Добавить новость
ru24.net
Eldiario.es
Февраль
2025
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19
20
21
22
23
24
25
26
27
28

Huevos al rector y curas obreros aliados de los alumnos: 50 años del cierre franquista de la Universidad de Valladolid

0

La Facultad de Derecho acoge unas charlas para conmemorar cómo fue la Universidad Paralela en la que alumnos y profesores coincidían en cafeterías y salones parroquiales para prepararse para unos exámenes que no sabían si iban a celebrarse o no

La resistencia al golpe de estado en Valladolid: un libro recoge los 17 procesos judiciales que encausaron a 500 personas

1975, Valladolid. Las movilizaciones vinculadas al sector automovilístico, de la mano de los obreros de Fasa y Michelín, estaban a la orden del día. Los estudiantes, en busca de una mayor libertad, convocaban huelgas y protestas. Ya no se tenía respeto por las autoridades académicas, se decía. Primero, intentaron celebrar un recital no autorizado de la cantante Elisa Serna en Filosofía y Letras y entraron agentes de la Policía Armada que hirieron a varios estudiantes. Días después, en la Facultad de Medicina, le tiraron huevos al rector. Y ese ya fue el detonante definitivo: el 8 de febrero de 1975, el ministro franquista de Educación, Cruz Martínez Esteruelas, ordenó el cierre de las principales cuatro facultades de la Universidad de Valladolid: Derecho, Filosofía y Letras, Medicina y Ciencia.

Manuel Espina presenció cómo tiraron huevos al rector de la Universidad de Valladolid, José Ramón del Sol. “En aquel tiempo los estudiantes teníamos muy presente que las huelgas tenían que ser activas, no de quedarse en casa. Y había profesores que, aunque no hubiera ni un solo alumno, daban clase, todo con una parafernalia... El catedrático iba con sus adjuntos y sus batas blancas y daba clase mientras los adjuntos se sentaban a escucharle. El rector era catedrático en Ginecología. Y cuando estábamos en el hall de la Facultad, salió el rector y se formó un círculo. Hicimos una cadeneta agarrados de brazos y manos para no dejarle pasar. Yo estaba en la primera fila ese día y de repente vi que empezaban a llegar huevos por encima de mí y algunos adjuntos se colocaron como escudo humano”, relata Espina, que entonces estudiaba quinto de Medicina. Él recuerda que ningún huevo llegó a golpear al rector, aunque algún periódico sí aseguraba que algunos impactaron contra Del Sol.

El Ministerio decidió cerrar estas cuatro facultades “ante las reiteradas anomalías de carácter colectivo, con gravísima perturbación del normal desenvolvimiento de las actividades docentes y del orden académico”, según reflejaban los medios de comunicación. Muchos se enteraron al llegar a la facultad y ver la puerta cerrada con un papel en la puerta.

Entonces había unos 7.000 estudiantes, y muchos de ellos procedentes del sector norte, en el que no había algunas de esas facultades: Euskadi, Cantabria, Burgos y Palencia, básicamente. Era un momento de “mucha efervescencia social”. “Valladolid tenía la conflictividad de una ciudad viva que quería salir y un régimen que no le dejaba”, resume el abogado Carlos Gallego, que participó en la Universidad Paralela y ahora organiza una jornada conmemorativa el próximo 14 de febrero en la Facultad de Derecho. En la jornada se abordarán los movimientos vecinales, las tensiones laborales de la ciudad, cómo fue el movimiento estudiantil y un análisis sobre la evolución de la Universidad de Valladolid desde 1975, en la que participarán personas del mundo de la cultura en Valladolid, antiguos alumnos y cargos y excargos universitarios.

