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5.000 kilómetros de Guinea Konakri a Ibiza, el difícil 'viaje' de Omar: "Nunca imaginé que sería tan duro"

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Con 15 años, más de 5.000 kilómetros a través de Senegal, Mali, Burkina Faso, Níger y Argelia, entre guerrillas, mafias y hambre, y unas 130 millas náuticas en patera lo condujeron hasta la isla pitiüsa. Ha estudiado cocina y ahora, con 21, es voluntario en Cruz Roja. "Mucha gente sale de su casa y no llega a Argelia. Muchos mueren en el desierto", relata

El joven Omar Diallo, ahora residente en Eivissa, recorrió con solo 15 años la distancia entre Guinea Conakry y la mayor de las Pitiüses en un año y “algunos meses”. Un “viaje” espeluznante en el que la muerte estuvo acechándolo constantemente, a merced de las mafias que trafican con personas en África. Ahora con 21 años, la ayuda de las instituciones y mucho esfuerzo, trabaja en las oficinas de la Policía y es voluntario de Cruz Roja. Esta es su historia.

Más de 5.000 kilómetros atravesando cinco países (Senegal, Mali, Burkina Faso, Níger y Argelia) y alrededor de 130 millas náuticas (241 kilómetros), las que separan la costa argelina de Eivissa, es la distancia que Omar Diallo recorrió desde 2020 con solo 15 años, casi 16. Más de un año fue el tiempo que Kadiatou Diallo tuvo que esperar para cerciorarse de que, por fin, su hijo, la niña de sus ojos, llegaba a España, en concreto a las inmediaciones de la playa ibicenca de Figueretas, donde desembarcó acompañado de otros 12 desesperados valientes a los que no conocía de nada. 

Fue todo un tiempo de incertidumbre, de envíos de dinero a no se sabe quién, de mensajes sin respuesta, de mucho miedo, pero también de confianza en que su retoño podría conseguirlo después de muchas malas noticias de niños que se quedaron por el camino. Lo consiguió y a punto está de independizarse del sistema que le da cobijo y esperanza y al que ya aporta como trabajador. Uno de los despectivamente llamados MENA, un menor no acompañado, un inocente que no sabía adónde le iban a llevar sus pasos , peroque tenía claro que quería un futuro mejor. Ahora respira satisfecho y aún sorprendido por todo lo que le ha tocado vivir, lo que ha pasado y lo que le podría haber ocurrido. Kadiatou también. “Mi madre está muy contenta”, asegura el joven, que ahora tiene 21 años, en conversación con elDiario.es.

Cinco países y un oscuro mar

“Nunca había imaginado que pudiera ser tan duro”, explica con una sonrisa en los labios. Un teléfono y “entre 300 y 400 euros” eran todas sus pertenencias al salir de casa. Las ganas de escapar de la represión política, de un país donde no había derechos humanos, la pobreza y problemas familiares concretos lo lanzaron hacia Europa, hacia un futuro mejor, apoyado en todo momento por su progenitora. No había mucho que perder, pero para ello tuvo que cruzar cinco países y un oscuro mar.

Lo primero que hizo Omar fue pasar a Senegal, muy cercano a su lugar de origen, el pueblo de Koundara centro en la provincia guineana de Boké, a 501 km de la capital, Conakry. En el país vecino se subía a un autobús que lo llevaba hasta Bamako, capital de Mali, a orillas del río Níger, último destino seguro. Después llegaron días enteros caminando por territorios desconocidos, guerrillas, yihadistas, personas armadas, el miedo. También se hizo presente la frustración por la falta de dinero que enseguida se acabó y el encuentro con personas en el camino que buscaban aprovecharse de su situación.

Después de Senegal y Mali llegaron días enteros caminando por territorios desconocidos, guerrillas, yihadistas, personas armadas, el miedo. También se hizo presente la frustración por la falta de dinero que enseguida se acabó y el encuentro con personas en el camino que buscaban aprovecharse de su situación

“Si no pagas en el viaje te pueden matar. Siempre tienes que tener cobertura en el teléfono para hablar con tu familia y para contactarlos con las personas que te piden dinero”, asegura Omar. Si en una de estas situaciones de abuso la persona se encuentra sin fondos y la familia no responde por él es hombre muerto. “La mayoría de las veces ni veía el dinero que mi madre mandaba para poder coger un camión o pasar por algún sitio”, recalca. El joven no puede calcular el dinero que ha gastado en su viaje por tierra de Guinea a Argelia, aunque asegura que fue “todo lo que tenía”, y lo que le fueron pidiendo a su madre.

