Churchill y su cita con la muerte: las veces que el destino le dio una segunda oportunidad

Winston Churchill debió haber muerto muchas veces. A puñaladas, ahogado, en un accidente de aviación, de neumonía, atropellado, en el campo de batalla, de una grave caída totalmente evitable. Su vida fue una sucesión de encuentros con la muerte, siempre sorteados por centímetros, segundos o simples golpes de suerte.

La muerte lo acechó una y otra vez, pero siempre falló. Su guadaña, desgastada por la espera, se quedó sin filo antes de poder alcanzarlo. Si la parca hubiera hecho bien su trabajo en alguna de esas ocasiones, la historia del siglo XX habría sido completamente distinta. Sin Churchill en 1940, Adolf Hitler y los nazis habrían encontrado poca o ninguna resistencia para dominar Europa.

El hombre que la muerte no pudo atrapar

Con apenas diez años, un cuchillo le abrió el vientre en un internado de Hove. Un año después, su frágil salud lo llevó a la cama con una neumonía grave. Pero estos incidentes infantiles no fueron nada comparados con lo que vendría.

A los 18, en un intento temerario de impresionar a su hermano y a su primo, saltó desde un puente con la idea de aterrizar en un árbol y descender deslizándose por las ramas. Falló. Cayó de cabeza, entró en coma y tardó meses en recuperarse. Fue solo la primera de muchas veces que su cuerpo demostró una resistencia casi absurda.

Ya como joven oficial del ejército británico, el peligro se convirtió en una rutina. En Sudán, en 1898, participó en una carga de caballería en la que murieron decenas de sus compañeros. Poco después, en la Guerra de los Bóeres, fue capturado, pero logró fugarse en una de esas hazañas que solo parecen creíbles cuando llevan su nombre.

En la Primera Guerra Mundial, ya con una carrera política en ascenso, decidió que no podía quedarse al margen y se lanzó al frente con el 6º Batallón de los Royal Scots Fusiliers. Cruzó tierra de nadie más de treinta veces, exponiéndose al fuego enemigo sin razón aparente más que su propia temeridad.

Pero no solo el campo de batalla intentó llevárselo. En 1893, una tormenta volcó su embarcación en el lago Lemán y casi se ahoga. A lo largo de su vida, protagonizó tres accidentes de coche, uno de ellos un choque frontal. En Nueva York, en 1931, un autobús lo atropelló. Se levantó con el hombro dislocado y un corte en la cara. También sobrevivió al incendio de su casa, a dos accidentes aéreos y a cuatro episodios de neumonía. “Nunca nos rendiremos”, diría después en uno de sus discursos más famosos, aunque también podría haber hablado de sí mismo.

A pesar de su vida plagada de peligros, sus hábitos no ayudaban. Churchill trabajaba jornadas interminables de hasta 120 horas semanales. Viajó miles de kilómetros en aviones despresurizados y helados durante la guerra, fumó más de 300.000 puros y bebía whisky incluso en el desayuno. Su secretaria personal, Elizabeth Shakespear, reconoció años después lo agotador que era seguirle el ritmo.

¿Qué hubiera pasado en Europa si Churchill hubiera muerto en vez de haber sobrevivido?

El 10 de mayo de 1940, cuando asumió el cargo de primer ministro del Reino Unido, ya había sobrevivido a más de una docena de situaciones que podrían haber acabado con su vida.

Si en alguna de ellas el desenlace hubiera sido otro, la historia habría cambiado drásticamente. Sin él, el gobierno británico podría haber optado por negociar la paz con Hitler tras Dunkerque, como lo deseaba una parte de su gabinete. Sin su insistencia en resistir, sin su negativa absoluta a pactar con los nazis, el destino de Europa habría sido otro.

En una realidad alternativa sin Churchill, tal y como teoriza la revista Muy Interesante, Gran Bretaña podría haber aceptado en 1940 la mediación de Benito Mussolini para negociar con Alemania. Con el Reino Unido fuera de combate, Hitler habría concentrado toda su maquinaria bélica contra la Unión Soviética, conquistando Moscú en julio de 1941.

Estados Unidos, aislado en su Guerra del Pacífico tras el ataque a Pearl Harbor, no habría intervenido en Europa. Sin Churchill ni Franklin D. Roosevelt, la Alemania nazi habría consolidado su dominio absoluto sobre el continente.

Pero Churchill sobrevivió. En 1942, visitó el frente en África. En 1944, recorrió Italia. En 1945, cruzó el Rin con las tropas aliadas. Quiso desembarcar en Normandía el Día D, pero el rey Jorge VI se lo prohibió. No importaba: su resistencia personal ya había inclinado la balanza de la historia. Churchill murió en 1965, a los 90 años. Para entonces, había esquivado la muerte tantas veces que parecía inmortal.