“Preparábamos unos exámenes que no sabíamos que íbamos a tener”, rememora Enrique Gavilán, que entonces estaba en el último año de Historia y Geografía en Valladolid. “Esos años había mucho movimiento universitario y el régimen decidió tomar alguna medida represiva fuerte. Y a Valladolid le tocó un poco de casualidad... se iba a cerrar Sevilla, pero el rector, Clavero Arévalo, tenía mucha influencia —luego fue ministro de las Regiones y de Cultura— y movió sus hilos para que no le tocara... Poco antes fue lo de los huevos del rector y nos tocó. Pero no por ser la más combativa del mundo, sino porque Sevilla consiguió escaquearse”, asegura Gavilán, ahora profesor de Historia Medieval en la misma universidad. Reconoce que las movilizaciones estudiantes habían sido “fuertes”, pero la situación “empezó a agravarse” después de que los 'grises' entraran en el recital de Elisa Serna: “Entraron a lo bestia. Yo no estuve, pero me contaron cómo quedó la biblioteca, y uf...”.

“No solo defendíamos la democracia, libertad y la amnistía. Defendíamos otro tipo de valores: culturales, el feminismo... Esto sirvió para que Valladolid entera se solidarizara con la universidad. La gente no entendía que nos hubieran cerrado. Estaba mucho más movilizada la Universidad en Madrid, Barcelona, Valencia... Nos cerraron para que sirviera como ejemplo al resto de universidades”, explica Elena Pérez, que estaba estudiando quinto de Medicina cuando se cerró la Facultad.

Valladolid, una ciudad “más bien tradicional”

Y entonces, el cierre. No solo afectó a los estudiantes... los propietarios de pisos en alquiler, los dueños de pensiones y bares... Todos ellos perdían clientela. Y la ciudad se solidarizó con los universitarios. “Fue como un mazazo. Valladolid vivía de Fasa y de los estudiantes. Era una ciudad más bien tradicional, con una universidad donde no iban hijos de obreros, había cuatro becas”, recuerda María Jesús Díez-Astrain, que entonces le faltaban un par de asignaturas de Derecho para terminar la carrera.

El curso de 1974/1975 fue el primero que Jesús Quijano vivió como profesor de Derecho Mercantil. El que después llegaría a ser secretario general del PSOE en Castilla y León, recuerda que la mayoría de estudiantes procedían de una clase “media alta”. “Los que veníamos de una clase más media baja, o eran de Valladolid ciudad y lo tenían más fácil, o teníamos una beca como la mía. Por lo tanto, el cierre de la Universidad afectó de manera más principal a familias que no eran especialmente contrarias al régimen, con carácter general”, añade Quijano.

El cierre de la Universidad de Valladolid durante todo el curso académico ocupó portadas de medios de todo el país e incluso se coló en periódicos europeos como La Stampa. Pocos días después, arrancó la Universidad Paralela, como se llamó. Clases autoorganizadas por los alumnos de cada curso, con y sin la colaboración del profesorado, con intercambio de apuntes y el apoyo de gran parte de la sociedad. Los sacerdotes les cedían los salones parroquiales de toda la ciudad y algunas cafeterías les permitían juntar varias mesas para 'cantar' los temas.

Gavilán también alude a que no hubo “mucho afán” por “reprimir” la Paralela, en parte también porque el ambiente social era “muy favorable”: el Ayuntamiento, la Diputación, el parlamento autonómico, la Cámara de Comercio, el Colegio de Abogados, las asociaciones de vecinos o de amas de casa... fueron muchas las instituciones que protestaron en la ciudad, y eso hizo que, finalmente, a final de lo que había sido un curso extraordinario, se decidió examinar a los alumnos aunque fuera en septiembre y no en junio, como habría sido lo normal.

Elena Pérez era una activista estudiantil y militante del PCE desde 1969. No estuvo demasiado tiempo en la Universidad Paralela porque tuvo que marcharse a Madrid. “Vino Billy El Niño a buscarme un día a las seis de la mañana. Me sacaron unas monjas que vivían a mi lado y que eran de plataformas anticapitalistas. Avisaron a alguien y un amigo me sacó. Fueron a casa de mis padres a Palencia a buscarme y todo, pero yo me fui a Madrid y estuve ahí escondida un año. Cuando volví a hacer los exámenes a Valladolid, después de que hubiera muerto Franco, fui con una peluca por si acaso”, explica.