Las situaciones peligrosas fueron muchas y el peligro inminente de muerte estuvo ahí en múltiples ocasiones, pero ya no había vuelta atrás. “Incluso había personas armadas que disparaban sin ninguna razón”, explica. Después de Mali vinieron Burkina Faso y Níger, antes de poder cruzar la frontera de Argelia a través del desierto para llegar a su capital, Argel, donde pasó un año entero trabajando para poder pagar una plaza en la pequeña patera que lo trajo a su soñada Europa. Fueron muchos los territorios en conflicto por los que Diallo tuvo que pasar en plena pandemia mundial por el covid-19.

“Si no pagas en el viaje te pueden matar. Siempre tienes que tener cobertura en el teléfono para hablar con tu familia y para contactarlos con las personas que te piden dinero”, asegura Omar. Si en una de estas situaciones de abuso la persona se encuentra sin fondos y la familia no responde por él es hombre muerto

El infierno en la tierra

En Bamako, capital de Mali, Omar tomó otro autobús que lo llevó hasta la zona norte del país, donde cruzaría a Burkina Faso. “Aquí empezaron los problemas. Hasta aquí viajé como en Europa, coges tu autobús y vas al sitio”, pero a partir de ese punto el “viaje” daba un giro de 180 grados. “Siempre hay terroristas en guerra en esta frontera, por lo que el autobús me dejó en una ciudad cercana a la frontera y desde allí tuve que cruzar andando”, rememora. “Por fin” llegaron a Burkina Faso después de horas y horas sin saber si finalmente llegarían a su destino. “Nos organizamos allí con coches y furgonetas llenas de gente: hasta 50 personas en uno”, detalla.

La siguiente estación era cruzar a Níger, destino al que llegaba cambiando de vehículo en diferentes ocasiones, y pagando en cada una de ellas a merced de las mafias que controlan el tráfico de personas en la zona. “Estuve en la capital de Níger y luego en Agadez, ciudad nigeriana situada en el desierto del Sahara. Nos dejaron en este punto y allí cruzamos todo el desierto, caminando todo el día y parte de la noche”, asegura. Finalmente, alrededor de las 5 de la madrugada, se pudo colar por la penúltima frontera que lo llevaba a Argelia, muy controlada. “Aquí tienen muchos problemas con los subsaharianos y si te cogen te expulsan”, recuerda Omar a este diario.

En Bamako, capital de Mali, Omar tomó otro autobús que lo llevó hasta la zona norte del país, donde cruzaría a Burkina Faso. “Aquí empezaron los problemas. Hasta aquí viajé como en Europa, coges tu autobús y vas al sitio”, pero a partir de ese punto el “viaje” daba un giro de 180 grados. "Siempre hay terroristas en guerra en esta frontera"

“A las cinco de la madrugada llegamos a una ciudad en la frontera, ya en Argelia”. Lo había conseguido, por fin estaba en el último país antes de Europa. Pero la República Argelina es un vasto país y todavía quedaban muchos kilómetros hasta llegar a Argel y recuperarse económicamente, porque a estas alturas Omar no tenía ni una moneda en sus bolsillos. “En estos momentos llamé a mi familia para que me ayudaran a seguir el viaje. Descansé allí un día para coger fuerzas para llegar a Argel. Estuve cinco días hasta que mi madre me pudo mandar el dinero. Mucha gente se tuvo que quedar allí, porque no tenían”, relata apesadumbrado.

COVID, yihadismo y golpes de estado

El año en el que Omar Diallo salió de Koundara, 2020, fue un año de crisis sanitaria mundial por la pandemia de la COVID-19, hecho que no puso freno a sus aspiraciones, a pesar de que el virus se extendía como la pólvora en un continente sin vacunas ni planes sanitarios nacionales que pudieran pararlo. Asimismo, la situación del África Occidental se encontraba en un periodo especialmente inestable debido al aumento del yihadismo, que pretendía hacerse fuerte en esos territorios asaltando escuelas, secuestrando y violando a niñas y mujeres; aterrorizando y asesinando a la población rural.  

Mali, Burkina Faso y Níger, países que transitó Omar para llegar a Argelia, compartían en esos momentos un enorme problema de seguridad regional provocado por la alta presencia de todo tipo de grupos terroristas en conflicto permanente con los gobiernos impuestos por el colonialismo. El inicio de este incremento del terrorismo fue aprovechado por los grupos yihadistas para extender su presencia en estos países y tomar la región. Desde entonces, los países del África Occidental han sido testigos de una devastadora guerra entre las fuerzas gubernamentales y grupos islamistas armados, incluidos aquellos afiliados a Al-Qaeda y al Estado Islámico en el Gran Sahara.

