Lo que parecía un simple cactus en Italia acabó con un imperio del comercio ilegal de flora: así se gestó una histórica redada
Tráfico de plantas - El juicio celebrado en enero de 2025 sentó un precedente jurídico en Europa al reconocer la biodiversidad como objeto de resarcimiento, otorgando una compensación económica a una organización dedicada a la protección de especies en peligro
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La silueta de una figura solitaria se recorta contra la inmensidad del desierto. Sus pasos, firmes pero cautelosos, levantan un polvo rojizo que flota unos instantes antes de volver a fundirse con la tierra. Lleva pocas herramientas, apenas lo indispensable, pero su objetivo no deja lugar a dudas: frente a él crece una planta que parece detenida en el tiempo, única y valiosa.
No hay prisa en sus movimientos, solo la meticulosa destreza de quien sabe que lo que tiene entre manos vale más de lo que muchos imaginan. Lo que no sospecha es que su rastro ha quedado marcado en más lugares de los que cree y que, lejos de allí, un engranaje se ha puesto en marcha y está a punto de sacarlo todo a la luz.
Más que un aficionado a las macetas
El tráfico ilegal de plantas raras no suele ocupar titulares ni provocar escándalos, pero en 2013 un simple paquete interceptado en el aeropuerto de Milán Malpensa desató una de las investigaciones ambientales más grandes de Europa. La aduana encontró 143 cactus Copiapoa, endémicos del desierto de Atacama en Chile, ocultos en un envío con documentos fitosanitarios falsificados. Lo que parecía un caso aislado resultó ser la punta de un entramado global que llevaba años operando fuera del radar.
Las pistas condujeron a la casa de Andrea Piombetti, un comerciante de plantas con una reputación bien establecida en el mundo de la botánica. Cuando la policía inspeccionó su vivienda y la de un conocido en un pueblo cercano, el hallazgo fue abrumador: más de 1.000 ejemplares de Copiapoa, algunos con siglos de antigüedad, extraídos sin permiso de su hábitat natural. No era solo un coleccionista con afición desmedida, sino el centro de una red de tráfico que abastecía a compradores en todo el mundo.
El análisis de su ordenador y teléfono reveló conexiones con al menos diez comerciantes ilegales y una lista de clientes frecuentes, entre ellos un coleccionista japonés que le enviaba pagos mensuales de 2.600 dólares. La investigación también mostró que entre 2016 y 2019 Piombetti había viajado a Chile cinco veces, lo que confirmaba sus lazos con la extracción ilegal de estas plantas.
El caso, conocido como Operación Atacama, culminó en enero de 2025 con un juicio sin precedentes. Piombetti fue condenado en Italia a 18 meses de prisión y una multa de 26.000 dólares, mientras que su cómplice, Mattia Crescentini, recibió una pena de 12 meses y una multa de 19.000 dólares. Pero más allá de las condenas individuales, el fallo judicial estableció un precedente crucial: por primera vez en Europa, un tribunal ordenó una compensación económica para una organización de conservación como parte del daño causado a la biodiversidad.
Las plantas también tienen derechos
La Associazione per la Biodiversità e la sua Conservazione (ABC), fundada por el botánico Andrea Cattabriga, recibió 21.000 dólares destinados directamente a la protección de especies en peligro. “Estamos dando a las plantas un derecho, un derecho a no ser destruidas, porque son seres vivos”, afirmó Cattabriga tras conocer la sentencia.
Otro aspecto inédito del caso fue la repatriación de 840 Copiapoa incautados, enviados de vuelta a Chile para ser protegidos en un invernadero administrado por la Corporación Nacional Forestal. Sin embargo, sin registros exactos de su origen, nunca podrán reintroducirse en la naturaleza.
A pesar de la magnitud del juicio, la amenaza para estos cactus no ha desaparecido. La creciente demanda de coleccionistas sigue alimentando el comercio ilegal, facilitado por internet y redes sociales. Además, el cambio climático está reduciendo la niebla costera de la que dependen estas plantas, mientras que la expansión minera y la construcción de carreteras ponen en riesgo su hábitat.
Organizaciones como Caminantes del Desierto intentan contrarrestar estas amenazas a través de la educación ambiental y la protección activa de los Copiapoa. Pero incluso ellos saben que el peligro persiste. Durante una expedición reciente, Mauricio González, presidente del grupo, observó un cactus oculto bajo una roca, una táctica usada para protegerlo de los furtivos. “Nosotros hacemos lo que podemos, pero el problema no se detiene”, comentó.
A finales de 2024, Piombetti volvió a ser arrestado en Chile, esta vez por intentar reactivar su red de tráfico. Las autoridades lo sancionaron con una multa y le prohibieron ingresar al país por diez años. Sin embargo, para los expertos en conservación, este caso dejó una lección más grande: la lucha por la biodiversidad no termina con un juicio ni con la captura de un traficante.