Michel André, el hombre que escucha los océanos: “Será una gran revolución entender lo que dicen los cachalotes”
Los sonidos recogidos por el experto en bioacústica mediante micrófonos submarinos sirven para recrear el mundo sensorial de los cachalotes en la exposición 'Ecos del océano': "El mar no es nada silencioso, sino que es un caos"
Los científicos tratan de explicar por qué el pez diablo negro emergió del abismo: “Venía huyendo de otro mundo”
Algunas de las criaturas más inteligentes del planeta son capaces de comunicarse entre sí con unos niveles de complejidad que todavía quedan lejos de nuestro alcance. Y lo llevan haciendo millones de años en mundos adonde no llega la luz y en una dimensión sensorial que ni siquiera somos capaces de imaginar.
La exposición Ecos del océano, en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid, trata de reconstruir la realidad percibida por un cachalote gracias a una combinación de arte, tecnología y ciencia, en la que los sonidos grabados en las profundidades durante años por Michel André tienen un papel fundamental. El colectivo de artistas digitales Marshmallow Laser Feast ha usado las grabaciones recogidas con sus más de 150 micrófonos submarinos (hidrófonos) para crear la instalación inmersiva Seeing Echoes in the Mind of the Whale (“Viendo ecos en la mente de la ballena”), con la que intentan que el visitante se sienta por un instante en el punto de vista de los cetáceos.
Como director del Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), André es uno de los mayores expertos en bioacústica del mundo y uno de los científicos que más ha trabajado para concienciar sobre la necesidad de reducir el ruido humano en los océanos. Charlamos con él en las instalaciones de la exposición, comisariada por José Luis de Vicente, sumergidos en uno de esos paisajes sonoros que la frenética actividad humana amenaza con destruir.
Usted lleva más de 20 años escuchando las profundidades marinas. ¿Ha detectado un aumento del ruido humano a través de los hidrófonos?
El nivel de ruido en los últimos 30 años ha aumentado sin ninguna duda, porque no había tanta actividad humana en el mar, tantos barcos ni tantas construcciones de parques eólicos.
¿Cuál diría que es la principal fuente de contaminación acústica en los mares?
El más presente es el transporte por barcos. Hay más de 100.000 buques portacontenedores que transitan por el mundo y generan un ruido constante. A nivel individual probablemente no es la fuente que impacta más, pero sí desde el punto de vista acumulativo. Son sonidos que viajan cientos o miles de kilómetros y alcanzan cualquier rincón del océano. Luego hay impactos más limitados en el tiempo, como las prospecciones de petróleo. Son campañas de 15 días y son fuentes que tienen potencial de dañar mucho mayor que los propios barcos, con una subida en intensidad muy rápida, hasta niveles mucho más altos.
Hay una región del océano en la que el sonido viaja a cientos de kilómetros y que es el que utilizan las ballenas para comunicarse
El ruido humano se expande muchos kilómetros en horizontal, ¿se adentra también en las grandes profundidades?
Bueno, el mar prácticamente no tiene ningún límite. Un sonido de la superficie puede llegar fácilmente al fondo marino, aunque sea 11 kilómetros. De hecho, tenemos sensores a tres o cuatro kilómetros de profundidad que captan sonidos de la superficie. Lo único es que, si se topa en el recorrido con una capa de agua cuya temperatura y salinidad es diferente, se produce una refracción y lo desvía. Es ahí donde está el canal Sofar, una región en la que el sonido viaja a cientos de kilómetros y que es la que utilizan las ballenas para comunicarse.
¿Han identificado alguno de esos sonidos humanos que llegan a las profundidades?
Hay muchas fuentes que no conocemos, a veces tenemos alguna idea de que puede que sea mecánico, pero ¿qué máquina lo ha producido? Son 20.000 sonidos los que registramos, por poner una cifra, pero hay muchísimos que todavía no hemos identificado.
