Lo que 'La isla de las tentaciones' nos explica sobre cómo son las relaciones en 2025
El 'reality' pone sobre la mesa los cambios en la forma de amar y relacionarnos en una sociedad marcada por la inmediatez y la incertidumbre, conceptos que Zygmunt Bauman ya definió como parte del "amor líquido"
El arte perdido del flirteo o cómo la saturación de las apps nos ha devuelto las ganas de ligar en persona
“¿Tú ves normal un coño en tu nuca?”. Con esta frase, el estreno de la octava edición de La isla de las tentaciones ha vuelto a acaparar titulares y conversaciones. Las hogueras, las alarmas y las tentaciones regresan para ser protagonistas las noches de los lunes. Una vez más, cinco parejas acuden a una isla paradisiaca rodeados de solteros y solteras dispuestos a conquistarlos y así responder a la pregunta “¿Estoy realmente con la persona indicada o hay alguien mejor para mí?”.
Este reality nos invita a observar cómo las inseguridades, los deseos y los límites de los concursantes se ponen a prueba bajo cámaras que graban las 24 horas del día. Pero más allá del dramatismo, seducción y morbo que caracterizan a La isla de las tentaciones, a través de este programa se puede reflexionar sobre la manera en la que entendemos las relaciones en una era marcada por el cambio constante y la inmediatez.
En este contexto, los conceptos de “amor líquido” y “modernidad líquida” acuñados por el sociólogo Zygmunt Bauman ayudan a analizar las dinámicas de pareja actuales y que están presentes en el programa. Bauman habla en sus obras de un cambio en las relaciones personales, donde las conexiones profundas y duraderas se han visto sustituidas por otras más frágiles y volátiles, que priorizan la satisfacción inmediata y evitan el compromiso. Este “amor líquido”, como lo llama Bauman, surge en un contexto de “modernidad líquida”: una sociedad en la que todo, desde el trabajo hasta las relaciones, está en constante cambio.
De la hoguera al amor líquido
“Cuando llevábamos cosa de tres semanas me agobié un poco y lo dejamos”; “en estos años hemos tenido nuestros altibajos”; “hemos cortado unas cuantas veces”. Las parejas lo han dejado claro desde el primer programa: sus noviazgos no se han caracterizado por ser estables. Este es uno de los principales rasgos de las relaciones en la modernidad líquida: su fragilidad, la facilidad con la que pueden romperse los vínculos.
En esta edición, varios concursantes reconocen haber pasado por rupturas antes de entrar al programa. Alba y Gerard son un ejemplo evidente: él mismo relata en su presentación que se “agobió un poco” cuando llevaban tres semanas juntos. Su reconciliación no llegó hasta que, en una noche de fiesta en Madrid, Gerard vio a Alba besándose con otro chico y, en sus palabras, “se dio cuenta de lo que había perdido”. Bayan y Eros, otra de las parejas, también admiten haber experimentado varios “altibajos” en sus cuatro años de relación —fruto de las constantes infidelidades por parte de él—; mientras, Andrea y Joel confiesan haber roto y vuelto en varias ocasiones durante los tres años que llevan juntos.
La dinámica del show explota la fragilidad que parece caracterizar a estas parejas, reforzando la idea de que los vínculos son fácilmente reemplazables y que siempre existe la posibilidad de “algo mejor”. Para Bauman, la lógica de consumo invade las relaciones humanas, promoviendo la idea de que siempre se puede “mejorar” lo que se tiene. De ello se encargan los tentadores y tentadoras. El propósito de las 10 solteras y 10 solteros que conviven en Villa Playa y Villa Montaña con los protagonistas es precisamente hacerles dudar de sus relaciones.
Mireia Cosano, neuropsicóloga especializada en ansiedad que analiza La isla de las tentaciones en sus redes sociales, ve en el programa el reflejo de una especie de “Tinder emocional”, donde los solteros y solteras tratan de suplir las carencias que existen en las relaciones, ofreciendo una alternativa hipotética que lleva a los concursantes a cuestionar sus vínculos actuales. Un ejemplo claro es el de Andrea, quien confiesa que desearía tener “una pareja a la que le gustara salir” tanto como a ella. Rodeada de solteros que aseguran “amar la fiesta”, estos no solo refuerzan sus dudas, sino que intentan convencerla de que debería buscar a alguien más afín a ella: “Tú con tu novio no pegas nada”, “Necesitas a alguien que tenga más caña”, le dicen entre risas.
