Los secretos del Túnel de Bonaparte, la vía de escape para cuatro reyes que conectará con Madrid Río en el año 2027
Patrimonio Nacional arregla el pasadizo que Villanueva diseñó por encargo del hermano de Napoleón, gracias al que los monarcas llegaban hasta su quinta de recreo en la Casa de Campo sin cruzarse con el vulgo y que ha permanecido cerrado durante los últimos 40 años
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Los madrileños que peinan canas tal vez se acuerden de haber atravesado hace años uno de los lugares más misteriosos de la ciudad, que acumula leyendas -la mayoría de base incierta- por haber permanecido cerrado al público durante las últimas cuatro décadas. Se trata del Túnel de Bonaparte, una excavación diseñada a principios del siglo XIX para unir el Palacio Real de Madrid con la Casa de Campo y que reabrirá cuando terminen los trabajos que están sirviendo para recuperar su antiguo trazado.
El túnel fue diseñado para cruzar bajo el paseo de la Virgen del Puerto, que había elevado la altura de los terrenos junto al Manzanares a finales del XVIII, cuando por la zona se acumulaban junto al río los lavaderos de ropa. Lo encargó en el año 1809 José Bonaparte, hermano de Napoleón y por aquel entonces rey de España después de la ocupación de las tropas francesas. Lo diseñó uno de los grandes arquitectos de Madrid, Juan de Villanueva, autor entre otros edificios emblemáticos del Museo del Prado. Pero ninguno de los dos llegaron a ver acabada la obra ni pudieron usarlo nunca.
“Esta unión la crea José Bonaparte para irse a tomar el café y a jugar al billar a la Casa de Campo”, narra a pocos metros de su entrada José Luis Sancho, jefe de investigación histórica de Patrimonio Nacional. “Es la única quinta de recreo que tiene”, añade para explicar la necesidad de esta apertura para el esparcimiento de un rey que, en tiempos de guerra, no podía utilizar por seguridad ninguno de los palacios de las afueras de Madrid, ni siquiera el de Moncloa. Así que pidió una forma de llegar más cómodamente y de forma privada hasta el palacio de la Casa de Campo (ahora conocido como Casa de los Vargas) y La Torrecilla, que había decorado como sitio de recreo.
El aspecto del entorno era bastante distinto al actual, ya que la irrupción de la M-30 causó importantes cambios en la conexión de los jardines del Campo del Moro con el río. Hay que imaginarse que hace doscientos años el túnel enlazaba ambos espacios en línea recta, atravesando el Puente del Rey hasta llegar al bosque más cercano a la capital.
El pasadizo se abrió en el año 1813, con Pepe Botella entonces ya expulsado, camino de Francia, así que el primer rey en cruzarlo fue Fernando VII. Juan de Villanueva tampoco lo pudo rematar, ya que había fallecido un par de años antes, por lo que un discípulo suyo -Silvestre Pérez- fue el que acabó la obra.
“Es una obra menor de un arquitecto mayor”, resalta el experto de Patrimonio Nacional, quien asegura que por allí cruzaban habitualmente también Isabel I, Alfonso XII como vía de salida discreta hacia el río, evitando al vulgo y a los pedigüeños. También deja en el aire una de las leyendas asociadas a este lugar: “Se dice que fue por aquí por donde salió el coche de Alfonso XIII”, camino del exilio después de la proclamación en 1931 de la Segunda República.
El secreto que se ha revelado este jueves, sin embargo, es algo menos espectacular pero interesante desde el punto de visto arquitectónico: el Túnel de Bonaparte (o Túnel de Villanueva, como lo llama Patrimonio) tenía originalmente un metro más de altura, hasta llegar a los cinco, bien proporcionado con sus 5,5 metros de anchura. Los trabajos de recuperación iniciados han destapado un zócalo de granito hasta ahora oculto bajo tierra, que se podrá contemplar desde una pasarela cuando finalicen las obras.
El túnel actual cuenta con 56 metros de longitud aunque debía haber sido mayor hasta que se construyó la M-30. Y estuvo en uso para la Corona hasta la salida del país de Alfonso XIII. Después permaneció cerrado y se reabrió al público para la apertura del Museo de Carruajes, allá por el año 1964. “Era un túnel feísimo”, recuerda José Luis Sancho, que llegó a pasar por él. Y se volvió a clausurar a principios de los años ochenta, envuelto en problemas de humedades.
Desde entonces quedó oculto su interior abovedado de ladrillos y se hicieron algunas obras exteriores, como la valla sobre la entrada o las puertas blancas que lo clausuraban, que datan de finales de los noventa.
La existencia de este túnel ha dado pábulo desde hace décadas a la aparición de leyendas urbanas sobre conexiones secretas bajo tierra para que los reyes pudieran llegar a distintas partes de la ciudad. Todas, al parecer, falsas. “Es más fácil inventar la historia que estudiarla”, comenta con guasa José Luis Sancho.
Lo que sí que está documentada -tal vez de ahí lleguen otras historias- es una bajada cubierta que se habilitó para Fernando VI cuando se construyó el actual Palacio Real y cuyo acceso inferior se encuentra en la llamada gruta chica del Campo del Moro.
Volviendo al Túnel de Bonaparte, los trabajos que ejecuta actualmente Patrimonio Nacional, en los que invierte 415.000 euros del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, van dirigidos a restaurar su fachada, excavar completamente los laterales para mostrar la cota original y adecuar todo el entorno para las visitas.
La idea es abrir esta parte al público en cuanto acaben las obras, probablemente a finales de este mismo año. El pasadizo se podrá visitar en el mismo horario (de 10.00 a 18.00 o hasta las 20.00 en verano) que los jardines del Campo del Moro, donde desde hace poco cuenta con dos entradas más para los peatones, en las cuestas de San Vicente y la Vega.
Pero para cruzar desde allí hasta Madrid Río habrá que esperar un poco más: una pasarela permitirá llegar hasta la zona gestionada por el Ayuntamiento, de reciente creación (se reformó a la vez que el soterramiento de la carretera). Hasta entonces el pasadizo se podrá contemplar solo desde la entrada.
El Ayuntamiento de Madrid trabaja al otro lado para habilitar su parte y que a principios del año 2027 se pueda abrir la verja, coincidiendo con la recuperación también de la Casa de los Vargas, informan desde el área de Cultura, que está ocupándose de esa parte de la obra. Todo para que -como dice José Luis Sancho- “los madrileños puedan usar cotidianamente lo que los reyes usaban”.