La participación clave del PCE

Rosa Santander estudiaba Historia entonces y era una militante activa del Partido Comunista de España (PCE). “Fuimos las células del PCE las que organizamos y nos distribuimos para ir a los distintos sectores de la ciudad, como a las casas de la gente o a las asociaciones incluso de las amas de casa. La Universidad Paralela no sale de la nada... Fue una tarea larga, pero enseguida contamos con el apoyo de toda la población”, destaca Santander, que insiste en que el PCE fue “el germen fundamental” sin el que La Paralela no podría haber podido arrancar.

“Tenía un trabajo previo, aunque luego mucha gente lo apoyó y empezamos a contactar con personas del curso que no tenían muchas inquietudes políticas, pero que se habían visto afectados. Si luego se hacían militantes, fenomenal, pero por lo menos eran simpatizantes. Trabajamos mucho y tuvimos muchas reuniones sobre cómo distribuirnos... No solo nos importaba la cuestión política, sino también la académica pura y dura. Mucha gente se sintió protegida y vio que no éramos unos cantamañanas”, suscribe esta historiadora.

Jesús Quijano matiza esta visión de cómo fue La Paralela: “No fue solo una reacción política impulsada desde un partido determinado, tuvo una dimensión bastante mayor”. “La parte más activa en el mundo estudiantil eran las células del PCE, la presencia del PSOE en la universidad era muy escasa... Pero no diría que La Paralela fuera impulsada por el PCE. Fue una reacción ciudadana, académica y en la que participaron muchos estudiantes y profesores, y no todos actuábamos impulsados por el PCE”, asegura.

El curso de 'La Paralela'

“Yo creo que La Paralela tenía dos sentidos fundamentalmente: era una forma de resistencia y algo muy testimonial en el sentido de salir al paso, que los estudiantes revoltosos no queríamos estudiar. Y nosotros decíamos: 'No, no, no nos hace falta la academia tal y como está planteada para poder estudiar'. Se organizaron todo tipo de actividades docentes, reparto de apuntes, seminarios... todo en distintos locales”, detalla Manuel Espina, que ahora es psiquiatra.

“Al quedarnos un poco desamparados, vimos la necesidad de seguir reuniéndonos”, apunta Rosa Santander. Antes de entrar en la Iglesia, dio clases hasta el ahora arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, mientras estaba estudiando Derecho. “Supuso la oportunidad de crecer en conciencia política, en ver la importancia que iba a tener el surgimiento de un Estado de Derecho. Fue una experiencia de trabajo compartido”, destaca. Para Carlos Gallego, La Paralela fue “una experiencia autogestionada promovida por los estudiantes”. “Nos buscamos la vida e invitamos a los profesores”, agrega este abogado, que atiende a este medio desde su casa, donde atesora recortes de periódicos y documentación como uno de los volantes que la Universidad dio a los delegados para que ellos pudieran acceder al Campus para tener reuniones.

En un principio, era un poco más clandestino. Estudiantes y profesores tenían miedo a ser sancionados de alguna manera y hubo prevención, pero después de las primeras clases, el colectivo universitario vio que las clases eran toleradas. “A poco que se fijaran, sabían dónde se reunían los estudiantes. La Policía miraba para otro lado, porque la alternativa hubiera sido excesivamente contraproducente. Hubo cierta discreción por lo menos al principio... pero cuando pasó el primer mes y se vio que se desarrollaba sin mayores interferencias ni riesgos, no hubo una ocultación de la iniciativa, en absoluto”, explica Quijano, que sí cree que hubo más profesores simpatizantes que no llegaron a atreverse a dar clases por miedo a represalias o a ser 'fichados'. Los apuntes pasaban de veteranos a novatos, de licenciados a estudiantes o incluso a través de la geografía española para llegar a los universitarios que habían vuelto a casa tras el cierre de su facultad. Algunos profesores supervisaban los apuntes antes de darlos por válidos, como Jesús Quijano con los de Derecho Mercantil, y otros cursos eran más autosuficientes ante la complicidad del docente con Rectorado.

