35 años de 'política sexual de la carne': una obra imprescindible y más vigente que nunca
La publicación de 'La política sexual de la carne', de Carol J. Adams, marcó un antes y un después en el pensamiento feminista, antiespecista y ecofeminista. En una sociedad patriarcal, el consumo de carne se asocia con la virilidad, la agresividad y la dominación, mientras que las mujeres y los animales no humanos son representados como cuerpos pasivos, consumibles y sexualizados, una objetificación que contribuye a la normalización de la explotación de humanas y no humanos
Este año celebramos el 35º aniversario de la publicación de La política sexual de la carne, de Carol J. Adams, un libro que marcó un antes y un después en el pensamiento feminista, antiespecista y ecofeminista. Desde su primera edición en 1990, este trabajo revolucionario ha desafiado y transformado la manera en que entendemos las conexiones entre el patriarcado, el consumo de carne y la violencia estructural. El libro ha sido traducido a más de diez idiomas, incluyendo español, francés, alemán, italiano, portugués, japonés, coreano, chino, turco, polaco y sueco, entre otros. La edición en español, publicada hace ya casi una década por ochodoscuatro ediciones, ha hecho posible que el libro llegue a una audiencia hispanohablante más amplia, y tiene la particularidad de que está disponible de forma gratuita en formato digital.
En su influyente libro, Carol J. Adams establece un vínculo profundo entre la opresión de las mujeres y la explotación de los animales no humanos, argumentando que ambas prácticas están arraigadas en las estructuras patriarcales que configuran nuestras sociedades. Un eje central de su análisis es el concepto del “referente ausente,” un mecanismo que borra la identidad y subjetividad de los animales al fragmentar sus cuerpos en productos consumibles. Este proceso no solo borra su historia, agencia e individualidad, sino que también convierte sus vidas en meros trozos transformados, en objetos destinados exclusivamente al consumo humano.
Adams demuestra cómo este mecanismo de invisibilización encuentra un paralelo en la cosificación de las mujeres dentro de las culturas patriarcales. Al igual que los animales son despojados de su subjetividad y convertidos en productos, los cuerpos de las mujeres son fragmentados y consumidos simbólica y literalmente, particularmente a través de la violencia sexual, la pornografía y representaciones culturales que las reducen a objetos sexualizados, piezas de carne valorizadas únicamente para el placer masculino heterosexual.
Además, Adams analiza cómo las representaciones culturales y el lenguaje refuerzan estas jerarquías de dominación; por ejemplo, en la publicidad. Los animales no humanos son con frecuencia retratados como seres femeninos que aceptan pasivamente su explotación, mientras que las mujeres aparecen cosificadas de manera similar, despojadas de subjetividad y reducidas a objetos consumibles. Este paralelismo denuncia la normalización de la violencia tanto hacia los animales como hacia las mujeres, y pone de relieve los mecanismos compartidos de fragmentación, cosificación y consumo que subyacen en la misoginia y el especismo.
A través de este análisis, Adams no solo expone las conexiones entre sexismo y especismo, sino que también invita a reflexionar sobre cómo las estructuras de poder patriarcales perpetúan la violencia y la desigualdad en múltiples niveles, consolidando jerarquías que -hoy lo sabemos- afectan tanto a los animales no humanos como a las mujeres y otras identidades distintas a la blanca, masculina, capaz y heterosexual.
La autora demuestra, también, cómo el consumo de carne está profundamente entrelazado con la masculinidad, el poder y la dominación, mientras que el veganismo a menudo se asocia con la feminidad y la debilidad. Estas asociaciones de género refuerzan aún más los valores patriarcales al vincular la identidad masculina con la violencia y el consumo y control de otros cuerpos, y la identidad femenina con la pasividad y la domesticidad. Según la autora, los vegetales adquieren una identidad “afeminada,” lo que refuerza estereotipos de género profundamente arraigados.
Una obra aún vigente y desafiante
La reciente edición del 35º aniversario publicada por Bloomsbury incluye una nueva introducción que reafirma la vigencia de esta obra en el contexto de los debates actuales. Eventos recientes han demostrado que las dinámicas de opresión que Adams identificó siguen plenamente activas, lo que convierte a La política sexual de la carne en una herramienta indispensable para entender y resistir las múltiples formas de violencia estructural.
El impacto del libro también es palpable en los Estudios Críticos Animales (CAS, por sus siglas en inglés) y el ecofeminismo, donde ha inspirado a generaciones de académicas y activistas. Adams ha desarrollado otros conceptos igualmente útiles como el de la “proteína feminizada” (2017) que explica cómo la explotación reproductiva de las hembras no humanas en industrias como la láctea y la avícola perpetúa la lógica capitalista y patriarcal. Lejos de limitarse a una crítica teórica, Adams conecta estas prácticas con problemáticas de género, y especie, a las que se pueden añadir otras como clase y raza, subrayando la necesidad de enfoques interseccionales.
En su sitio web, la autora tiene una sección con ejemplos de la Política Sexual de la Carne, en la que presenta una recopilación de anuncios publicitarios, situaciones y representaciones culturales que ilustran cómo el consumo de carne está entrelazado con conceptos de masculinidad, poder y dominación. Concretamente, en estos ejemplos se puede ver cómo se sexualizan tanto los cuerpos de las mujeres como los de los animales no humanos para construir narrativas de poder y control. Las imágenes publicitarias de cuerpos, o trozos de cuerpos, a menudo no solo representan la “carne” de los otros animales como un alimento, sino como un objeto de deseo, al igual que las mujeres en muchas representaciones mediáticas. Esta “política” refleja cómo, en una sociedad patriarcal, el consumo de carne se asocia con la virilidad, la agresividad y la dominación, mientras que las mujeres y los animales no humanos son representados como cuerpos pasivos, consumibles y sexualizados, una objetificación que contribuye a la normalización de la explotación de humanas y no humanos.
Un legado que sigue transformando
A 35 años de su publicación, La política sexual de la carne sigue siendo un libro importantísimo para quienes luchan contra la opresión en todas sus formas. Es un recordatorio de que los sistemas de dominación no actúan de manera aislada, sino que están interconectados. También es un recordatorio de cómo estos sistemas de dominación se ven reflejados en todas las manifestaciones de la sociedad, incluido el activismo por la liberación animal. Leer y reflexionar sobre la obra de Adams es, aún hoy, un acto de resistencia y un llamado a transformar nuestras relaciones con todos aquellos seres que en algún momento han sido calificados de “el otro”.
En palabras de Adams, “la cosificación permite que el opresor vea a otro ser como un objeto. Una vez cosificado, puede ser fragmentado. Una vez fragmentado, el consumo puede tener lugar”. Esta secuencia, tan aterradoramente simple como efectiva, sigue siendo una invitación a cuestionar las dinámicas de poder que moldean nuestras vidas, las de aquellas humanas y humanos que son retratadas como “humanas de segunda”, y todos esos “otros” y “otras”, humanas y no humanas, que no merecen la misma consideración. Y en ese cuestionamiento, su obra sigue siendo un faro que ilumina caminos hacia la justicia.