Trump y México: mejor de lo que se esperaba
Con sus pronunciamientos de campaña, con las 33 órdenes ejecutivas que ha firmado hasta ahora, y con el brevísimo (pero revelador) comentario que hizo sobre México en Davos, Donald Trump nos da ya algunas señales sobre cómo será la relación de EU con México, durante los primeros meses de su presidencia.
La relación binacional descansará, por lo pronto, en tres ejes.
Primero, EU “recuperará el control de su frontera sur”, es decir, buscará reducir drásticamente la entrada de inmigrantes irregulares, al mismo tiempo que aumentarán las deportaciones de quienes ya están dentro y tienen antecedentes delictivos.
Segundo, combatirá con mayor determinación y vigor a las más grandes organizaciones criminales que operan en México, especialmente a las que exportan drogas (especialmente fentanilo) a Estados Unidos, y comandan bandas de traficantes de personas que buscan migrar a EU.
Y tercero, presionará con todo para impedir que México se convierta en la “puerta trasera” a través de la cual China ingrese productos a Estados Unidos, que compitan deslealmente con productores americanos.
Empiezo con esto último.
Quizás la pelea más importante que dará Trump durante su mandato será la que librará en la esfera internacional para consolidar el liderazgo global de Estados Unidos, y evitar que China se le aproxime en el ámbito tecnológico (especialmente en inteligencia artificial), que es donde parece avanzar con mayor velocidad, e impedir también que China se le acerque en las esferas armamentística y económica.
Aquí México desempeña un papel relevante, pues como vecino sureño de los estadounidenses, lo último que desea el Tío Sam es que México, un aliado geoestratégico clave, desempeñe el doble papel de aliado de Estados Unidos, pero también propicie frecuentemente acercamientos de diversa índole con China. Estados Unidos no parece contento con este doble juego, y presionará duro a México para que abandone esta ambivalencia.
Vayamos ahora a los otros dos que serán los ejes centrales de la relación binacional.
Primero, Estados Unidos hará todo lo que tenga a su mano para que sus Fuerzas Armadas y agencias federales (acompañadas por las burocracias de los estados del sur) arrebaten el control de la frontera a lo “invasores” y funcionarios corruptos. Intentarán recuperar tal control con toda velocidad, de ahí que hayan declarado formalmente que la franja limítrofe atraviesa por una situación de “emergencia nacional”.
Esta fue una promesa central que hizo Trump durante su campaña, y recibirá inicialmente más atención que el combate a los cárteles mexicanos.
Esta primera semana nos ha dejado ver que las deportaciones serán selectivas, y se guiarán (supuestamente) por el criterio de ‘grado de peligrosidad’ de los deportados, pues expulsarán primero a aquellos que hayan cometido delitos y tengan antecedentes penales.
Y aquí será importante que el gobierno de Claudia Sheinbaum solicite información detallada sobre el perfil individual de los deportados y el tipo de riesgo o amenaza que representan. Ya decidirá entonces México qué medidas deberá tomar para prevenir que estas personas cometan delitos acá o se vinculen con organizaciones criminales.
Algo que quizás suceda es que un porcentaje considerable de quienes están siendo expulsados de EU, y que realizaban allá labores agrícolas, sean reemplazados pronto por mexicanos que EU está reclutando ahora en varias entidades como “trabajadores agrícolas” en el marco de programas de empleo temporal que podrían ampliarse en caso de que las deportaciones impacten el déficit de campesinos en algunas regiones de EU.
Otros programas de empleo temporal, similares a los que ya existen en el sector agrícola, podrían inaugurarse próximamente para sectores adicionales, como el restaurantero o el de la construcción, que han dependido hasta ahora en gran medida de mano de obra irregular.
Finalmente, la designación de algunos cárteles mexicanos como organizaciones terroristas parece tener ahora una probabilidad baja de concretarse.
Las señales van en ese sentido. Por un lado, la nueva administración de Sheinbaum ha rechazado este instrumento de carácter unilateral, al mismo tiempo que su gabinete de seguridad se ha concentrado en desarticular con velocidad y destreza numerosas mafias a lo largo del país. Por otra parte, el reciente comentario de Trump en Davos de que México y Estados Unidos “van bien”, después de su primer diálogo de alto nivel (entre los cancilleres) sugiere que la vía que se transitará, al menos en una primera fase, será la cooperación bilateral en seguridad.
Estas son buenas noticias, pues sin duda lo que le conviene a ambos países, en el largo plazo, es avanzar en la construcción de una base institucional común para la cooperación –especialmente en materia de combate al crimen organizado– que en algunos años se traduzca en un Tratado de Seguridad para América del Norte (que incluiría también a Canadá).