecto de Flow no tiene mucho que ver con las películas de animación comercial que surgen de EEUU. Emplea las tres dimensiones, solo que desdeña el detallismo de las texturas o un estudio calculado de nociones de iluminación. Es algo que se puede achacar al bajo presupuesto y a que Zilbalodis la haya desarrollado íntegramente con un software gratuito llamado Blender —“No le recomiendo a ningún artista independiente que anime el agua, es un dolor de cabeza”, se lamenta—, y aún así se ajusta inesperadamente a una tendencia reciente en la industria.
Producciones como Ninja Turtles, El gato con botas: El último deseo o la saga del Spiderverso vienen empleando desde Hollywood el estilo NPR (“non-photorrealistic rendering”, renderizado no fotorrealista), en lo que supone un vigoroso regreso al tradicional 2D combinándolo con la sofisticación digital. Es algo que hasta cierto punto suscribe Flow, con una imagen más desaliñada y humilde, y algo que Zilbalodis considera lógico. “En la animación está pasando lo mismo que cuando se inventó la fotografía y los pintores tuvieron que tomar direcciones más abstractas”, señala. “Fue cuando surgió el impresionismo o el expresionismo. El 3D ha alcanzado un realismo total, no hay forma de ir más lejos de ahí, y debemos tomar una dirección diferente”.
¿Qué dirección tomó Zilbalodis? “Se puede ser más expresivo con un look más estilizado. Puedes intensificar los colores, puedes encontrar formas más llamativas, y las imágenes han de ser más emotivas”, explica, y apostilla que tan básico como el look es la gramática, la visualización de la acción animada. “En Flow yo quería por ejemplo enfatizar el movimiento de cámara. Quería que se sintiera como una persona real que estuviera sosteniendo una cámara y que cometiera errores, como por ejemplo no reaccionando a tiempo para registrar algo. Así sería más inmersivo y le daría una dimensión especial, usando el lenguaje del cine en acción real”. Y, por qué no, del documental.
“Ir en estas direcciones simultáneas permite que parezca realista a la vez que estilizado, viéndose claramente las pinceladas en las texturas, y que terminemos hallando un equilibrio: una experiencia inmersiva a la vez que pictórica”. Zilbalodis lo apuesta todo a la imagen y reconoce que “muchas de sus películas favoritas solo están conducidas por la música y el movimiento”. “Quería llevar ese mecanismo todo lo lejos posible para que además la película pudiera funcionar globalmente, sin necesidad de traducción”. Flow es en efecto una película muda de principio a fin, como no contemos los maullidos del gato y los ruidos de los demás animales concurrentes.
“Contar una historia sin diálogo puede ser más aceptado dentro de la animación”, sostiene. “Solemos verlo en los cortos, pero el año pasado sin ir más lejos tuvimos Robot Dreams. Creo que en Flow puedes olvidarte pronto de que no están hablando, ya que tratamos su lenguaje animal como si fueran voces reales”. Zilbalodis se enorgullece de que los animales de su película se comporten como animales. “No cuentan chistes, no caminan erguidos. Y así es más intenso para el público, porque puede pensar en sus mascotas y verlo todo desde su punto de vista”.
Este rechazo a los tópicos de la animación comercial pasa también por el conflicto y el ritmo narrativo: “No hay antagonistas, solo sabemos lo que sabe el gato. Su conflicto es cómo lidiar con la naturaleza”, señala Zilbalodis. “En ese sentido queríamos momentos de tranquilidad a lo largo de la trama, porque la acción sería más emocionante. Esta dinámica se aleja de la animación occidental, donde siempre está pasando algo, y encaja más con la obra de Studio Ghibli, llena de planos donde la trama no progresa. Simplemente te proponen quedarte en ese momento, y reflexionar”.
Los caminos que abre Flow
Flow es una obra tan extraordinaria que impele a considerarla como algo parecido a un milagro, y a presuponer que ha salido de la nada para iluminar con ímpetu vanguardista el futuro del medio. Solo que no es así del todo, porque Gilbalodis lleva intentando sacar adelante su visión desde hace más de diez años. Dos cortos previos, Aqua y Priorities, son claros precedentes argumentales de Flow —en el primero tenemos a otro gato perdido en el océano, mientras que en el segundo un humano y un perro intentan sobrevivir tras estrellarse su avioneta—, y en 2017 estrenó su primer largometraje.
Su título era Away, y su argumento tan minimalista como el de Flow: un niño queriendo huir de un gigante tenebroso. Solo que hay una diferencia clave entre toda esta obra inicial y la película que nos ocupa, y es que antes Zilbalodis estaba totalmente solo. Se encargaba de la animación, del guion, de la música, de todo. Esta es su explicación: “Ser animador implica empezar en lo más bajo del escalafón, y gradualmente crecer y demostrar de lo que eres capaz para que quizá, cuando tengas 40 o 50 años, logres la oportunidad de dirigir. Pero yo quería hacer eso antes y no deseaba trabajar en un estudio. Si trabajas en un estudio has de especializarte en algún campo. Eso no es lo mío”.
“Creía que podía hacer lo básico de todas las distintas tareas sin ser un experto en nada, y por otra parte eso es lo que creo que debería ser un director: alguien que sabe lo que hace todo el mundo sin ser un experto en ningún departamento”, prosigue Zilbalodis. “Mi primer largo, Away, fue como una escuela no oficial donde quise hacerlo todo, aunque esperaba tener más tarde la oportunidad de colaborar con alguien. En Flow sigo muy involucrado en todas las partes de la obra, pero ha sido un proceso totalmente colaborativo”. Flow, su segundo largo, es una producción que involucra a más trabajadores, impulsada con apoyo estatal en Letonia y capital procedente de Francia y Bélgica.
Lo bonito, a este respecto, es que Flow gira en torno a un ser solitario (el gato) que aprende a trabajar en equipo (con todos los animales de este nuevo Arca de Noé) para sobrevivir. “El argumento es una metáfora de lo que fue hacer la película”, admite Zilbalodis. “Aunque no lo sabía de antemano, claro, lo descubrí mientras hacíamos la película. Escribiendo el guion quizá me estaba anticipando a algunos conflictos, pero el proceso real de trabajar con el equipo fue mucho más armonioso, y tuvimos mucha suerte de que no hubiera catástrofes inesperadas”, bromea.
Zilbalodis y los suyos han alcanzado finalmente esas torres, y ahora toca preguntarse qué hay tras ellas. Flow ha ganado el Globo de Oro a Mejor película de animación y está nominada al Oscar. Evidentemente ha sido un terremoto para la cinematografía de un país donde, más allá de nombres como Signe Baumane (Mis problemas con el matrimonio), apenas hay una industria animada como tal. “Todos estamos muy emocionados”, explica Zilbalodis pues, además de los premios, “Flow ha sido un gran éxito en los cines letones”. “En la mayor parte del mundo la animación independiente no es material de blockbuster, pero hemos demostrado que hay una gran audiencia para esto”.
“Mi esperanza es que pronto veamos más películas animadas desde lugares donde no hay industria gracias a herramientas gratuitas como Blender, y que los grandes premios internacionales reconozcan de forma equitativa la animación independiente”, concluye Zilbalodis. “Ahora tenemos un estudio en Letonia y queremos seguir trabajando así, de forma independiente. Aprovecharemos este reconocimiento para, en el futuro, hacer algo mucho más grande y arriesgado”.