Santander, agosto de 1982: La guerra del Líbano en La Porticada
Un intento de boicot al concierto que ofrecía la Orquesta de Cámara de Israel en Santander hace más de cuatro décadas se saldó con algunas magulladuras debidas a una intervención policial desmedida y tuvo repercusiones diversas a escala local, nacional e internacional
Con el alto el fuego reciente se abre un paréntesis en la tremenda operación de castigo que Israel ha ejecutado en Gaza. Incluso ahora mismo, esa operación no se ha detenido en Cisjordania. En Cantabria ha habido innumerables actos de protesta y solidaridad con el pueblo palestino. Llamó la atención la jornada de abril en Cabezón de la Sal. Este mismo mes de enero en Santander ha habido una imaginativa representación, el sábado 11 en la plaza del Ayuntamiento, y una manifestación el último sábado, día 25. Sin embargo, se puede afirmar que ninguno de esos actos ha alcanzado la repercusión de lo ocurrido en agosto de 1982, en el Festival Internacional de Santander (FIS).
En aquel momento faltaban ocho años para la inauguración del Palacio de Festivales de Cantabria. Aquella edición del FIS todavía se celebró en las instalaciones provisionales que cada verano se montaban en la Plaza Porticada, en las que el repiqueteo de la lluvia no era un acompañante desconocido para la orquesta o las voces de los actores y actrices. Una jornada de aquella edición tuvo una alteración bastante notable. Un intento de boicot al concierto que ofrecía la Orquesta de Cámara de Israel en la ciudad se saldó con algunas magulladuras debidas a una intervención policial desmedida y tuvo repercusiones diversas a escala local, nacional e internacional.
El mismo día en el que dábamos por terminado el primer borrador de este artículo, 15 de enero, se conoció la noticia de un alto el fuego que debería empezar el domingo 19, horas antes de la toma de posesión del nuevo presidente de Estados Unidos. La situación que se vive en Gaza y Cisjordania desde hace más de 15 meses hace ser muy incrédulos respecto a una solución efectiva y duradera del conflicto. Ya nos preguntamos al empezar a preparar este artículo qué había ocurrido entonces para que, en una ciudad como Santander, en pleno verano, se diera una acción semejante. Año 1982 y un intento de boicot a una orquesta de Israel. Inmediatamente, idea de una respuesta a la matanza en los campos de refugiados de Sabra y Chatila, en Beirut. Pero cuando se inicia la comprobación, hay que ir más allá. La jornada alterada del FIS ocurrió exactamente un mes antes de esos hechos. No sirve la explicación simple y hay que seguir indagando.
Resumir el marco histórico de un conflicto que ya sobrepasa los tres cuartos de siglo no es tarea sencilla. Tampoco es el propósito de este artículo y no se puede olvidar lo ya mencionado: el conflicto lleva ahora mismo más de 15 meses en las primeras planas de todo el mundo con casi 50.000 víctimas del lado palestino. La respuesta israelí al brutal atentado de Hamás de octubre de 2023 figura ya entre los peores hitos de ese conflicto, que tiene cuatro guerras abiertas –1948/1956/1967/1973– entre Israel y los países árabes vecinos. Con un resultado común, las derrotas árabes y la ampliación territorial de Israel respecto a los límites de 1948.
Además de las guerras ha habido intentos puntuales de paz, los acuerdos de Camp David en 1978, los de Madrid de 1991 y de Oslo de 1993. El reconocimiento de la Autoridad Palestina por parte de Israel, las protestas palestinas por la falta de desarrollo de los acuerdos: Intifadas de 1987 y 2000. La primera operación de castigo en Gaza en 2001, con la destrucción del aeropuerto que durante unos pocos años había dado cierta idea de independencia a los palestinos… el enfrentamiento abierto desde 2007 entre la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y Hamás, controlando Cisjordania y Gaza respectivamente, en lo que constituye algo muy cercano a una guerra civil con periodos más y menos álgidos. Algo parecido a una tercera Intifada se produjo en 2017 como respuesta al traslado oficial a Jerusalén de la capital del estado de Israel. Entre todos esos hitos del horror, la invasión del Líbano por parte de Israel en el verano de 1982 es la clave que explica la acción de protesta ocurrida en el Festival Internacional de Santander.
