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Cómo la Inquisición y la corona española acabaron con los espiritistas y los masones en Menorca

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Tras el regreso del absolutismo, espiritistas, masones, librepensadores e incluso anarquistas convivieron en la clandestinidad

El espiritismo del siglo XIX, la pseudociencia que sirvió de preludio de la contracultura en Mallorca

Las dominaciones británicas en Menorca han dejado un legado que no está hecho solamente de arquitectura colonial y anglicismos varios, que todavía hoy persisten en el catalán dialectal insular. Una larga tradición de círculos, publicaciones y sociedades que producían discurso político e ideológico pueden rastrearse en cada rincón de la isla desde principios del siglo XVIII hasta nuestros días. Mientras el resto del reino de España vivía con angustia el regreso del absolutismo fernandino, mientras el sueño de los liberales de Cádiz tomaba el rumbo del exilio y la persecución, en Menorca florecían -entre otras cosas- varias logias masónicas de inspiración humanista y liberal. El profesor Juan José Morales Ruiz, titular del máster de Historia de la Masonería en España y América, señala que “es sabido que durante la segunda ocupación inglesa fue fundada en Menorca la Antiènt Lodge N.72 existente en el Regimiento 11 de las fuerzas británicas”, y señala asimismo que, según los registros existentes, pocos años después fueron fundadas “en Port Mahón otras dos logias: entre los años 1766 y 1770 nacieron la N.141 Lodge of Fornitude y la N.117 Union Lodge”. 

En este contexto de efervescencia ilustrada se puede constatar que la actividad que los intelectuales liberales ingleses y franceses desarrollaban en el continente tenía su correlato en la Menorca Británica, una isla hasta entonces acostumbrada a la rigidez extrema del rito católico apostólico romano observado por la Santa Inquisición, que volvería a instaurarse en la isla en 1802 al retornar a manos españolas. Sin embargo, durante casi cien años Menorca, se mantuvo bajo esta sostenida influencia hecha de tolerancia, apertura y liberalismo mercantil que caracterizaba a los protestantes y masones británicos y que fue generando una pregnancia en la sociedad menorquina. 

Como prueba, Morales Ruiz cita a un capitán mahonés de nombre Joan Roca escribía en su diario en 1778 que “los francmasones ingleses han hecho este mes la procesión a San Juan Evangelista” y señala que “a estas celebraciones ya asisten algunos mahoneses, aunque siempre con disfraz”. Así, de a poco, la sociedad menorquina se fue abriendo a nuevos paradigmas y construyendo su propia versión del liberalismo insular, permitiendo el regreso de colonias hebreas y griegas ortodoxas que convivieron durante décadas en un clima de respeto mutuo. Así lo describe el historiador mallorquín Román Piña Homs: “La dominación inglesa constituyó todo un modelo de tolerancia que llegó a calar en la población autóctona y en sus estilos de vida”. Por otro lado, si bien es cierto que las actividades masónicas en Menorca tienen su punto álgido durante estos años, el profesor Morales Ruiz señala que las actividades masónicas impulsadas por menorquines propiamente llegarían “a partir de la Revolución liberal de 1868”. 

Sea como fuere, el fin de la dominación británica en la isla y el regreso de ésta a la corona española en 1802 trajo consigo un período de reacción conservadora, un regreso a las antípodas de la ilustración que buscará cortar de cuajo la influencia y actividades que las logias masónicas habían desarrollado en la isla durante casi un siglo. El retorno de la Inquisición, el absolutismo, la intolerancia racial y religiosa expulsan a los comerciantes judíos y ortodoxos afincados en Maó y devuelven a la clandestinidad a las logias que hasta entonces buscaban propagar las ideas de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Ya en 1782 el Duque de Crillón, cuyo nombre adorna todavía una céntrica calle del poniente insular, escribía en su primer bando: “Los moros argelinos deben quedar esclavos y en esta calidad remitirse a los arsenales de Cartagena. Los prisioneros ingleses deben remitirse al Conde de Asalto para ser cangeados (sic). Los griegos y judíos deben ser expulsados y arrojados a parajes donde no nos causen daño”.

Los primeros republicanos… ¿espiritistas?