Mali, Burkina Faso y Níger, países que transitó Omar para llegar a Argelia, compartían en esos momentos un enorme problema de seguridad regional provocado por la alta presencia de todo tipo de grupos terroristas en conflicto permanente con los gobiernos impuestos por el colonialismo. El inicio de este incremento del terrorismo fue aprovechado por los grupos yihadistas para extender su presencia en estos países y tomar la región

“El objetivo de estos grupos terroristas ha sido controlar las rutas de suministro y aumentar sus áreas de influencia a través de asedios, secuestros, minas terrestres o artefactos explosivos improvisados como tácticas de guerra. Pero cuanto más extremas se vuelven estas y más empeora la seguridad en estos países, más se endurecen las campañas militares de las juntas de gobierno”, según la revista Atalayar, en un análisis de los primeros años de la década actual en la zona. 

Desde el año 2020, año en el que Omar salió de Guinea y cruzó estos territorios, se han producido en esta zona de África seis golpes de Estado. Dos en Mali (2020, 2021), dos en Burkina Faso (2022, 2022), uno en Níger (2023) y otro en Guinea (2021), como consecuencia de la inseguridad y la violencia regional. Estos golpes han simbolizado una revolución para la población de estos países, una oportunidad para recuperar la soberanía y poner fin a la influencia y acceso privilegiado de Francia a la élite política, a los recursos naturales y a la presión creciente de EEUU que pretendía tener más influencia en la zona, aumentando la presencia de Rusia en la zona progresivamente desde el principio de esta década, precisamente en el momento que Omar decidía salir de su casa a toda costa.

“Pasé momentos muy duros también porque a veces había que andar, porque no había dinero o no había camiones que me llevaran. Lo que recuerdo peor fue atravesar el desierto de Níger caminando. Sin comida, ni agua y viendo cómo otras personas no sobrevivían…”, cuenta.

Pasé momentos muy duros también porque a veces había que andar, porque no había dinero o no había camiones que me llevaran. Lo que recuerdo peor fue atravesar el desierto de Níger caminando. Sin comida, ni agua y viendo cómo otras personas no sobrevivían

Omar Diallo

Argel, el objetivo africano

La llegada a Argel, la capital de Argelia, estuvo llena de emociones. Ya estaba al borde del azul mediterráneo y había dejado atrás los múltiples peligros a los que se enfrentó. Omar llegaba exhausto y consciente de que aún le quedaba mucho para poder viajar a España. Un año entero tuvo que trabajar de aparcacoches, de limpieza, en lo que salía, para conseguir el dinero que las mafias le pedían para cruzar en una pequeña embarcación hasta la costa española. 

“400.000 mil dinares argelinos (2.855 euros) me costó poder subir en la patera. Cuando ya tuve el dinero, estuve esperando hasta que un día al terminar el trabajo me dijeron que esa misma noche salía”. Omar no cumplió con las órdenes otra vez a ciegas y esa misma tarde, a la hora acordada, se bajó al borde del mar. “Aquí sí que no había marcha atrás, ya no podías decir que no subías. ¡Y yo no sabía nadar!”, exclama.

“13 personas estábamos en la patera. Salimos a las 7 u 8 de la noche y llegamos dos días después alrededor de la una de la madrugada. Era invierno, hacía mucho frío y la comida y el agua enseguida se terminaron”. El espacio que ocupaban los bidones con el combustible y las pequeñas dimensiones de la embarcación no hacían posible transportar más víveres. 

“Tuve mucho miedo. No sé nadar”, insiste. “Por unas hora vimos las luces de Argel, pero luego todo se quedó oscuro, negro… y aquí empecé a tener mucho más miedo”, explica. Después se hizo el día y se acabaron los víveres y, de nuevo, la oscuridad acaparó todo su universo. Hasta que casi 48 horas después empezaron a ver las luces de la costa y llegaban a la playa de Figueretas, en la misma ciudad de Eivissa.

“Yo sabía desde el principio que quería quedarme en España”

“Llegamos los 13, pero realmente no conocía a nadie, solo eran amigos de patera. Cada uno iba por su lado. Vino la Policía Nacional de Eivissa. Ellos creían que era argelino, pero en Argelia no hay negros y preguntaron de dónde venía. Preguntaron si hablábamos español, inglés… La Policía no hablaba francés y empezamos a hablar con el traductor del teléfono. Nos hicieron esperar en Figueretas y nos montaron en una furgoneta, nos dieron mantas para el frío, nos preguntaron los nombres”, cuenta. Luego llegó la Cruz Roja y se realizó el registro.

