Lo extraordinario en lo ordinario: las y los maestros del Premio ABC
Presidenta Ejecutiva de Mexicanos Primero.
Hace 15 años, la organización Mexicanos Primero apostó por emprender una iniciativa conocida como el Premio ABC, con el fin de reconocer a maestras y maestros en distintas funciones de la escuela pública en todo el país. A lo largo de estos años, se ha construido una comunidad importante y valiosa, llena de historias conmovedoras, que inspiran lágrimas y motivan a seguir la vocación de enseñar. Estas historias reflejan el esfuerzo por cambiar el contexto de sus estudiantes y nos recuerdan que no hay lugar más importante que el que se construye y se hace por quienes coinciden dentro de las aulas.
Muchos de estos docentes han encontrado formas creativas de enseñar, utilizando recursos limitados, pero maximizando su impacto. Desde reutilizar materiales hasta crear sus propios recursos educativos, su ingenio no ha tenido límites. Con pocos recursos para su formación, buscan todas las posibilidades para compensar con una profunda conexión con la comunidad. Conocen las necesidades de sus alumnos y sus familias, y trabajan estrechamente para asegurar que la educación llegue a todos los rincones.
En contextos donde las oportunidades son escasas, estos docentes se convierten en faros de esperanza y motivación. Su ejemplo de perseverancia y pasión por la enseñanza impulsa a los estudiantes a seguir adelante y creer en un futuro mejor. La comunidad de Maestras y Maestros ABC ha sido, en muchas situaciones, los evaluadores del trabajo de la organización, volviendo siempre a ellos para tomar sus opiniones sobre lo que en realidad viven en el sistema educativo. En un país tan vasto y diverso como México, no se puede perder de vista que hay personas extraordinarias que han decidido tomar la noble tarea de enseñar, enfrentándose a la adversidad con un inquebrantable sentido de compromiso y propósito.
Hoy, estamos ante la coyuntura de saber cuántos docentes hay en México, tal como lo estuvimos en el 2013. Los últimos datos de la Secretaría de Educación Pública Federal (SEP) indican que en esta administración ha habido incrementos salariales anuales significativos que ascienden a 191 mil millones de pesos y se ha dado la basificación de 960 mil maestras y maestros, pero cuántos tenemos en total, por nivel o modalidad, enorme duda. Y sí, las condiciones básicas, el salario y su seguridad laboral, no son, ni serán nunca negociables.
Pero, ¿quién habla del reconocimiento social que tanto urge en este país? El Informe Mundial sobre los Docentes, publicado a principios de este año por la UNESCO y varias personalidades destacadas en la investigación educativa, indica que para el 2030 se necesitarán 44 millones de docentes adicionales para garantizar la educación primaria y secundaria en todo el mundo, sin importar si son países de renta alta, media o baja. Esos millones faltantes, son aproximadamente la población total de Canadá, Puerto Rico y Jamaica. Simplemente, nos harán falta profesores. Una tragedia presente que se avecina urgente de atender. Adicionalmente, la tasa de abandono en la profesión se ha duplicado entre 2015 y 2022. Lo más lamentable es que pocos se quedan en sus primeros años de carrera docente; la primera infancia de los docentes pasa desapercibida. Hacer de esta profesión una carrera atractiva parece no estar en la agenda pública.
El Premio ABC, en su edición 2024, culminó su proceso el pasado mes de julio con un programa de formación inmersiva en Yucatán. Cada docente se trasladó, en su periodo vacacional y con sus gastos completamente cubiertos, a reflexionar y reconectar con sus colegas premiados en la misma generación, en medio de un contexto lleno de naturaleza. Subirse por primera vez a un avión, sentirse respetados y apreciados, tomar tiempo para su bienestar y, sobre todo, reír, disfrutar y contar anécdotas, porque no hay mejor práctica que la que se comparte entre pares. Que este texto sea una memoria de lo que ha hecho el Premio ABC; pero, sobre todo, un gran recordatorio de que no hay educación de calidad sin una apuesta prioritaria por sus maestras y maestros. Y, para terminar, no hay reforma educativa sin una reforma fiscal que garantice todos los recursos posibles para apostar por el presente y futuro de un país.