Del pensamiento de Bauman se desprende una idea clave: si tu pareja no cumple con todas tus expectativas, siempre puede haber alguien dispuesto a ocupar su lugar. Esto refleja cómo las relaciones en la modernidad líquida se ven influidas por una lógica de consumo. Al igual que con los bienes materiales, las personas tienden a percibir sus vínculos afectivos como algo reemplazable, sujetos a la constante búsqueda de “algo mejor”. Según explica a elDiario.es Soraya Calvo González, profesora de la Universidad de Oviedo en Ciencias de la Educación y sexóloga, este enfoque está muy relacionado con el miedo a “perderse nuevas experiencias, nuevas personas, nuevos caminos…”, simplemente por no querer cambiar.
Las relaciones en la modernidad líquida se ven influidas por una lógica de consumo. Al igual que con los bienes materiales, las personas tienden a percibir sus vínculos afectivos como algo reemplazable, sujetos a la constante búsqueda de 'algo mejor
En el primer capítulo de esta nueva temporada, Montoya, otro de los concursantes, hablaba con su pareja Ana sobre el motivo por el que habían ido al programa: “Hemos venido aquí para eso, para darme cuenta de que ninguna tiene lo que me das tú”. Más adelante, Ana se enfada con el mismo Montoya y le critica tras escuchar como les dice a las solteras: “Estamos aquí para lo que surja”. Este miedo al compromiso o a tomar una elección definitiva de la que habla Bauman lleva a las personas a mantener abiertas todas las posibilidades. Es el ejemplo de Andrea, quien reconoce ante las cámaras haber sido infiel en todas sus anteriores relaciones, así como haber “tonteado con varios chicos” estando con Joel, su actual novio, justificando que su relación “estaba en crisis”.
“La sociedad contemporánea promueve la autosuficiencia como una virtud suprema”, asegura a elDiario.es Belén Sánchez, psicóloga que practica terapia de pareja en su consulta. La profesional explica cómo actualmente se percibe la dependencia de otra persona, incluso en una relación segura y saludable, como una amenaza a la independencia o autonomía. Es por ello por lo que triunfan mensajes como “no necesitas a nadie para ser feliz” o se refuerza la idea de “no dejar que una pareja te anule o te coarte”, reflejando según Sánchez “una preocupación moderna por preservar la autonomía personal dentro de las relaciones”. Esta forma de pensar se refleja en cada episodio de La isla de las tentaciones.
Los solteros animan constantemente a las concursantes de Villa Playa a ser ellas mismas, a dejarse llevar y no permitir que pensar en sus parejas afecte a su comportamiento. Alba, una de ellas, recibe a menudo “ánimos” de los tentadores para que “se suelte” y “disfrute” sin pensar en su novio. Además, en Villa Montaña también se refuerza esta idea: en la primera hoguera, Gerard, uno de los novios, aconsejaba a su compañero Montoya: “Tú tienes que hacer en cada momento lo que sientas”.
Bajo esta premisa de actuar con libertad justifican comportamientos que podrían dañar a sus parejas. En otra ocasión, Gerard defendía la idea de que comportarse sin limitaciones podría ser positivo para él y para Alba, su pareja, llegando a afirmar que a la relación le podría “venir bien tontear” y “jugar”.
¿Una realidad exagerada?
Muchas de las dinámicas que se reflejan en La isla de las tentaciones son calificadas por sus espectadores como “exageraciones” o “teatralizaciones”. Sin embargo, más allá de las hogueras o las alarmas, los celos, las dudas, el miedo a perder a la pareja o el atractivo de lo nuevo son emociones que no solo pertenecen al formato televisivo.
Bauman sostiene que las relaciones modernas están marcadas por la inseguridad y la búsqueda constante de satisfacción. Si bien La isla de las tentaciones lleva estas ideas al extremo, lo hace amplificando una realidad que, en cierta medida, ya está presente en nuestra sociedad: vínculos frágiles, expectativas imposibles y un constante deseo de novedad. Mireia Cosano, que también trabaja la terapia en pareja, observa en su consulta cómo “estas relaciones están en nuestro día a día, y las normalizamos. Al salir en televisión lo vemos exagerado, pero es lo normal”.
Bauman sostiene que las relaciones modernas están marcadas por la inseguridad y la búsqueda constante de satisfacción. 'La isla de las tentaciones' lleva estas ideas al extremo, pero lo hace amplificando una realidad que, en cierta medida, ya está presente en nuestra sociedad
Las “heridas emocionales”, como la de abandono o traición, que Cosano identifica en algunos de los protagonistas, las ve a diario entre sus pacientes. “Al trabajar como terapeuta veo muchísimas dinámicas de relación disfuncionales, y muchas de ellas aparecen en La isla”, explica. Un ejemplo es el hábito de “enfadarte o castigar a tu pareja por lo que está sintiendo”. Esto se refleja en el primer programa, cuando Alba sufre un ataque de pánico y su pareja, Gerard, en lugar de apoyarla, le dice frases como “no me hagas esto” o “esto que te sirva para aprender”.