Así llega el reino de España a su primer conato republicano. La llamada revolución “Gloriosa” de 1868 irrumpe en el panorama político no sólo como una necesidad de apertura democrática y antimonárquica, sino también como una expresión de la voluntad de respeto a la diversidad, tolerancia religiosa, igualdad de derechos civiles y un incipiente laicismo, que había quedado truncado tras el regreso de Fernando VII. “A partir de 1868 observo que determinados colectivos anticlericales se posicionan claramente a favor de la libertad de cultos y apoyan muchas de las iniciativas propagandísticas del Metodismo. Los principales misioneros proceden de Menorca, y llegan a Mallorca vía Capdepera, Artà o Pollença”, explica en diálogo con elDiario.es el profesor Pere Fullana Puigserver, docente de la Universidad de les Illes Balears y experto en historia social y religiosa. 

Pero con estas aspiraciones republicanas venía algo más. Una nueva moda que arrasaba en la Europa de finales del XIX y que también hizo carne en territorio español y, por supuesto, también en las islas: el espiritismo. Se trata de una corriente pseudocientífica impulsada por un francés republicano y positivista conocido como Alan Kardec, cuyos libros fueron quemados por centenares en un Auto de Fe impulsado por la Inquisición en Barcelona en 1861.

Catalina Martorell Fullana, doctora en Historia y autora del libro “Els origens del republicanisme i el primer moviment obrer a Mallorca”, explica de qué se trataba esta moda; “Para entender qué es el espiritismo y a los sectores donde más arraiga (republicanos, libertarios, clases populares en general), queda muy claro si observamos lo que sucede en el I Congreso Espiritista Internacional celebrado en Barcelona en 1888, en el que se aprobó la reivindicación de la igualdad entre géneros y la liberación de la mujer y otros puntos como el matrimonio civil o la interpretación del espiritismo en calidad de religión laica, antiautoritaria, igualitaria y socializadora”. 

Para entender qué es el espiritismo y a los sectores donde más arraiga, queda muy claro si observamos lo que sucede en el I Congreso Espiritista Internacional celebrado en Barcelona en 1888, en el que se aprobó la reivindicación de la igualdad entre géneros y la liberación de la mujer y otros puntos como el matrimonio civil

Catalina Martorell Historiadora

Martorell explica que este clima de apertura política y social que se vive durante el Sexenio Democrático va a fortalecer los avances que buscaban hacer de España -por fin- un país laico. “La Iglesia católica pierde peso, especialmente a instancias del Partido Republicano Democrático Federal (PRDF), que lleva en su ADN el anticlericalismo. Son librepensadores y muchos de ellos integran logias masónicas, otros son protestantes, ateos, y también espiritistas”, señala. Por su parte, la iglesia reacciona con un “plan de choque”, según cuenta el profesor Puigserver: “Se puso en funcionamiento un plan pastoral a través de asociaciones seglares (Terciarios Franciscanos, sobre todo) para contrarrestar esta dimensión 'religiosa alternativa' que practicaban aquellos que se oponían al catolicismo. Estos grupos tuvieron gran difusión sobre todo en Menorca donde se existían varias asociaciones espiritistas, también las hubo en puntos de Mallorca como Palma y Capdepera”.

Más allá de la motivación material y política que dio espacio al nacimiento de esta corriente, cabe preguntarse: ¿qué era y cómo funcionaba el espiritismo? Según Catalina Martorell, se trataba de una “corriente científica, filosófica y social de base espiritualista -no religiosa-, laicista y progresista” cuyos adherentes apostaban por “la regeneración social, la fraternidad universal de los antiguos cristianos, la posición ética ante la vida, la redención social y la pluralidad de mundos”. Aún comprendiendo el contexto histórico y social que se vivía por aquel entonces en toda Europa, no deja de resultar sorprendente que fueran principalmente aquellos “liberales ilustrados” y abanderados de la “ciencia” quienes más apego sintieran por esta forma de animismo social. Sobre este punto, Martorell explica: “Quienes lo practicaban defendían que no se trataba de una religión, sino una 'nueva ciencia'. En el siglo XIX aparece a los ojos de los espiritistas la posibilidad de contactar con el 'otro mundo' a partir de los poderes mediúmnicos, hipnóticos o psicológicos de las personas”. 

