Rumbo a la dictadura
Me parece inexacto llamar dictador a López Obrador porque, para serlo, tendría que tener el control de los tres poderes. Y el Poder Judicial, bajo asedio, todavía se conserva independiente.
Es cierto que, con la sobrerrepresentación que tramposamente se le adjudicó a la coalición oficial, los diputados podrán aprobar una reforma judicial que ponga a votación los cargos de jueces, magistrados y ministros.
Si pese a todas las advertencias (internacionales, empresariales, de intelectuales, sociedad civil y de los mismos miembros del Poder Judicial) la mayoría legislativa espuria aprueba la reforma y ésta se incorpora a la Constitución, el proceso para renovar a los jueces y ministros llevará meses, no exentos de graves tensiones.
Finalmente, luego de llevarse a cabo las elecciones judiciales, habrá jueces y ministros identificados con el partido oficial y también muchos otros identificados con la oposición (desgraciadamente la elección de jueces se politizará). Si la mayoría de los cargos recaen en los oficialistas, el Poder Judicial, como los otros dos poderes, estará bajo el control de una sola persona. En ese momento, valiéndose para lograrlo de mecanismos seudodemocráticos, Claudia Sheinbaum se convertirá de facto en la primera dictadora de México. Título infame.
Dictador es aquella persona que concentra los tres poderes del Estado y cuyos designios no tienen ninguna limitación. Detenta un poder absoluto. Ese es el camino que seguimos, día con día. En esa ruta se empeña la camarilla gobernante, con el apoyo de los tontos útiles (Sabina Berman, Jorge Zepeda, Lorenzo Meyer, etcétera) y una masa que anhela sentir el freno en su boca y el yugo sobre sus hombros.
López Obrador, en eso finalmente consistió su cuarta transformación, conduce a México hacia una dictadura. Está en veremos si le está pavimentando a Sheinbaum el camino hacia la autocracia o si él mismo, haciéndola a un lado o cogobernando con ella, reclama para sí mismo esa responsabilidad. El punto que quiero dejar claro es que todavía no estamos ahí, todavía no llegamos a ese momento crítico, el oficialismo no tiene, hasta ahora, el control sobre los tres poderes del Estado.
Muchas cosas pueden pasar en el trayecto. Los mercados pueden reaccionar (ya lo están haciendo) ante la pretensión de viciar nuestro de por sí endeble Estado de derecho. El entrante gobierno norteamericano quizá no tolere las violaciones al TMEC (como la desaparición de los organismos reguladores) y decida salirse del Tratado. Tal vez crezca la agitación producto del descabezamiento del Cártel de Sinaloa hasta niveles de ingobernabilidad. No es imposible que se produzcan tensiones internas entre las facciones de Morena o que la deuda externa se vuelva inmanejable. Puede hasta ocurrir el surgimiento de una sociedad civil activa que, mediante paros, bloqueos y marchas, pueda detener la carrera hacia la autocracia. La historia, no lo olvidemos, no sigue un guión preestablecido.
La deuda externa sigue creciendo. El dólar sigue subiendo. Este año el peso ha sido la segunda moneda más depreciada en el mundo. Los capos secuestrados y llevados a Estados Unidos pueden comenzar a hablar y comprometer negativamente al gobierno saliente de López Obrador. Las votaciones para jueces y ministros pueden complicarse, no sólo por el caos que implicará su implementación, sino por una crisis económica mal manejada.
Todo apunta, desde el mirador del día de hoy, a que el Poder Judicial pierda su independencia en las elecciones por venir y que la dictadura se consuma. Pero podría complicarse el panorama, por los factores que he enlistado. No pierdo de vista que cada vez costará más trabajo a los opositores al gobierno ganar elecciones. El INE y el Tribunal Electoral, según se ha podido constatar en las últimas semanas, están alineados con el gobierno federal. La sobrerrepresentación legislativa y la anulación de las elecciones en la alcaldía Cuauhtémoc son prueba palpable de ello. Pero también: una votación masiva en contra es muy difícil de revertir.
No vivimos bajo una dictadura, aún. Todavía existen espacios de opinión independiente, aunque cada vez son menos. En la defensa del Poder Judicial, se verá si la oposición (no me refiero a los partidos, cero a la izquierda en términos prácticos) tiene la fuerza para contener el autoritarismo que se está fraguando.
López Obrador pasará a la historia como el presidente que destruyó la democracia. Como el presidente que dividió y enfrentó a los mexicanos. Como el que maiceó, corrompió y dejó a cargo de los militares las carreteras, puertos, aeropuertos y aduanas. Como el presidente que se alió a las peores dictaduras.
Franco y Castro, dictadores sanguinarios, murieron en su cama. A Noriega lo extrajeron de Panamá para cumplir su castigo en una cárcel norteamericana. Un destino posible para López Obrador quizás incluya helicópteros y una fuerza especial aterrizando a medianoche en Palenque. Una habitación en Nueva York, muy cerca de los señores Zambada y Loera Guzmán, como él respetuosamente los llama.