Entre 1975 y 1990, diversos grupos aliados con países vecinos lucharon unos contra otros en la guerra civil que asoló Líbano. Las luchas internas y las masacres entre estos grupos se llevaron miles de vidas. A la matanza de Karantina, cometida por las milicias cristianas libanesas con apoyo sirio, respondió la OLP con la masacre de Damour. En agosto de 1976, los falangistas libaneses asesinaron a 3.000 palestinos en el campamento de Tel al-Zaatar. En total, unas 150.000 personas murieron como consecuencia de la guerra civil libanesa.
Desde principios de los años setenta, cuando la OLP fue expulsada de Jordania –Septiembre Negro– empezó el ataque a Israel desde el sur del Líbano y el ejército israelí contestaba bombardeando las posiciones palestinas. Un atentado fallido contra el embajador israelí en Londres por parte de una facción palestina enfrentada a la OLP fue utilizado por Israel para comenzar una invasión del Líbano a gran escala, –junio de 1982– justo en el momento en que la OLP respetaba un alto el fuego como justificaron las fuerzas de interposición de la ONU –UNIFIL–.
Incluso la oposición israelí acusó a su propio gobierno de llevar al país a la guerra. En agosto, Estados Unidos patrocinó un nuevo alto el fuego y la OLP pidió y recibió garantías de los estadounidenses de que los israelíes no entrarían en Beirut Oeste. El 15 de septiembre de 1982, dos divisiones del ejército israelí al mando de Ariel Sharon, ministro de Defensa, entraron en la zona. Este movimiento suponía la ruptura de un acuerdo con Estados Unidos y una violación del alto el fuego. Esa misma tarde los tanques de Israel empezaron el bombardeo de los campamentos de refugiados de Sabra y Chatila… Cuando se producen estos hechos que asombraron al mundo entero, ya había pasado un mes de la acción ocurrida en el Festival santanderino.
Una de las primeras crónicas del suceso ocurrido el sábado 14 en el Festival de La Porticada se publicó en el diario El País del lunes 16 de agosto e iba firmada por Víctor Gijón, corresponsal entonces en Cantabria del periódico madrileño. Tratamos con él de sondear el recuerdo de la jornada sin mucha explicación previa. El periodista exhibe buena memoria sobre los grandes hechos que le tocó colocar en la edición nacional en aquel mes de agosto. La ciudad suele dar titulares importantes, fundamentalmente por actividades de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Por ejemplo, recuerda como a las pocas horas de la convocatoria electoral que daría lugar a la victoria del PSOE en octubre, el vestíbulo del Palacio de La Magdalena estaba lleno de maletas. Hubo un cierto éxodo de todos cuantos creían que, en aquella situación, tenían que estar cerca de Moncloa y de la Carrera de San Jerónimo. También, poco antes del concierto que nos ocupa, fue noticia la destitución como concejala de la recientemente fallecida Isabel Tejerina. Y el mismo fin de semana de los conciertos, ocupó portadas nacionales un acto en la ciudad de Landelino Lavilla, que trataba de mantener la llama del legado de Adolfo Suárez.
Nos da también dos informaciones que no habían salido en los recortes de prensa que habíamos podido reunir. Ambas relacionadas. Uno de los fotógrafos más relevantes de la región estaba en el concierto. Pablo Hojas había hecho diversas tomas desde las primeras filas, junto al escenario, pero cuando surge el incidente en las últimas, las más baratas, dirige hacia allí su cámara y dispara decenas de veces, hasta un momento en que es detenido y no muy bien tratado por la Policía Nacional. Pablo Hojas había inmortalizado la represión bastante radical que se había efectuado sobre los portadores de la pancarta y los situados en las cercanías.
Tenemos ahí un cierto misterio difícil de resolver salvo que el enlace se identifique. Cuando en la Comisaría situada a pocos metros del recinto del Festival le abren la cámara, el carrete no aparece. Pablo dice que se le había olvidado colocarlo. Que le pasa a veces. Nadie se lo cree. En esos momentos el carrete ya está a punto de entrar en alguna rotativa. Pablo se lo ha pasado a un colega de una manera inadvertida para todos menos para los dos protagonistas. No tenemos la identidad del compañero. Pero alguna de las fotos de la violenta intervención policial, publicada en primera página en algún diario, le cuesta el puesto al gobernador civil, destituido dos semanas más tarde. Emilio Contreras Ortega ocupó un puesto en el Ministerio del Interior hasta diciembre, cuando fue relevado tras la toma de posesión del primer Gobierno de Felipe González.
