Dos meses
Apartir de hoy, le quedan 63 días al actual gobierno. López Obrador entregará (al menos formalmente) un país en peores condiciones del que recibió. La mitad de los mexicanos aún no lo cree, porque el charlatán ha sido hábil en engañarlos. Sin embargo, la realidad lo está alcanzando, antes de lo que él imaginaba.
En la frontera sur, los mexicanos huyen a Guatemala a resguardarse de la violencia de un estado sin ley, como comentamos el viernes pasado. En el norte, el Cártel de Sinaloa, aparentemente el más cercano al Presidente, entrará en una recomposición en la que no habrá influencia de México, sino de Estados Unidos. En el resto del territorio, el incremento en el control del crimen y el retiro del Estado es evidente. Es un país menos soberano del que recibió.
Se ha llenado la boca hablando de soberanía energética. Después de quemar en Pemex más de un billón de pesos, cerrará el sexenio con menor producción de crudo, más pérdidas en refinación y una deuda que ya pone en riesgo las finanzas públicas. En electricidad se perdieron los seis años, y hoy no pueden instalarse nuevas inversiones en el país por falta de energía. Por otra parte, el valor agregado de la industria eléctrica es hoy 25% inferior al de 2018.
El golpe más severo a la población fue la destrucción del sistema de salud pública. El cierre del Seguro Popular dejó en la indefensión a enfermos que estaban en tratamiento, y de un día al otro les cerraron las puertas. La farsa del Insabi sólo nos ha dejado decenas de miles de millones de pesos perdidos. La ocurrencia del IMSS-Bienestar, que no es IMSS, ni será bienestar, pulveriza aún más a un sistema ya de por sí ineficiente. Pero sigue prometiendo el mejor sistema del mundo, porque su cinismo no tiene límite.
En educación, a pesar de que el sistema de adoctrinamiento que vivimos desde los años veinte fue lo que le permitió llegar al poder y engañar con facilidad a la mitad de la población, también buscó la destrucción. La Nueva Escuela Mexicana, un mazacote de creencias e ideología, realmente pone en riesgo a los 24 millones de mexicanos en educación básica. La terminarían sin capacidad alguna de incorporarse productivamente a la sociedad.
Y es que López Obrador nunca buscó realmente gobernar, sino sólo concentrar en él todo el poder posible, destruyendo los mecanismos de intermediación y las instituciones vigentes. Como bien hace notar Luis Rubio en el número de agosto en Nexos, durante la transición a la democracia no fuimos capaces de reemplazar esos mecanismos e instituciones del viejo régimen, de forma que los parches ni eran sólidos ni contaban con respaldo social. Pero la destrucción actual no implica el regreso al viejo régimen, cuya esencia (el partido de Estado) ha desaparecido. Hoy todo se concentra en una sola persona, con evidentes limitaciones intelectuales y crecientes problemas mentales.
En estos 63 días, la mitad de los cuales ocurrirá bajo una nueva legislatura, el embate de la realidad puede ser realmente difícil. Por un lado, la recomposición del viejo crimen organizado y la violencia absoluta del nuevo. Por otro, desaceleración económica con inflación creciente. La burbuja de consumo que favoreció el triunfo del oficialismo implicó un gasto de 3 billones de pesos inexistentes. Ahora hay que pagarlos, sea gastando menos en los siguientes años o reduciendo el valor de la moneda. Si al mismo tiempo quieren seguir hundiendo dinero en Pemex, entonces la decisión no será nuestra. Pero de que pagamos, pagamos.
Entregará un país sin gobernabilidad, sin capacidad de defensa nacional, con las finanzas públicas en ruinas, casi sin servicios públicos y con la mitad de la población creyendo mentiras. Pobre de quien recibe.