El sueño de un colegio propio para Navalafuente es un edificio sin calefacción y con goteras
La Comunidad de Madrid reorganizó los centros educativos de la zona y desgajó la escuela de este municipio del centro rural que la acogía; pero el anuncio de "una mejor atención educativa" ha acabado en techos que amenazan con derrumbes y perros colándose en el patio
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Dos semanas sin calefacción, tragaluces con goteras, techos con humedades, accesos inseguros, un patio en el que se cuelan perros y la ausencia de conserje, cuyas tareas asume el profesorado. El colegio público de Navalafuente (1.514 habitantes, al norte de la región), que se estrenaba como escuela independiente este año bajo la promesa de unos mejores servicios, solo ha ido a peor desde entonces, denuncian las familias.
“El nuevo centro era uno de los pilares del proyecto político del Ayuntamiento de Navalafuente, que argumentaba que, tras constituirse como un colegio independiente, la inversión y el interés de las Administraciones hacia el colegio iba a ser mayor”, explica uno de los padres. Nada de eso ha pasado y los problemas del centro, sostiene, acumulan años sin resolverse.
La Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, responsable de las competencias educativas, desvía las preguntas de este diario al Ayuntamiento, propietario del edificio. El Consistorio no ha respondido sobre las quejas que plantean las familias. La dirección del colegio sí admite que hay problemas, aunque evita entrar en detalles y se limita a defender que las soluciones están “en proyecto”.
Más problemas que recursos
El pasado 24 de julio, la Comunidad de Madrid anunciaba que el Colegio Público de Navalafuente se desgajaba del Centro Rural Agrupado (CRA) de Cabanillas, en el que formaba un todo junto a los centros de Cabanillas de la Sierra y Valdemanco, para pasar a ser una escuela independiente. Este movimiento era parte de una reorganización de los centros educativos en esa zona de la región que pretendía “reforzar la atención educativa en las zonas rurales”, según explicó el Gobierno regional en una nota.
Tras adquirir entidad propia y sumarse al polémico Programa Bilingüe de la Comunidad de Madrid, el colegio de Navalafuente fue presentado como un ejemplo del compromiso del Ayuntamiento de la localidad, gobernado por PP-Vox, para ofrecer una educación pública de calidad, cuentan las familias. Se argumentaba que, como colegio independiente, recibiría mayor interés y recursos de las administraciones.
Sin embargo, la realidad ha sido muy distinta, denuncian ahora las familias. El centro presenta déficits en infraestructuras de todo tipo. “Mucha foto de las autoridades y poca inversión, tanto de la Consejería como del Ayuntamiento”, explica el padre del alumno.
Mala calidad de las infraestructuras
Los problemas del centro se acumulan. Desde que el alumnado volvió al colegio tras las navidades, el 8 de enero, hasta el pasado miércoles, el colegio estuvo sin calefacción. Durante semanas, las aulas apenas alcanzaban los 17 grados en los momentos de mayor confort térmico —es el mínimo legal para centros educativos— y en algunas clases la temperatura alcanzaba los 14 grados gracias al calor corporal de los estudiantes y profesores, según comprobaron las familias in situ.
Al menos ese problema ya ha sido subsanado, cuentan los usuarios del centro, pero otras deficiencias estructurales persisten. A pesar de tratarse de un edificio con menos de 10 años de antigüedad, presenta múltiples problemas estructurales: goteras en la mayoría de los tragaluces y techos con amenaza de hundimiento debido al agua acumulada.
Los padres también están preocupados porque parte del recinto escolar carece de una valla perimetral. “El colegio colinda con varias fincas y viviendas particulares con perros, que saltan al colegio con el peligro que ello conlleva”, explica un progenitor. “Y no se trata solo de la existencia de estos perros; en general resulta difícil concebir un colegio sin valla”, añade.
Accesos inseguros y falta de supervisión
Una circunstancia que se agrava cuando se considera que el colegio no cuenta con un conserje. Eso obliga al profesorado a abandonar las aulas para atender llamadas o abrir la puerta, dejando a los alumnos sin supervisión. “No hay ningún control sobre quién, cuándo y cómo accede al colegio. La mayoría de las veces las puertas están abiertas. De hecho, a menudo el colegio se encuentra abierto a las 22:00 horas”, explica este padre.
El acceso al colegio también es motivo de preocupación. El camino principal atraviesa un aparcamiento sin zona delimitada para peatones, obligando a alumnos y padres a cruzarse constantemente con vehículos. “No hay ningún acceso en el que no te tengas que cruzar con coches de frente o de espaldas”, lamenta el mismo padre.