Marta Orriols, escritora: "A las mujeres todo el mundo nos indica lo que tenemos que hacer y va siendo hora de decir basta"
La autora catalana publica 'Al otro lado del miedo', una novela sobre las inseguridades y temores al cumplir los cincuenta
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Tras el éxito de Aprender a hablar con las plantas (Lumen, 2018) y Ese lugar al que llamamos casa (Destino, 2023), Marta Orriols (Sabadell, 1975) regresa ahora con Al otro lado del miedo (Destino, 2025). Una obra que muestra la capacidad de esta artesana de la narración para destilar sus propias experiencias vitales en novelas que se expresan como buenos licores: ligeros a su paso en boca, pero complejos y ricos en el regusto que nos dejan al terminar su consumo, y que, por tanto, delatan el trabajo que hay detrás de su elaboración.
En Al otro lado del miedo –A l'altra banda de la por (Proa, 2025) en su edición original en catalán– Orriols relata aproximadamente un año en la vida de Joana, una restauradora del Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC) que entra en la cincuentena, separada y con dos hijos varones, que ha llegado a un momento de máxima estabilidad en su trayectoria vital, tanto profesional como vital. Sin embargo, al tiempo que analiza su pasado y su presente en la burbuja de su cotidianeidad, Joana se da cuenta de que vive en un mundo progresivamente inestable y plagado de violencia.
Y también de incertidumbres que se suman a las que, ya de por sí, se tienen cuando se entra en los cincuenta, una etapa en la que parece que la vida tomará de pronto una dirección descendente hacia la decadencia. Un mundo que, como dice la autora, “va camino de acabar mal”. Orriols ejemplifica la vida y las reflexiones de Joana, que son las de la mayoría de personas de un determinado estrato social y cultural en nuestras sociedades occidentales, como “bailar valses en la cubierta del Titanic”, mientras este se hunde.
¿Por qué decide escribir este libro? ¿Tiene que ver con que está cerca de cumplir los cincuenta?
Yo creo que escribir en el fondo es un momento vital, no un propósito para un libro, no es algo estudiado, como si me dijera “ahora toca hablar de ese tema porque estoy en este punto de la vida”. Ahora bien, mirando para atrás sí es verdad que estoy en un momento muy bueno de mi vida, al menos así lo siento. He conseguido muchas cosas que me había propuesto. No obstante, y de esto va la novela, creo que quizá por los miedos generales colectivos, por ese discurso del miedo que impera tanto fuera, me surgen muchas preguntas sobre la autenticidad de esta placidez que se trasladan al hecho de que soy una mujer de casi cincuenta años.
Joana, la protagonista de mi novela, tiene un trabajo de responsabilidad y que ama, unos hijos y una casa. Ahora bien, está sola, sin pareja estable y no sabe si lo estará el resto de su vida... En este sentido, la necesidad de escribir este libro quizás sí sea un poco la reflexión sobre esta etapa, que creo que marca bastante la vida tanto de los hombres como de las mujeres: ya llevas mucha vida vivida y, por tanto, puedes mirar atrás y ves que ya eres otra persona y tienes que salir adelante como quien eres ahora.
Los cincuenta es una etapa que avecina cambios profundos que producen zozobra... ¿Viene de ahí la idea del titular?
Es una edad de logros y balance, pero también de cambios, como dices; de desazones. Yo creo que es una etapa de sentir un poco el síndrome del impostor, de pensar “he conseguido todo esto, pero no creo que realmente me lo merezca y en alguna esquina, y más en este mundo actual tan inestable, me espera un tortazo como castigo por ser una impostora”. En ese sentido la novela habla de cómo situarse al otro lado de todos esos miedos, de sentir el valor de lo cotidiano, de lo cercano y bueno porque es lo único que en realidad es nuestro y sobre lo que tenemos cierto control.
Un aspecto interesante de su nuevo texto es la contínua referencia a los conflictos de Gaza que Joana, la protagonista, oye en las noticias.
Con ello quise contextualizar las reflexiones que se hace ella en un mundo como el actual, que ha tomado una deriva horrible, tanto en lo referente a la creciente violencia como en el auge de la extrema derecha o la destrucción del clima. Todo va a mal y Joana es consciente de ello, de que en el fondo vive en un mundo privilegiado que va a acabar por desaparecer también, o al menos esa es la sensación que le produce.
Joana es restauradora de arte románico, un estilo que ama, en el MNAC. ¿Qué simbolismo tiene esto?
El románico es un arte milenario y en el MNAC, un espacio que adoro y en el que en su día realicé unas prácticas [para la licenciatura en Historia del Arte], se conservan piezas de más de 900 años; de hecho el museo posee una de las colecciones más importantes del mundo en este periodo. Se trata de piezas perdurables, que han resistido el paso del tiempo, los desastres, las guerras, el deterioro, etc.
Me pareció el contraste perfecto con el mundo volátil donde vive Joana y, también, en comparación con su evolución personal hacia una decadencia física que intuye en el horizonte. Por eso Joana es restauradora –corrige el paso del tiempo sobre los objetos– y ama además el románico, que habla sobre lo perdurable.
Describe en Al otro lado del miedo una situación de presunto acoso que se mueve en una nebulosa de insinuaciones que no dejan claro si lo hubo o no. ¿Cree que las mujeres tienen difícil a veces explicar o identificar este tipo de situaciones?
Sin duda, muchas de estas situaciones no están nada claras, y creo que es porque hasta hace bien poco no se consideraban socialmente como incorrectas, o abusivas, y las mujeres las integrábamos y las metíamos en la mochila de los agravios machistas y sexistas. Pero hoy no es así, puedes señalarlas o como mínimo decir que te han incomodado y esto también desconcierta a muchos hombres, como pasa en la novela.