Es cierto que puede resultar complicado ponerse en la piel de algunas situaciones que se viven en La isla de las tentaciones: estar en una isla paradisíaca rodeado de solteros y solteras cuyo único objetivo es conquistarte no es algo que ocurra en la vida cotidiana. Sin embargo, las expertas también señalan cómo las aplicaciones de citas o las redes sociales facilitan una dinámica similar, donde la disponibilidad de nuevas conexiones puede generar dudas en los vínculos existentes.
Además, la fragilidad de las relaciones de la que habla Bauman y que se muestra en La isla de las tentaciones también se hace evidente en el día a día. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2023 se registraron 80.065 disoluciones matrimoniales en España, con un 21,1% de divorcios ocurriendo en matrimonios de entre seis y 10 años. Estas cifras, unidas a la disminución de matrimonios (un 3,7% menos que en 2022), pueden reflejar una realidad donde los vínculos parecen menos estables y más sujetos al cambio.
Aun así, el número de matrimonios y divorcios no ofrece una radiografía completa de las parejas en España; hoy en día muchas de ellas no pasan por el juzgado o la Iglesia para formalizar su unión. Un estudio de la Universidad de Málaga así lo señala. Investigando la evolución de la pareja en España, concluyen que ha pasado “del rito del matrimonio para toda la vida” a una “diversidad de relaciones basadas en el pacto privado y la aceptación de la ruptura y el re-emparejamiento”. Además, encuentran cómo “las rupturas están más presentes en todas las generaciones”.
A pesar de que tener pareja sigue siendo una realidad común en España —un 70% de la población mantiene algún tipo de relación de pareja, según el CIS en 2021—, también se corrobora el cambio de mentalidad en las nuevas generaciones. Una investigación de la Universidad de Granada realizada entre andaluces de 12 a 18 años destaca cómo “casi cuatro de cada diez jóvenes consideran que mantener una relación de pareja afecta negativamente a su vida”. Estos datos muestran cómo, aunque tener pareja sigue siendo un eje central en la vida de muchas personas, las expectativas, las prioridades y las dinámicas han cambiado profundamente. Este panorama, reflejado en programas como La isla de las tentaciones, pone de manifiesto la tensión entre el deseo de conexión y la necesidad de preservar la independencia.
'La isla de las tentaciones', ¿un 'guilty pleasure'?
Mientras que son muchas las opiniones negativas que envuelven a este programa en cada edición, lo cierto es que La isla de las tentaciones se ha consolidado un año más como líder de audiencias la noche de los lunes. Este fenómeno ha llevado a que, para muchos espectadores, verlo se convierta en lo que se conoce como un guilty pleasure (“placer culpable”): algo que se disfruta en privado, a menudo con una mezcla de satisfacción y vergüenza, porque no encaja del todo con lo que se considera un entretenimiento “legítimo” o bien visto.
Su éxito va más allá de la televisión, ya que las redes sociales se hacen eco de cada episodio. Instagram y TikTok se llenan de publicaciones con los mejores momentos de cada pareja, así como de usuarios comentando e intentando adivinar qué concursante será el primero en caer en la tentación. Incluso en X los hashtags son trending topic horas antes de que empiece.
¿Cómo conviven las constantes críticas que se hacen del programa con su gran audiencia? Este formato de “telerrealidad”, permite a los espectadores ser testigos de las relaciones, intimidades o sentimientos de personas normales y corrientes (y no actores o actrices). Marian Blanco-Ruiz, profesora de la Universidad Rey Juan Carlos y experta en género explica en un estudio cómo “la audiencia se convierte en una especie de voyeur, capaz de seguir viendo el programa por la curiosidad o el morbo de saber cómo van a actuar sus protagonistas”. Se satisface esa curiosidad innata del ser humano, ese “querer indagar o cotillear la vida de otros”, según afirma la investigadora.
Este tipo de realities abren una ventana en casa ajena, permiten a su público observar desde una distancia segura: “Podemos ver, desde la comodidad de nuestra casa, cómo otros enfrentan rupturas, celos e incertidumbre, lo que nos permite conectar con nuestras propias emociones. Esto puede generar cierto alivio al ver reflejados conflictos similares a los nuestros, ayudándonos a procesar y resolver nuestros propios dilemas internos”, explica la psicóloga Belén Sánchez.
El factor de realidad que ofrece La isla de las tentaciones frente a series o películas es para Mireia Cosano lo que de verdad engancha a los espectadores. La neuropsicóloga cree que lo que puede enganchar es “ver parejas normales que pueden hacer que se sientan identificados con la relación, normalizando ciertas conductas o, al revés, dejar de normalizarlas en sus relaciones”. “El enganche sexual yo creo que queda casi en un segundo plano; nos encanta juzgar las conductas de error y acierto en otras parejas según nuestros propios valores, sentirnos identificados con personajes o dinámicas de pareja”, añade en conversación con elDiario.es.