Solo un fuerte crecimiento puede evitar la crisis y otro sexenio perdido
Hemos hablado en este espacio de las distintas bombas de tiempo que está heredando el gobierno de la dra. Claudia Sheinbaum. No es la primera vez que vemos en México que un gobierno le deja, al siguiente, un país con varios asuntos críticos que pudieran detonar graves crisis, incluso siendo del mismo partido.
El presidente Echeverría, por ejemplo, le dejó al presidente López Portillo un país sobreendeudado, con un gasto púbico desproporcionado y elevada inflación. López Portillo dejó al país en ruinas, al declararse el default de la deuda externa, estallar la devaluación del peso, implementar el control de cambios, y estatizar a los bancos, con un déficit de finanzas públicas del 17 por ciento del PIB para el primer año del gobierno de Miguel de la Madrid, y con el crédito externo totalmente cerrado. El presidente Salinas le dejó al dr. Zedillo un país “colgado de alfileres”. Después de una burbuja de crédito irresponsable y desmedida, el sistema financiero implosionó, y se volvió a sufrir una fuerte devaluación al vaciarse las reservas internacionales, ante un elevado déficit en la cuenta corriente y fuertes vencimientos de Tesobonos colocados a un plazo promedio de tres meses entre inversionistas extranjeros.
Nos costó muchos años y un enorme sacrificio sanear las finanzas públicas, resolver el sobreendeudamiento con el exterior y controlar la inflación.
El sexenio que termina es el periodo de menor crecimiento en la historia, +0.7-0.8 por ciento real anual. En términos per cápita, un decrecimiento del -0.4 -0.5 por ciento real anual en promedio. Hoy la deuda financiera de Pemex más la deuda externa del Gobierno Federal asciende a 220 mil millones de dólares y contamos con reservas internacionales por un monto similar. Nuestro déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos es fácilmente financiable con la Inversión Extranjera Directa. El equipo hacendario ha realizado operaciones de canje de bonos mediante los cuales han dejado un perfil de vencimientos para los próximos años sumamente cómodo en la deuda del Gobierno. Es decir, no se percibe un escenario de una crisis de sobreendeudamiento con el exterior.
Siendo objetivos, el modelo de gobierno implementado por la 4T, en el que se tiene una serie de programas sociales; algunos de ellos ya insertados en la Constitución, que significan fuertes erogaciones crecientes, de manera exponencial, para las finanzas públicas, y que no tienen una fuente de fondeo clara, a costa de recortes constantes en los servicios básicos del Estado, como se han dado en salud, educación, seguridad, impartición de justicia, regulación y supervisión, es un modelo que no es sostenible en el tiempo, aunque electoralmente ha evidenciado su conveniencia para el grupo en el poder. Al inicio de este sexenio se contaba con enormes reservas de recursos en diversos fondos de contingencia, y con un nivel de endeudamiento todavía muy reducido. Esos fondos de reserva ya se agotaron. El endeudamiento está en el límite de lo que se considera saludable (50 por ciento/PIB) para un país con tan baja recaudación de impuestos (18 por ciento/PIB) y con una economía informal que ronda el 60 por ciento.
No se ve fácil la sustentabilidad de este modelo de gobierno sin incurrir en alguno de estos dos escenarios: 1. Generar un desequilibrio fiscal que termine con la pérdida de la calificación de grado de inversión, y un sobreendeudamiento del sector público, lo que implica una grave crisis económica, hiperinflación y una fuerte devaluación, que como siempre terminaría afectando a los más pobres. ó 2. Realizar una reforma fiscal confiscatoria y recaudatoria, que iría en contra del crecimiento económico, con carestía e hiperinflación, condenando al país a otro sexenio perdido en materia económica y a una regresión del nivel de vida de la sociedad, lo que políticamente sería el suicidio del modelo actual.
La única solución para evitar la pérdida del grado de inversión es que la dra. Sheinbaum presente y ejecute un programa de gobierno que implique generar confianza, respetar el Estado de derecho, reglas claras, y amplias oportunidades de inversión para el sector privado para que pueda darse alto crecimiento en la economía; también se requiere una revisión profunda al régimen fiscal para generar una política fiscal que impulse la inversión y así poder obtener los ingresos fiscales suficientes para afrontar las necesidades crecientes de recursos y cumplir con los programas sociales. En nuestra opinión se requiere un crecimiento mínimo del cinco por ciento anual promedio. Las oportunidades son muchas. Ojalá se puedan aprovechar.