Pocos días más tarde, más cerca de Navidad, una mañana más templada y nubosa, charlamos con Marcos Gutiérrez. Fue uno de los organizadores de la protesta. Tenía poco más de 20 años y acababa de terminar el servicio militar obligatorio. Gozaba de buena forma física, hacía buen papel en las competiciones de 100 metros y eso le libró de pasar por la Comisaría aquella noche. Nos deshace una primera idea preconcebida: El acto de protesta era conocido. Los días previos las organizaciones convocantes Movimiento Comunista (MC), Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y Juventud Obrera Cristiana (JOC) lo habían anunciado mediante el reparto de panfletos, y había sido recogido en la prensa local incluso con alguna foto. Por lo tanto, el despliegue policial era importante y no solo por la proximidad de la Comisaría de la Policía, situada en la entrada trasera del Gobierno Civil, la que se abre a los soportales de La Porticada.
La cifra de participantes que aporta Marcos Gutiérrez no difiere mucho de la publicada en la prensa: Algo más de 30 jóvenes, situados en las filas más altas, las más alejadas del escenario y las más baratas, pero añade que había también en el concierto, en las primeras filas, en las localidades más caras, algunas personas mayores, con empleos estables, que podían acceder a esas localidades más caras, algo así como “vips” comprometidos con la protesta. Entre el público “normal” aunque hubo adhesiones, el rechazo se impuso a la acogida. Incluso alguna figura de la izquierda local se pudo distinguir entre los que rechazaron la protesta, argumentando que una cosa era la cultura y otra la política.
Además de las dos organizaciones de izquierda y la juventud cristiana, en el núcleo organizador hay que situar el antecedente del Comité de Solidaridad con los Pueblos -Interpueblos- que en aquel momento se denominaba ACAPAC, Asociación de Amigos de los Pueblos de América Central. Se puede añadir que en aquella España en Transición tanto la resistencia a las dictaduras del cono sur como los movimientos armados de América Central, Frente Sandinista de Nicaragua, Frente Farabundo Martí de El Salvador… tuvieron mucho apoyo. Volviendo a los recuerdos de Marcos Gutiérrez, añade que la pancarta fue introducida en un capazo playero por Cristina Piris, cántabra que trabajaba en Valencia y que estaba en Santander de vacaciones. Otra nota que creemos absolutamente desconocida es que una de las víctimas del atentado que años más tarde efectuó ETA en La Albericia se había unido espontáneamente a un grupo que repartía panfletos la víspera y participó en la protesta.
Finalmente, hubo participantes que no habían entrado al Festival, pero que estaban en la Plaza, en el trozo que quedaba entre el recinto cerrado y las fachadas traseras de Hacienda y del Gobierno Civil, que abuchearon a la Policía cuando salía golpeando a los participantes e intentando detener a alguno de ellos. Siete fueron llevados a Comisaría y solo uno pasó la noche en los calabozos. Las repercusiones fueron muy variadas. A escala local, la prensa recogió la protesta con no mucho entusiasmo. Días más tarde hubo alguna carta de lectores indignados. Del segundo concierto de la orquesta israelí se destacó la absoluta normalidad en su desarrollo.
La prensa nacional de tono progresista informó de la protesta más ampliamente. Diario 16 llevó a la portada una de las fotos que habían volado milagrosamente de la cámara de Pablo Hojas. Probablemente la que le costó el puesto al gobernador civil. El País publicó además de la amplia crónica de Víctor Gijón, un editorial al día siguiente censurando la violenta actuación policial. La portada de Pueblo, del lunes 16 de agosto, salvo un pequeño recuadro deportivo, dedica todo el resto a noticias relacionadas con el conflicto entre israelíes y palestinos, la protesta de Santander, con foto de aquellas que velaban el rostro de los agentes y, el mayor destacado, al acto que iba a protagonizar también en Santander Landelino Lavilla, donde se esperaba la definición del futuro del centro político. Dos meses más tarde… aquella definición quedó arrasada. Hubo también ecos en prensa local de otras ciudades. Existen reseñas del Diario Palentino y del Baleares, todavía órgano del Movimiento en las islas.
