La pelea de la izquierda contra el régimen de Orbán: “Es un régimen híbrido”
El Partido de la Izquierda Europea celebró un foro en Budapest en el que se produjo la foto de unidad de cinco organizaciones de la izquierda húngara, muy dividida por batallas internas y de capa caída por el pasado comunista del país. Ahora trata de rearmarse contra el ultraderechista Orbán
Budapest, una ‘isla verde’ en el reino de Orbán
El edificio que alberga a la Federación Húngara de Trabajadores del Metal en Budapest retrotrae a los tiempos del comunismo. Desde la caída de la República Popular en 1989, la izquierda ha estado apartada del poder y es ahora residual en el reino del ultraderechista Viktor Orbán. Ese fue el motivo por el que el Partido de la Izquierda Europea (PIE) decidió celebrar allí un foro político, que coincidió con la presencia de los líderes de los 27 en la capital para la celebración de una cumbre informal en el marco de la presidencia rotatoria del Consejo de la UE. El escenario elegido por el Gobierno húngaro fue radicalmente distinto: el moderno estadio Puskás Aréna, para mayor gloria del pasado futbolístico de Orbán.
El PIE no hizo ruido. Aprovechó para debatir y, en el caso de los partidos húngaros que forman parte de la familia, para hacerse una foto de unidad, algo que ha brillado por su ausencia en las últimas décadas. La “debilidad estratégica” de la izquierda en el país fue el motivo que llevó a la dirección a celebrar en Budapest ese foro, según explicó el presidente del PIE, Walter Baier.
“Es nuestra culpa porque estamos muy fragmentados. No estamos en absoluto unidos”, dice Tibor Szanyi, presidente del movimiento Sí Solidaridad, que atribuye en buena medida las batallas internas a los egos personales. También achaca el fracaso a razones históricas, al “cambio de régimen” con la caída del “imperio soviético” que lleva a la sociedad a ver a los socialistas y comunistas como “una cosa del pasado” y un “motivo de culpa por cualquier cosa que ocurrió”.
También Orbán ha hecho bien su trabajo para acorralar a la oposición. “Su propaganda ha sido muy exitosa para convencer a la gente de que todos sus predecesores estaban equivocados y que él es el bueno”, agrega Szanyi. A esa promoción institucional también atribuye Attila Vajnai, del Partido de los Trabajadores 2006, las victorias de Orbán, que critica la estrategia financiera de Gobierno húngaro en los medios de comunicación, que le permite ir dopado.
“El régimen de Orbán es una especie de régimen híbrido en el sentido de que pretenden ser una democracia, pero actúan diferente. El sistema jurídico y la regulación son tramposos en algunos casos”, afirma Vajnai, que forma parte del secretariado político del PIE: “Nuestra gente no está encarcelada por razones políticas, es verdad; pero se les persigue de muchas formas”.
Entre las estrategias de persecución que ambos dirigentes mencionan está la regulación con la que se puede sancionar a los profesores o funcionarios públicos por hacer comentarios políticos: “Están persiguiendo a los profesores por ley”.
A lo largo de los años, el Fidesz de Orbán ha introducido, además, cambios en el sistema electoral de manera que le beneficia. “Aunque tiene en torno al 40% del voto directo, su representación en el Parlamento es de cerca de dos tercios”, ejemplifican. Esa situación llevó a la oposición a presentar candidaturas conjuntas en las dos últimas elecciones municipales con éxito en algunas ciudades, como Budapest. No obstante, la izquierda clásica quedó fuera porque no le gustaban todos los compañeros de viaje de la alianza, donde consideran que hay representantes de la “extrema derecha” por la inclusión de partidos liberales.
También cuestionan la situación del sistema judicial. Un ejemplo que ha recorrido Europa es el de la activista Ilaria Salis, cuya imagen encadenada durante una vista generó indignación en el continente, y que estuvo detenida un año acusada de haber agredido a neonazis la víspera del 'Día del Honor', cuando iba a participar en una manifestación antifascista. Hoy es eurodiputada y Hungría ha solicitado el levantamiento de su inmunidad.
“El juicio no fue justo”, comenta Szanyi, que pone como ejemplo que la documentación que le fue entregada para su defensa no estaba traducida o que la víctima que denunció graves heridas puso en Facebook poco después unas fotos en un bar. Para la liberación de Ilaria tuvo que interceder la primera ministra ultraderechista italiana, Giorgia Meloni, que es la que mejor se lleva con Orbán en la mesa del Consejo Europeo.
La situación del estado de derecho en Hungría ha llevado de cabeza a la Comisión Europea y los estados miembros desde hace años. “No tiene cabida en la UE”, dijo en 2021 el entonces primer ministro holandés, Mark Rutte, que invitó a Hungría a salir del club por las leyes contra el colectivo LGTBI, como la que prohíbe hablar de homosexualidad en los colegios, impulsadas por el Gobierno. “Me avergüenzo, me avergüenzo cuando me siento a la mesa con él”, llegó a decir el hoy secretario general de la OTAN, que tuvo que sudar la camiseta para conseguir el 'sí' de Orbán para ese puesto.
El país tiene abierto un procedimiento bajo el artículo 7 del Tratado de la UE por vulneraciones del estado de derecho, que puede acarrear la suspensión del derecho al voto, por ejemplo, pero nunca se ha llegado a actuar porque requiere de la unanimidad y Orbán siempre ha tenido algún aliado de extrema derecha, como Polonia, que estaba en la misma situación. Lo que sí se llegó a hacer es congelar fondos al país, aunque el líder ultraderechista usaba esa decisión para chantajear a la UE en temas que requieren inexorablemente su ‘sí, como todo lo que tiene que ver con Ucrania, para que se le entregara el dinero.
En una sociedad que es mayoritariamente proeuropea, pese al escepticismo de Orbán, la izquierda tiene un atisbo de esperanza, o es al menos lo que los interlocutores manifestaban en los márgenes del foro del PIE. “La gente pensaba que con la promesa de la economía de mercado íbamos a mantener nuestros logros sociales, además del bienestar occidental”, expresa Szanyi, que pone como ejemplo los avances sociales de la época comunista en materia de educación, guarderías, apoyo a los mayores o vivienda: “Entre 1960 y 1990, los años del comunismo, se construyeron unos 75.000 apartamentos o casas; en los 30 años del capitalismo, quince veces menos”.
“La razón por la que la izquierda tiene ahora la oportunidad de más espacio es que la gente se está dando cuenta de que hay algo mal con el capitalismo y también que el Gobierno no es tan bueno. No es un despertar por el momento, pero es una tendencia de pensamiento que hay que cambiar algunas cosas básicas. Y esto nos da a nosotros cierto margen de maniobra”, remata el líder de Solidaridad.