Complicidad social y religiosa

Gavilán recuerda cómo se distribuían las asignaturas y se reunían en las cafeterías hoy ya disueltas y parroquias de la ciudad: en San Ildefonso, en Canterac, en Santo Toribio, en Santiago y los jesuitas de Ruiz Hernández, en los salones de la Sala Borja, Pilarica, en San Juan Evangelista, entre otros... Muchos de estos religiosos eran mayores ya en 1975, por lo que han fallecido. “Muchos eran curas obreros, o estudiaban en la Universidad y apoyaron todo esto... La sobrina del párroco de Santiago era de nuestro curso, por ejemplo”, explica Gavilán. Jesús Quijano, que asegura que los lugares eclesiásticos estaban “protegidos” de la Policía, destaca el “compromiso” de un grupo joven de dominicanos y de los jesuitas.

En Pilarica se produjo uno de los hitos de este curso: se celebraba una reunión de delegados que fue bastante tensa y acabó rodeada por las Fuerzas del Orden franquistas. Y el párroco, Ventura, tuvo que mediar. Manolo González era entonces el párroco, aunque luego dejó la Iglesia y acabó siendo concejal del PSOE durante el mandato de Tomás Rodríguez Bolaños.

Al final, los exámenes tuvieron que celebrarse, aunque no todos los profesores fueran igual de comprensivos. María Jesús Díez-Astrain había estado parte del curso anterior en la cárcel y tenía tres asignaturas pendientes, todavía recuerda cuáles: Derecho Procesal de 4º y de 5º y un Derecho Civil de 5º. “Hice los exámenes muy bien y estaba aprobada. Pero el de Procesal me suspendió el Procesal de 5º porque sus dos asignaturas no se podían aprobar nunca en la misma convocatoria. Y tuve que presentarme en enero, cuando pusieron la segunda convocatoria”, recuerda.

Algunos de los que terminaban el curso querían celebrar todo lo que con ello conllevaba: el viaje de fin de curso o la orla. Enrique Gavilán planteó boicotear la orla de su promoción, que no se llegó a hacer. “Me han dicho que parte de mi clase sí hizo una orla 'clandestina', pero no hubo una oficial”, apunta el historiador. Rosa Santander destaca que La Paralela sirvió para que muchos vieran otras maneras de dar clases distintas de la magistral. “Empezamos a ver otras maneras de enseñar y de aprender. Las clases magistrales estaban muy bien, pero también había otra forma de hacerlo. Y luego mucha de esa gente nos dedicamos a la enseñanza. Fue un trabajo estupendo y creó mucha conciencia de que había que movilizarse”, concluye. 

El cierre de la Universidad de Valladolid todavía se recuerda entre las paredes de las facultades históricas. “Fue una burrada del régimen que sirvió de muestra de la debilidad del Régimen, que ya hacía aguas”, resume Díez-Astrain. Elena Pérez, que fue procuradora en las Cortes de Castilla y León por Izquierda Unida, estuvo trabajando con Cristina Almeida en Nueva Izquierda y acabó adhiriéndose al Partido Socialista. Pérez, médica de profesión, considera que el movimiento vivido en la Universidad de Valladolid sirvió como un “ejemplo” en la transición. “Es un deber democrático estar ahora hablando de los cincuenta años del cierre y de lo que significa una dictadura en este país. Hay que contar que esto no fue ninguna bobada, que cerraron la universidad y supuso un golpe brutal para toda la sociedad”, remata.




Moscow.media
Частные объявления сегодня





Rss.plus




Спорт в России и мире

Новости спорта


Новости тенниса
Арина Соболенко

"Не уверена в доверии": Соболенко прокомментировала ситуацию с Синнером






Новый худрук Ленкома Панков: кабинет останется кабинетом Марка Захарова

В офисе партии «Всеармянский фронт» состоялось заседание «Круглого стола», посвященное актуальной проблеме Армении – демографии

Северный полюс окажется на месте южного: чем опасна остановка вращения ядра Земли

«Хорошо, что не чиновник»: в КНИТУ-КАИ встретили и.о. ректора