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Los peces salvajes muestran capacidad de reconocer personas específicas y son interesados: les siguen si les dan comida

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Experimento - El estudio mostró que los peces pueden diferenciar humanos y aprender de señales visuales complejas

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Apenas se sumergió el buzo, decenas de ojos brillantes lo acechaban desde la penumbra azulada. Se movían en silencio, deslizándose como sombras, calculando cada movimiento. No era miedo lo que sentían, sino una curiosidad insaciable. Sabían quién era. Le conocían mejor de lo que él podía imaginar, y esperaban, pacientes, el momento en que sus manos se acercaran al cinturón de comida. No era la primera vez, y seguramente no sería la última, que esos peces salvajes demostraban recordar exactamente quién les daba de comer.

Durante años, los investigadores en una estación del Mediterráneo notaron un fenómeno peculiar: ciertos peces salvajes seguían a un buceador específico mientras ignoraban a los demás. No era casualidad ni mera coincidencia. Algo en su comportamiento sugería que eran capaces de reconocer personas individuales, no solo figuras borrosas con trajes de neopreno. Los peces no se acercaban a cualquier humano, sino solo a aquellos que anteriormente les habían ofrecido alimento.

Los peces tienen a sus personas favoritas

Intrigado por esta posibilidad, un equipo del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal (MPI-AB) decidió investigar a fondo. Se preguntaron si estos peces, habituados a ver buceadores, realmente podían distinguir a las personas. Para ello, diseñaron una serie de experimentos bajo el agua, utilizando distintos trajes de buceo y condiciones controladas. La clave estaba en descubrir si los peces salvajes eran capaces de reconocer a un ser humano específico basándose en señales visuales externas.

El experimento comenzó con una fase de entrenamiento. La buceadora Katinka Soller, que lideró la prueba junto a Maëlan Tomasek, se sumergía vistiendo un chaleco rojo llamativo, nadando cincuenta metros mientras alimentaba a los peces que la seguían. Con el tiempo, fue reduciendo los elementos vistosos hasta usar equipo de buceo completamente neutro. Solo alimentaba a los peces al final del recorrido, premiando a aquellos que la seguían hasta el final. Sorprendentemente, algunos peces no solo aprendieron a seguirla, sino que aparecían día tras día, mostrando una persistencia y curiosidad inusuales.

Los protagonistas de esta historia fueron principalmente dos especies de doradas, peces conocidos más por sus apariciones en recetas que por su inteligencia. Pero estos individuos rompieron el estereotipo, aprendiendo rápidamente a reconocer a Soller. Tanto es así, que ella misma empezó a distinguirlos por sus características físicas, bautizándolos con nombres como Bernie y Alfie. “Una vez que entraba al agua, bastaban segundos para verlos venir hacia mí, como apareciendo de la nada”, relató Soller, impresionada por la consistencia de sus nuevos compañeros acuáticos.

La memoria visual les ayuda a distinguir a personas

Tras doce días de entrenamiento, unos veinte peces seguían fielmente a Soller. El siguiente paso fue probar si realmente podían diferenciarla de otro buceador. Para ello, Tomasek se sumergió con ella, usando un equipo de buceo similar pero con ligeras diferencias en el color de las aletas y el traje. Al principio, los peces parecían confundidos, dividiéndose entre ambos buceadores. Pero cuando Tomasek dejó de ofrecer comida, la mayoría optó por seguir a Soller, demostrando que habían aprendido a asociar el alimento con una persona específica.

Lo más interesante llegó cuando ambos buceadores usaron equipos idénticos. De repente, los peces ya no podían distinguirlos, nadando de un lado a otro sin decidir a quién seguir. Esto confirmó que los peces se basaban en señales visuales externas, probablemente en los colores, para reconocer a Soller. Según Tomasek, “casi todos los peces tienen visión en color, así que no es sorprendente que aprendieran a asociar los parches de color con la persona correcta”.

Este descubrimiento no solo desafía las percepciones sobre la inteligencia de los peces, sino que también aporta evidencia de que pueden establecer relaciones diferenciadas con los seres humanos. De hecho, el estudio publicado en Biology Letters sugiere que esta habilidad podría estar presente en muchas más especies de peces de lo que se pensaba, incluidos aquellos que se consideran como mascotas.

Más listos de lo que se cree

El investigador principal, Alex Jordan, se mostró entusiasmado con los hallazgos y lamentó que históricamente se haya menospreciado la inteligencia y memoria de los peces: “No me sorprende que estos animales, que navegan un mundo tan complejo y lleno de interacciones con otras especies, puedan reconocernos visualmente. Lo sorprendente es que nos sorprenda a nosotros. Quizás subestimamos las capacidades de nuestros primos bajo el agua”.

Este estudio no solo demuestra que los peces pueden recordar rostros humanos, sino que también revela una capacidad para aprender y adaptarse a señales visuales complejas. Certifica que, aunque a menudo se subestimen a las criaturas del mar, ellos llevan mucho más tiempo observando a los humanos de lo que se cree. Y, ahora, se sabe que son capaces de reconocerlos.




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