Mike Leigh: “Cuando buscas dinero para financiar una película no sirve de nada ser una leyenda”
El director británico, un emblema del cine social, estrena en los cines 'Mi única familia', una película que recoge el testigo de 'Secretos y mentiras'
Sean Baker, el favorito al Oscar que se inspira en el cine radical del español Jess Franco y en su 'Vampyros Lesbos'
Mike Leigh es historia del cine británico. Uno de los realizadores que mejor han retratado la clase obrera y las relaciones familiares (Secretos y mentiras), pero también con ojo para captar aquellos momentos históricos que atravesaron su país y configuraron el presente (la infravalorada Peterloo). A sus 82 años sigue en activo y regresa con Mi única familia, una gran película que coge el testigo de Secretos y mentiras. De forma explícita, al darle el protagonista a Marianne Jean-Baptiste, a la que descubrió en aquel filme, y de forma temática, al volver a clavar su bisturí en cómo una mujer sufre depresión convirtiéndola en una misántropa encerrada en su propia casa.
Leigh realiza un trabajo mucho más complicado de lo que parece. Juega al exceso, y presenta a su protagonista en un tono que hace que el espectador se ría con su mala leche. Hasta que uno se da cuenta de que quizás no debería reírse, que quizás esa persona está machacada por una vida que le da un solo espacio de alivio. Y ahí todo se hace más incómodo y hiela la sonrisa. Todo comandado por la interpretación sobresaliente de Jean-Baptiste, que a pesar de haber ganado todos los premios de la crítica de EEUU no logró una nominación al Oscar que merecía.
A pesar de toda su carrera, ha sido complicado para Mike Leigh levantar esta película. De hecho, ha sido la productora española Mediapro quien la ha hecho posible. Leigh explica con su flema británica y esa pose entre enfadada y socarrona que “no sirve de nada ser una leyenda”. “Aparentemente, no tiene ninguna ventaja en absoluto. Si apuñalo a una anciana en la calle, ser una leyenda no me va a proteger de ir a la cárcel. Y pasa lo mismo para recaudar dinero para hacer películas. Es triste, y es muy duro”, cuenta el director.
Cree que para hacer una película hay que seguir las reglas del mercado, y le preocupa que eso influya también en la libertad de los jóvenes creadores. En particular cree que la necesidad de cumplir con “diferentes agendas compromete lo que realmente quieres contar, y eso no le pasaba a los grandes pintores, compositores o novelistas del pasado, así que tampoco debería ocurrir con los cineastas del presente”. “A los jóvenes les dicen aquí pon un hombre, aquí pon una mujer, cosas para hacerlo más respetable, más woke, y eso es una tragedia para los jóvenes cineastas que no son todavía leyendas, pero que tienen el mismo problema que tenemos todos”, dice.
A pesar de sus quejas, él ha dado el protagonismo a dos mujeres negras de más de 50 años y trabajadoras. Pero él deja claro que lo ha hecho porque ha querido. “No lo he hecho por un tipo de propaganda, solo he querido ser sincero y hablar de temas que son endémicos en la sociedad, y nos preocupamos por eso. La clase y la raza son temas importantes de los que hay que hablar, pero ninguno de esos temas era nuestra motivación, sino contar un personaje real, con múltiples capas y que la gente se pueda reconocer en él”, aclara.
Concede que los directores ya no miran a la clase obrera en Reino Unido, pero no quiere profundizar, aunque le cuesta no añadir algo: “El cine social en Inglaterra fue muy importante para nosotros y creo que inevitablemente lo que está pasando es por el tipo de trabajo que se hace para las televisiones o que está respaldado por las plataformas de streaming, que toman todas esas decisiones basadas en lo que el público quiere o lo que los algoritmos nos dicen que el público quiere. Esas son las cosas de las que estás hablando ahora”.
Remarca la necesidad de ser “sinceros”, e intentar que nada interfiera en lo que se quiera contar, y recuerda que él ha hecho “películas sobre todo tipo de personas”. “De gente negra, gente blanca, gente de Irlanda del Norte en ambos lados de la división, hice una obra de teatro sobre los judíos en Londres… hasta he hecho una película sobre gente de clase alta. Se trata de retratar a toda la sociedad. Eso es lo importante”, remarca.
En Mi única familia hay una apuesta por un tono siempre a punto de desbordarse, y aunque Mike Leigh reconoce que es algo que controló, no empezó diseñando la película por ahí. “El concepto de tono es una abstracción de alguna forma. La película tiene un tono, pero viene marcado por el tema del que habla y por lo que pasa en ella”, aclara.
En esta película, considera a su actriz casi como una cocreadora, ya que no le pasó un guion cerrado, sino que fue un proceso participativo como siempre hace con sus actores: “Marianne me habló de mucha gente que conocía, y yo elegí a un par de esas personas. Así empezamos el proceso de cerrar su personaje, y estuvimos meses desarrollando, discutiendo, y trabajando con los otros personajes con los que la protagonista tenía una relación cercana. También hicimos mucha improvisación para crear el mundo del personaje en tres dimensiones. Eso ayuda a prepararnos para el trabajo posterior, que ya es ir al lugar y construir una película a medida”, dice.
“El punto de partida es tener un sentido de la vida compartido, un sentido del humor sobre la vida y sobre las personas también compartido. Eso es muy importante, porque así sé que estoy trabajando con un actor que no solo sé que puede interpretar cualquier personaje, sino que también tiene un sentido del humor saludable y es capaz de llevar el barco al extremo”, añade Mike Leigh. Junto a Marianne Jean-Baptiste ha vuelto a llevar su barco al mejor destino, y a pesar de que ser una leyenda no le ayude, ya está produciendo su nueva película.