Por su parte, el profesor Fullana señala que se trataba de una forma de coexistencia de librepensadores, incipientes feministas, laicos, al fin y al cabo habitantes de los márgenes de la época. “Hay que pensar que el caciquismo y el clericalismo eran asfixiantes. La sociedad liberal burguesa, cuando no encuentra espacios públicos, cuando no dispone de libertad suficiente ni garantías sociales, se refugia en colectivos que actúan desde la clandestinidad, el secretismo, la intimidad y los espacios invisibles. El catolicismo hispano es intolerante por naturaleza, antiliberal y no respeta la diversidad de cultos ni de creencias. Es más, el catolicismo tiene una gran capacidad para producir relatos acusatorios y se siente apoyado para intimidar con relatos y acusaciones a todos aquellos que muestran una cierta desafección con la práctica católica”, comenta.

El caciquismo y el clericalismo eran asfixiantes. La sociedad liberal burguesa, cuando no encuentra espacios públicos, cuando no dispone de libertad suficiente ni garantías sociales, se refugia en colectivos que actúan desde la clandestinidad, el secretismo, la intimidad y los espacios invisibles

Pere Fullana Puigserver Docente y experto en historia social y religiosa

Un anarquista en las mesas danzantes

Espiritistas, masones, republicanos, librepensadores, metodistas, protestantes… todos ellos van a ir encontrando su lugar en la historia de los primeros años del siglo XX y, en algunos casos, diluyendo sus actividades hasta ser apenas un recuerdo. En Menorca, un personaje fundamental para la historia de la educación laica y libre, así como para los primeros compases de las organizaciones obreras insulares, combinaba en el mismo discurso su afición por el espiritismo y su apasionada lucha por la emancipación de los trabajadores. 

“Joan Mir i Mir inició su militancia política en el espiritismo, que fue su canal de entrada en la lucha por la emancipación de las clases trabajadoras. En el I Congreso Espiritista Internacional celebrado en Barcelona, los menorquines demostraron su implicación enviando representantes. Recordemos que había dos centros espiritistas en Menorca, uno en Maó y otro Es Castell, éste último contaba, hacia principios del siglo XX, hasta 38 miembros, y estaba presidido por Joaquim Eyoroa González. También existían logias como La Torre de Babel de Ciutadella y Los Hermanos de la Humanidad en Maó”, explica Catalina Martorell.

Más de un siglo después de su muerte, la Escola d’Adults de Maó lleva su nombre como una reivindicación tardía de quien no fue solamente un socialista libertario en el sentido amplio del concepto, sino también un sujeto con la mente abierta capaz de tolerar e incluso -quizás- jugar con otros mundos posibles. “Para Mir i Mir fue significativa la visita en 1899 de la librepensadora Belén Sárraga a Menorca, donde dio a conocer el diario anticlerical y feminista La Conciencia Libre, que en la isla alcanzó un apoyo de 600 suscriptores. Durante su gira de propaganda, Sárraga defendió la enseñanza laica y, poco después, Joan Mir i Mir y el mallorquín Gabriel Comas difundieron un proyecto para crear una escuela de educación integral ese mismo año”, señala Martorell.

Por último, preguntada por los vínculos de este ilustre profesor mahonés, que fuera fundador del Ateneu e impulsor de una de las primeras y más importantes huelgas obreras de la isla, explica que “hacia 1901 viajó a Barcelona, donde se reunió con todos los líderes de los movimientos emancipadores, desde librepensadores, cooperativistas, republicanos, anarquistas, etc.”. “Este viaje fue clave para que Mir evolucionara hacia el anarquismo. A partir de entonces, se involucró con la Escuela Moderna de Ferrer i Guàrdia y estableció una escuela moderna en Maó en 1904, de la que fue maestro. Mir conectó con toda la red anarquista catalana en torno a la Escuela Moderna”, añade.

La historia del menorquín Joan Mir i Mir terminará abruptamente apenas cumplidos los 50 años, tras muchas idas y vueltas que incluyen la fundación de algunos de los periódicos más importantes de Menorca y de varias Escuelas Libres de Enseñanza. La persecución, la cárcel, la delación y también el desaire de algunos de sus antiguos aliados irán socavando su salud. De su espiritismo apenas quedarán anécdotas. Escribió su testamento político 13 días antes de morir un 19 de junio de 1930. Quizás su espíritu libertario ande todavía dando vueltas por las mesas danzantes.




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