Uno de esos sonidos es de la famosa ballena de los 50 hercios. Parece que hay algún un animal desconocido que está haciendo ese sonido particular, ¿no?
Es un sonido que se había captado y que no se sabía cuál era la fuente. Gracias a unos avistamientos se ha confirmado que las señales acústicas que se producían estaban asociadas a esta ballena, que no produce señales de 30 Hz como las otras, sino de 50 Hz.
Estas autopistas de sonido se descubrieron la Segunda Guerra Mundial, cuando se quería detectar a los submarinos enemigos. ¿Cómo usan las ballenas el canal Sofar?
Esta zona del océano tiene unas condiciones de salinidad y de temperatura que atrapan el sonido dentro de un canal. Las ballenas lo conocen y lo utilizan para comunicarse. También, probablemente, para aislarse de fuentes de sonidos que contaminan su hábitat.
¿Cómo es eso de que hay canciones de ballenas que se transmiten y aprenden de unas poblaciones a distancias de miles de kilómetros?
Hay varios estudios que muestran que algunas poblaciones de ballenas jorobadas se inspiran en canciones de otras. Eso es una interpretación humana, pero vemos que incluyen dentro de su repertorio unos sonidos que no tenían en su registro antes de estos encuentros. Es interesante pensar qué es lo que hay detrás, pero no lo sabemos.
Parece que cuando Jacques Cousteau tituló su documental sobre las profundidades marinas El mundo del silencio, aún no había entendido que en realidad está lleno de sonidos para comunicarse entre las especies, ¿verdad?
Claro. Porque Cousteau estaba oyendo con sus propios oídos y tenemos una incapacidad fisiológica de oír por debajo del agua. Él sentía este silencio que únicamente existe para el ser humano. Y no había ninguna tecnología en esa época que permitiera ver que en realidad el mar no es nada silencioso, sino que es un caos.
¿Cómo describiría ese bullicio de comunicaciones entre especies?
La mayoría producen sonidos que viajan más o menos lejos. Si eres capaz de poner este oído que es el hidrófono dentro del agua, puedes captar sonidos que provienen de cientos de kilómetros. Por ejemplo, cualquier actividad portuaria de Barcelona se capta en Baleares, a 150 kilómetros de distancia. Y podríamos capturarlo incluso desde Cerdeña. No hay ni un minuto de silencio en el océano. Evidentemente, no todos son de animales; muchos se producen por el movimiento de las olas, de terremotos, así como por las actividades humanas.
Dice usted que el ser humano es el único que se ha abstraído de su entorno y solo se oye a sí mismo porque utilizamos el lenguaje hablado para comunicarnos…
Creo que cuando empezamos a articular nuestro lenguaje, hace unos 150.000 años, dejamos de escuchar nuestro entorno y nos empezamos a escuchar a nosotros mismos. Y la consecuencia es que hemos dejado de entender la naturaleza. Para combatir esta desconexión hay que volver a entender que somos parte de un todo.
Cuando empezamos a articular nuestro lenguaje, dejamos de escuchar nuestro entorno. La consecuencia es que hemos dejado de entender la naturaleza.
¿Qué propuestas tienen para detener el ruido?
Hay muchas cosas que se pueden hacer para pararlo. En la construcción de parques eólicos, desde hace algunos años se estudia la posibilidad de poner unas cortinas de burbujas de aire para amortiguar la instalación de los pilotes. Y las salas de las máquinas de los barcos se pueden aislar. En las prospecciones petrolíferas también hay una alternativa tecnológica para penetrar en el fondo marino sin tener que atravesar toda la columna de agua. Como científicos, tenemos que encontrar soluciones para que se obtengan los mismos resultados, pero con un menor impacto.
¿Qué ha aprendido usted sobre el lenguaje de los cachalotes? ¿Comparar estas comunicaciones con el lenguaje humano es otro acto de petulancia?
