“No voy a venderlo regalado”: un casero discute que su edificio esté en ruina a una inmobiliaria y al Ayuntamiento de Madrid
El dueño de varias viviendas en un bloque del centro desalojado por riesgo de colapso lleva a los tribunales al Ayuntamiento. Afirma que le expulsan de casa junto al resto de inquilinos porque la sociedad que posee el resto de pisos busca la declaración de ruina para abaratar la compra total del inmueble
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Una batalla velada por la propiedad se esconde detrás del desalojo por peligro de derrumbre de un edificio en pleno centro de Madrid. Al menos eso es lo que sostiene el dueño de varias de las 14 viviendas del inmueble, situado en el número 5 de la calle San Millán. Luis posee la mitad (“un poquito más”, apostilla él) de los pisos del bloque, que se encuentra a pocos metros de la plaza de la Cebada y la estación de Metro de La Latina. Atiende a Somos Madrid primero con cautela, aunque poco a poco va dejando de morderse la lengua.
La construcción fue vaciada el pasado marzo ante el riego de colapso, obligando a realojar a 30 vecinos. El motivo fue un fallo estructural, producido, según Luis, mientras ejecutaba unas obras de reforma la empresa propietaria de las demás viviendas. Esta entidad es la promotora inmobiliaria Inversiones San Millán 5 S.L.
El caso de San Millán es particular por la resistencia que la inmobiliaria está encontrando en el actual propietario de parte de las viviendas, que no da su brazo a torcer para venderlas: “Estamos en guerra con ellos y con el Ayuntamiento”. De hecho, Luis avanza a este periódico que actualmente se encuentra en un juicio contencioso-administrativo con el Consistorio: “A mí el Ayuntamiento me ha echado de mi casa sin saber por qué, no sé quién ha decidido que esto se iba a caer”.
Además de las viviendas, Luis arrenda uno de los bajos comerciales del edificio, que sí han podido continuar con su actividad, como confirma a este periódico la empleada de uno de ellos. El cobro del resto de alquileres que dependen de este rentista están suspendidos desde el desalojo, a la espera de un posible regreso de los inquilinos si la rehabilitación acaba y el el Gobierno municipal de José Luis Martínez-Almeida no declara el edificio en ruina. “Volveremos en cuanto nos deje el Ayuntamiento”, afirma.
Para este casero, que además era también vecino desde hace décadas y hasta el desalojo, se trata de “una estrategia para que hacerse con el resto de pisos les salga más barato [a la promotora inmobilia]” porque “este tipo de empresas quieren quedarse con todo”. Añade que “la reforma actual se está haciendo siguiendo lo que ha mandado el Ayuntamiento, las medidas de seguridad ya se han tomado en un 95% y las obras están completadas al 60%”. Desde su punto de vista, una vez finalizados los trabajos, el bloque será “perfectamente habitable”.
De hecho, responsabiliza directamente a la sociedad que posee el resto del edificio de los problemas de la estructura: “Las obras que se han hecho son imprescindibles, pero se han vuelto imprescindibles porque estos han hecho siete pisos a la vez tirando toda la tabiquería. Han desarmado, y entonces vienen los problemas”. “No está en ruina, no voy a venderlo regalado”, avisa Luis. Asegura disponer de informes de arquitectos y estructuristas que lo certifican.
Choque entre dos modelos de rentismo no tan alejados
Rentista de la vieja escuela, admite que algunos de sus alquileres también son temporales, a estudiantes de Erasmus o trabajadores jóvenes llegados del extranjero: “Todo con contrato, pero yo no tenía inquilinos con renta antigua o de esos que no te pagan”. Dice, eso sí, que no contaba con alojamientos turísticos, aunque defiende que este modelo se extienda por el centro de Madrid: “Con pisos alquilados por 300 euros las cases se caen porque los dueños no pueden pagar ni la contribución. Si quieren volvemos también a la sangre del matadero cayendo por Curtidores...”. Afirma que “ahora mismo hasta en el Himalaya viven del turismo”.
Porque su batalla con la sociedad inmobiliaria no es una cuestión de principios, sino porque desea recibir lo que cree que le corresponde: “Cuando llegaron para comprar fui muy claro con ellos. Les dije que es tan fácil como ir un día a la notaría, yo con las escrituras y ellos con el dinero. Lo que no pienso es entregar los pisos por dos duros”.
Insiste en que “todo funciona igual de mal”, hasta el punto de que en un momento determinado se niega a responder más preguntas: “Por mucho que escribáis, no vais a conseguir nada. Aquí todos sabemos cómo van las cosas, lo que yo te cuente ya lo sabrás tú. Vivimos rodeados de empresas que son prácticamente estatales. Compañías gestionadas por profesionales del timo en un mundo donde, quien más quien menos, debe algún favor”.
Cuando llegaron para comprar fui mi claro con ellos. Les dije que es tan fácil como ir un día a la notaría, yo con las escrituras y ellos con el dinero. Lo que no pienso es entregar los pisos por dos duros
La versión de Luis choca con unas declaraciones recogidas por Telemadrid durante el desalojo de marzo. “Cuando pudimos venir a buscar nuestras cosas con los bomberos, nos dijeron que esto ya se estaba viendo desde noviembre [de 2023]. Estaban analizando cómo estaba el edificio y en enero vinieron a revisar y supuestamente ahí los bomberos dijeron que esto no era habitable”, contaba uno de los vecinos afectados, según la cadena pública madrileña.
Este periódico ha contactado con el área de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid para conocer su postura al respecto del estado del edificio, sin recibir respuesta. No concretan el estado en el que se encuentra el inmueble según la valoración técnica, ni si la declaración de estado ruinoso está sobre la mesa.
Con las obras en el interior del rellano como telón de fondo de la charla, Luis termina la conversación señalando un número que corona el portal: 1876. Es el año en el que se terminó de construir el edificio. Sería un final poético, pero este propietario deja una última apostilla: “Los otros no están costeando ni un euro de las obras. Me deben hasta dinero de los suministros, vengo justo de pagar el agua. Su único empeño es que el Ayuntamiento les conceda declarar esto en ruina, y mientras aquí no paga nadie más que yo”.