Fuera de la prensa, en la escala local, hay que situar el altavoz que supone cada verano las actividades de la UIMP en La Magdalena. La protesta del sábado 14 de agosto de 1982 no fue una excepción. El mayor eco internacional de la acción de protesta en Santander fue el telegrama de felicitación de la OLP, considerada todavía por algunos países occidentales como una organización terrorista, aunque Yasir Arafat defendía que no fuera únicamente una organización armada. En un discurso famoso ante la Asamblea General de la ONU, diez años antes de estos hechos, Arafat defendió su organización como portadora de la rama de olivo de la paz al mismo tiempo que llevaba también la pistola…
En la prensa local destaca la cobertura que hizo El Diario Montañés. La portada del domingo 15 publica una de las fotos de Pablo Hojas a gran tamaño –cuatro columnas–, sin mencionar al autor. El pie de foto muestra un tono crítico con la protesta; el titular, también a un tamaño bastante exagerado, –“La policía impidió el boicot”–, pero añade que la policía actuó con violencia… En la página 3 hay una amplia reseña firmada por Chemi Pelayo con dos fotos de Pablo Hojas, en este caso firmadas. El tamaño de las fotos y del titular –a toda página–, que repite el de la portada, resalta el éxito policial al impedir el boicot, aunque vuelve a insistir en el carácter violento de la acción policial. Da una explicación confusa al hecho de la detención de Pablo Hojas y el “velado” de su carrete en Comisaría, cuando antes del cierre de esa misma noche ellos mismos publican fotos de ese autor. Se puede leer casi en su totalidad el texto de la pancarta y se confirma que la invasión del Líbano por parte de Israel es el motivo de la protesta.
En la página 11, en la sección de Opinión, un recuadro firmado con seudónimo, Victoria, que a esas horas solo puede haber sido escrito por alguien con acceso muy directo a la cúpula del periódico, se articula un confuso debate entre música y política, que, aunque condena la invasión del Líbano, reparte mucha estopa contra los protagonistas del intento de boicot. En la edición del martes 17, – los lunes todavía no se publicaban diarios, solo la Hoja del Lunes– se recoge la normalidad con la que se efectuó el segundo concierto, el domingo, de la orquesta israelí y se expresa la solidaridad con Pablo Hojas recogiendo también parte del comunicado en el mismo sentido de la Asociación de la Prensa.
La Hoja del Lunes del 16 publica con un tono diferente el comunicado de la Asociación de la Prensa y lamenta el trato recibido por Pablo Hojas, a quien se le habría velado intencionadamente un carrete de su cámara… pero no “el carrete”. En ese mismo número de la Hoja del Lunes hay una viñeta que sustituye la 'S' de Israel por una doble 'SS' que no requiere mucha más explicación.
Y la visión del crítico musical Francis Pardo, en ese mismo ejemplar de la Hoja, sobre lo ocurrido el sábado podría dar para otro artículo. El titular acerca la opinión del crítico: “Haydn, Mozart, la Orquesta de Israel… y los protestantes”. Después, los cifra en “una docena y algo”, rebajando al menos a la mitad la participación. Otro dato común a los desacuerdos con las protestas. Sin embargo, el señor Pardo, al que su amigo Jesús Pindado le atribuye la cualidad de “espía franquista” durante la guerra, abre la posibilidad de debatir si era, si sigue siendo, posible para criticar una acción política, negar la relación de esta con el arte en general y la música en particular. Solo un ejemplo: han pasado dos siglos desde el estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven, la mayoría de quienes la escuchan hoy probablemente la relacionen con la Unión Europea, una versión de la misma es su himno oficial, patrimonio de la Unesco… Sin recurrir a Schiller ni al significado del movimiento romántico o su relación con los nacionalismos de la primera mitad del siglo XIX… ¿Es posible divorciar la política del arte, de la música?