Comedores escolares, los grandes olvidados
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En algún momento hemos perdido la batalla de los comedores escolares. No sé si por la falta de uso que ha traído la jornada continua en muchas comunidades o por qué, pero de alguna manera nos hemos resignado a que no haya cocinas propias en los centros, a que los niños coman comida precocinada y calentada, a que a partir de 12 años, con carácter general, pierdan de facto el derecho a comedor, a que no se den becas, a que los colegios concertados –que deberían ser un servicio público– los utilicen para financiarse.
O, según hemos sabido esta misma semana, que sepamos que uno de cada tres de los que aún quedan ofrecen un servicio como poco nutritivamente mejorable y la noticia pase totalmente desapercibida. Sí, a nivel de colegio o AMPA o se hacen iniciativas, pero el asunto ha quedado fuera de las políticas públicas.
Alrededor de un tercio de los comedores escolares en España ofrecen en sus menús más frituras y menos verduras de las recomendadas: un 29,15% de los centros incluye tres o más raciones de fritos a la semana y el 37% sirven dos o menos veces verdura fresca, según el último informe del Plan Nacional de Control Oficial de la Cadena Alimentaria. Ambas cuestiones están mal: sobran fritos y faltan verduras, según todas las recomendaciones.
El informe también apuntala la idea que os trasladaba antes: los servios de comedor empeoran. Un ejemplo entre muchos está en la oferta de bebidas. Antes era imposible encontrar otra cosa que no fuera agua. Hoy los hay que ofrecen refrescos, lo que ha llevado al Gobierno a anunciar que prohibirá esta práctica.
Los comedores escolares son mucho más que un sitio en el que metemos a los chavales (cada vez menos) durante ese par de horas que hay entre las clases de la mañana y la tarde. Para algunas familias la comida del colegio es la única decente que van a hacer en todo el día, un derecho que como os decía le quitamos a los niños de 12 años cuando pasan al instituto, donde el sector público ha normalizado que no exista el comedor.
Así de importante es el comedor, y solo con este dato cuesta entender que se escatimen las becas, como le sucede, atención, a un millón de familias. O, mejor aún, que no sea directamente un servicio universal, “una idea que no es ni tan loca ni tan ambiciosa”, según nos explicó hace un tiempo uno de los principales expertos en la materia, Donald Bundy. A uno se le ocurren pocas cosas mejores en las que invertir y desde aquí seguiremos insistiendo en la importancia de los comedores escolares.
Por supuesto que con todos estos problemas tan básicos no estamos preparados para tener el debate de si un colegio debe ofrecer alternativas veganas en su menú. Pero que no estemos preparados (leed la sección de comentarios del artículo si queréis comprobarlo) no quiere decir que no esté pasando.
Antes de seguir con otros temas, una mención a la ONG Educo, que no ceja en su empeño de poner los comedores escolares en el centro de la conversación.
Esta semana hemos hablado de...
- El Gobierno cambia el sistema de homologación para odontólogos. Una buena noticia para los dentistas extranjeros, que hoy tienen casi imposible convalidar sus títulos porque el proceso les exige hacer un examen que hace años que nadie aprueba. Eso obliga a estos profesionales a trabajar como higienistas en el escenario optimista, el perfil más básico que hay en las clínicas, con las implicaciones personales que eso tiene.
- Los odontólogos son solo una parte de todo el colectivo de personas que sufre con las homologaciones. Todo el proceso es un dolor de muelas: son varios años de espera y ninguna garantía de éxito, aunque parece que en los últimos años está mejorando un poco.
- La UPV investiga a un profesor por comentarios “fascistas, tránsfobos y racistas”. Y homófobos y franquistas, hay para todos. El profesor en cuestión da clase en la Facultad de Farmacia. Es el segundo caso similar que se vive en la universidad pública vasca en pocos meses, tras el de un profesor sustituto que acabó siendo despedido.
- Más allá de estos casos concretos, es preocupante que este tipo de manifestaciones se están volviendo más habituales en la Universidad, que no es ajena a la ola ultra que vive Europa –y la especie de necesidad que sienten sus seguidores de proclamarla–. Tampoco es una cuestión solo de profesores: hace pocos días fue un grupo de estudiantes en la Universidad de Oviedo los que exhibieron su racismo por el campus.
- Al presidente de la Asamblea de Madrid no le gusta que le hablen de los centros de FP. Así que usa su poder discrecional para cortarle el micro a quien lo hace. Lo sufrió la diputada de Más Madrid Beatriz Borrás, que le reprochaba que el caso de presunta corrupción por trocear obras en centros de Formación Profesional apunte a la Consejería de Educación que él dirigió la pasada legislatura.
Para subir nota
- La inteligencia no determina el éxito escolar. Puede ayudar a alcanzar la excelencia, tampoco es que no sirva para nada, pero la ciencia hace tiempo que ha constatado que otros factores son más importantes. La dedicación, las técnicas de estudio que nadie nos enseña nunca, la paciencia, los recursos didácticos y la perseverancia influyen más que la inteligencia. Es un conocimiento bastante asentado entre los investigadores (y profesores), pero que a las familias y alumnado les cuesta interiorizar.
- Un pedagogo para alfabetizar a seis millones de personas. Nunca es mal momento para recuperar la figura de Manuel Bartolomé Cossío. Fue el “alma y cuerpo” de las Misiones Pedagógicas que impulsó el Gobierno de la Segunda República para llevar la educación y la cultura a los pueblos. También era un adelantado a su tiempo y casi que al nuestro: propuso medidas –la coeducación, la negativa al adoctrinamiento religioso en los centros de enseñanza o el uso creativo del conocimiento frente a la memorización meramente acumuladora– que aún hoy se discuten. Si no sabes quién es o no lo acabas de aterrizar, te invito a que lo conozcas, es una figura clave.
Aquí lo dejo por hoy.
Pasa una buena semana.
¡Hasta el martes que viene!