“Nos preguntaron por nuestros datos, los motivos por los que había venido, si tenía familia aquí, si me quería quedar en España o ir a otro país…. Yo tenía en aquellos momentos 17 años, ahora tengo 21”, concreta. Los 13 pasaron la noche en comisaría y por la mañana fueron trasladados al hospital de Can Misses para la revisión sanitaria. “Por la noche me enviaron al centro de menores Padre Morey”, sitio en el que estuvo alojado dos meses.

Llegamos los 13, pero realmente no conocía a nadie, solo eran amigos de patera. Cada uno iba por su lado. Vino la Policía Nacional de Eivissa. Ellos creían que era argelino pero en Argelia no hay negros y preguntaron de dónde venía. Preguntaron si hablábamos español, inglés… La Policía no hablaba francés y empezamos a hablar con el traductor del teléfono. Nos hicieron esperar en Figueretas y nos montaron en una furgoneta, nos dieron mantas para el frío, nos preguntaron los nombres

Omar Diallo

“El Consell aceptó mi plaza y empecé a estudiar español. Después de dos meses me fui a Santa Eularia al centro Posidonia. Cuando cumplí los 18 empecé a colaborar en Apfem y me fui a vivir a Jesús. Trabajé con ellos, que se encargan de personas discapacitadas”. Omar estuvo allí ocho meses y después realizó un curso de Restauración y Cocina en la asociación Amadiba, continuando también con sus clases de informática y de español. Posteriormente también realizó trabajos de agricultura.

“Ahora pronto voy a salir de Apfem y me busco piso para vivir independiente. Estoy buscando habitación, quiero salir de aquí muy pronto. Estoy haciendo un curso de administrativo del SOIB de Santa Eulària (localidad al este de la isla),  y trabajo en las oficinas de la Policía local hasta el mes de abril. Tengo todos mis papeles. Estoy ahorrando lo que gano en la Policía para poder alquilar algo en abril, cuando tengo que salir de este piso. Quiero empezar mi vida normal, tranquilo, pagar mi habitación, sin problemas”, asegura esperanzado y contento.

“Prefiero seguir estudiando y aprendiendo”

“Si no consigo habitación ya buscaré en la península, pero creo que voy a encontrar. Tengo amigos de redes sociales en Huesca, Madrid y Barcelona. No me quiero ir de España. Desde el principio. Si hubiera querido ir a otro sitio me hubiera ido nada más llegar”, especifica. Le hubiera sido más fácil ir a un país francófono, ya que en Guinea se habla francés. “Todos mis amigos están en Francia o Alemania. Pero yo no quiero moverme de España. Algunos están en Holanda o en Estrasburgo. Prefiero seguir estudiando y aprendiendo y quedarme aquí. Me gusta España”, exclama.

Si no consigo habitación ya buscaré en la península, pero creo que voy a encontrar. Tengo amigos de redes sociales en Huesca, Madrid y Barcelona. No me quiero ir de España. Desde el principio. Si hubiera querido ir a otro sitio me hubiera ido nada más llegar. Todos mis amigos están en Francia o Alemania. Algunos están en Holanda o en Estrasburgo. Prefiero seguir estudiando y aprendiendo y quedarme aquí

Omar Diallo

“Cuando hablo con mi madre ella está muy contenta, mucho. Mucha gente sale de su casa y no llega a Argelia, la mayoría. Muchas, muchas personas mueren en el desierto. La mayoría. Aunque tengas dinero no vale para nada si tu coche se queda parado en mitad del desierto…, eres hombre muerto”. 

En 2020, 18 embarcaciones llegaban a Eivissa con 210 personas a bordo. A la vecina Formentera arribaron 208 en 17 pateras. Estos números han ido aumentando, sobre todo en la isla de Formentera año tras año. En 2021,17 en Eivissa y 38 en Formentera con 215 y 555 personas respectivamente. En 2022, arribaban a las Pitiüses 673 personas desde Argelia. El año pasado, último del que se dispone de datos, llegaban a las islas del sur de Balears 3.016 personas en 22 embarcaciones llegadas a la isla de Eivissa y 167 que lo hicieron a la de Formentera. Muchos otros descansan en el Mediterráneo.

En estos momentos, Omar también voluntario es de Cruz Roja. “Me encargo de hacer los registros cuando llegan las pateras. Les pregunto de dónde vienen, si tienen familia aquí, si quieren quedarse en España, les cojo los datos…”, comenta. “Este año no paran de llegar”, constata. 




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