¿Cree que los avances de la legislación han ayudado en este sentido?
Toda legislación que vaya en esta dirección me parece buena y por supuesto apoyo que exista la posibilidad de denunciar estos comportamientos. No obstante, defiendo la libertad personal de cada mujer para tomar la decisión que crea oportuna para sí misma si sufre una situación de este tipo. Si una mujer prefiere no denunciar, creo que está en su derecho, no veo bien que nadie, desde ningún colectivo, le imponga lo que tiene que hacer. Por ejemplo, Joana habla directamente con el hombre que la violenta y lo neutraliza; es una opción. A las mujeres todo el mundo nos quiere decir lo que tenemos que hacer y ya va siendo hora de que digamos basta.
Habla también en esta novela de la muerte de personas cercanas y del consiguiente duelo, una presencia habitual en sus novelas, si bien en Al otro lado del miedo parece haber una mayor aceptación del hecho.
La muerte es una presencia cercana para mí porque hace años perdí a mi pareja de un día para el otro y en cierto modo no lo he superado, ni creo que esas cosas se puedan superar. Pero es cierto que en esta novela la pérdida, en este caso de los padres, presenta un grado del luto más avanzado, una aceptación de hecho en cierto modo o bien un saber vivir con ello.
Al respecto de la muerte de los padres, Joana se declara huérfana y desamparada y reclama el derecho de los adultos a sentirse así. Es algo con lo que las personas que hemos perdido algún progenitor, o ambos, creo que podemos identificarnos totalmente.
Es que la muerte de unos padres es una pérdida muy importante sin importar la edad que tengas; has convivido con ellos toda la vida y parece que, por el hecho de ser adultos, no podamos sentir ese dolor y ese desamparo, que debamos esconderlo.
Hay un apartado con el que muchas mujeres en la cincuentena podrían sentirse identificadas y, sin embargo, usted no aborda en el libro: la menopausia.
Seguramente lo abordaré en próximas novelas. Si no está en esta, es porque es una experiencia que todavía no me ha llegado, pero entiendo perfectamente lo que puede significar para una mujer, ya que empiezas a pensar que entras en un periodo de decadencia, de hecho tu fertilidad lo hace. En cierto modo, el tema sí está en la novela, ya que la expareja de Joana está a punto de ser padre con una mujer más joven y ella se da cuenta de que ese es un terreno en el que ya no puede competir. Además, está el sufrimiento por la presión social para parecer jóvenes a pesar de que nuestro cuerpo va en otra dirección; de nuevo lo que te comentaba antes de que a las mujeres todos nos quieren decir lo que tenemos que hacer, como si tuviéramos un narrador de nuestras vidas por encima de nosotras dictando nuestro guion.
Usted es una de las voces más importantes de la literatura catalana de la última década y cubre el espacio generacional de las mujeres adultas y sus vivencias y reflexiones. ¿No teme que sea poco accesible a otros públicos más jóvenes?
No tengo la sensación de que sea así. Es cierto que como lectora me gusta mucho encontrar libros que pongan en el centro una vida parecida a la mía, de modo que pueda compartir sus inquietudes. Pero aun así, cuando leo un libro escrito por una persona joven con otras inquietudes, también me llama mucho la atención y me interesa. En esta línea, tengo la sensación de que tengo lectores muy diversos, tanto hombres como mujeres.
Quizás el motivo sea que no reflexiono demasiado sobre lo que estoy escribiendo y me centro mucho en el terreno de las emociones, procurando que los temas sean un cebo, que sean universales y puedan llegar a todo el mundo. Tanto es así que, por ejemplo, el día 5 de febrero me presenta el libro en Barcelona Pol Guasch, que es un autor que es muy joven y muy diferente a mí. Y, sin embargo, nos apreciamos mucho el uno al otro literariamente.
¿Tiene también un público masculino?
Yo creo que sí. Evidentemente, soy una mujer y no puedo saltarme mi género cuando escribo. Por eso quizás la empatía es más cercana con las mujeres. Pero, por ejemplo, en Dulce introducción al caos, que habla de una pareja y existen las dos voces, la de él y la de ella, a los lectores hombres les gustó mucho el personaje masculino porque era un tío normal y corriente, bastante vulnerable. Me comentaban entonces que en la ficción suele haber muchos clichés para representar a las mujeres y los hombres, ellos con esa masculinidad más dura...
Era un libro que hablaba de la decisión de tener hijos o no y era él quien quería tenerlos, no ella. Entiendo que el mercado necesita clasificar mucho la literatura masculina y la femenina, pero yo no veo los roles tan disociados, no pienso tanto en su género a la hora de crear un personaje. Intento siempre, en mi literatura, que los personajes sean muy personas y, para mí, si hay algo que define al ser humano son las contradicciones y la ambivalencia de los sentimientos por encima de los géneros.
¿Cuáles son sus autoras y autores de referencia?
Tengo un escritor fetiche que siempre releo: James Salter. Tiene una novela maravillosa llamada Años luz (Salamandra, 2013), que para mí es un poco una Biblia. Tampoco es que pase algo extraordinario en ella y es, además, muy de los años cincuenta y muy masculina, pero me gusta mucho cómo construye los personajes. A mí me interesa mucho siempre el mundo de las relaciones y Salter hacía unas novelas muy buenas en ese sentido. También me gusta mucho Alice Munro. Y de España me interesa Laura Ferrero, en especial por Los astronautas (Alfaguara, 2023), que es una novela maravillosa.