Creemos que somos los que sabemos más y los mejor adaptados a la vida en la Tierra, lo que es un error. Como tenemos este lenguaje complejo y muy rico, tenemos la tendencia de pensar que si hay alguna especie capaz de comunicar cosas más complejas que únicamente alertas, habrá seguido el mismo patrón que nosotros. Y para mí es absurdo, porque los cachalotes y otras especies provienen de un medio que no tiene nada que ver con el nuestro. Es una evolución de 35 millones de años dentro del medio marino, que son muchos años comparados con los 150.000 años de nuestro lenguaje. Además, en el mar cualquier sonido que se produzca está distorsionado, alterado por los cambios de temperatura y de presión y también de salinidad. Por lo tanto, un sonido que se capta a un metro no tiene la misma forma que si se capta a 100 metros o a 15 kilómetros. Si pensamos que estos animales tienen una forma de comunicarse similar a la nuestra, esos sonidos tendrían que tener una constancia para que el que los recibe. Y no es así.
¿Y su hipótesis es que los intervalos tienen un valor en el mensaje?
Sí, porque los intervalos de tiempo entre los sonidos son el único parámetro que no cambia y que es constante. Si se ignora o si se deja de lado los sonidos, nos quedamos con unas series de tiempo, de intervalos que podremos analizar con inteligencia artificial.
Siempre se habla de comunicarnos con extraterrestres, pero ¿conseguir comunicarnos con otra especie de este planeta no sería igual de emocionante?
Yo creo que sería el mayor logro de este siglo. Y creo que lo vamos a conseguir, que vamos a entrar en comunicación con los animales que viven en la Tierra desde hace muchísimo más tiempo que nosotros. Ellos tienen un entendimiento que no conocemos y será la única vía que tenemos para entender cómo tenemos que vivir en este planeta. Yo creo que esa será la gran revolución, más que el contacto con vida inteligente en otros planetas, que tampoco estaría mal.
Los cachalotes tienen un entendimiento que no conocemos y será nuestra única vía para entender cómo tenemos que vivir en este planeta.
Esta exposición intenta que veamos la vida como un cachalote. ¿Cómo lo han hecho?
Le pedimos al visitante que deje de escuchar el mar desde la perspectiva del ser humano y que intente imaginar cómo es la percepción del sonido desde la perspectiva de sus habitantes. Se nos ocurrió pixelar el sonido, en vez de representarlo mediante una onda o un espectrograma, y transformarlo en millones de partículas de sonidos, una nebulosa de información que solamente el cerebro de esos animales es capaz de reproducir.
¿Como si fuera la imagen mental que las localizaciones generarían en su cerebro?
Es soñar y vivir como un cachalote. Esta exposición es intentar olvidar nuestro concepto de la realidad y usar las herramientas del sueño para mirar el mundo como un cetáceo. Evidentemente, seguro que estamos lejos de esto y que nos quedamos cortos respecto a la capacidad que tienen, pero al menos interpela sobre esta forma de aprender los sonidos a través de estas partículas y saber que nuestra realidad sensorial no es la única.
No me puedo imaginar que, después de tantos millones de años de evolución, no haya algo más filosófico en sus conversaciones
¿Puede que la barrera entre especies sea tan grande que nunca sepamos ni siquiera de qué va la conversación?
Si viéramos el mundo como ellos, creo que no tendríamos que preguntarnos cómo estamos, ni cómo va el planeta, ni el clima, ni todo esto, porque nuestros sentidos nos darían esa información. Tal vez nos contaríamos cosas que no tienen que ver con lo que ya sabemos. No tengo ninguna duda de que intercambian información práctica, como ‘vamos a comer aquí, vamos a girar a la derecha o a la izquierda’, pero no me puedo imaginar que, después de tantos millones de años de evolución de un cerebro más desarrollado que el nuestro, que es el reino animal más grande, no haya algo más filosófico en sus conversaciones.