Trump, elemental pero nocivo
Trump es majadero y misógino, es deleznable como persona, pero nada entenderemos cargándolo de adjetivos. Él y la oligarquía que representa están decididos a romper con las políticas de libre comercio y “globalización” en el intento de “hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande”, aun a expensas del resto del mundo.
EU dejó de ser grande, entre otros motivos principales, por ser el emisor del dólar como moneda de cambio internacional, lo que le ha dado grandes ventajas financieras frente al resto del mundo, mismas por las que fue perdiendo competitividad productiva.
El ser el emisor del dinero mundialmente aceptado desde 1944 le ha permitido comprar fuera de sus fronteras más de lo que vende y, en consecuencia, endeudarse, solo que para pagar no se ha ocupado de ser más competitivo para vender más, sino que solo ha tenido que imprimir más dólares.
En todo este tiempo, Europa terminó la reconstrucción postbélica de su planta industrial y, pocos años después, China se erigió como la fábrica más eficiente del mundo, para lo cual tuvo que desarrollar conocimiento y tecnología propia que ya representan un desafío serio a la hegemonía mundial de Estados Unidos.
La estrategia de Trump y de los empresarios a los que responde es atacar el libre comercio y los tratados internacionales con la imposición de aranceles como instrumento principal, para aplicarlos a productos importados de México, Canadá y China. Uno de sus argumentos (irreal) es que con estos países EU tiene un comercio deficitario, es decir, “injusto”.
(Otro argumento que mal justifica la imposición de aranceles es que por nuestra frontera entran las drogas que los jóvenes estadounidenses, desesperanzados con su vida, consumen en exceso porque las pueden comprar con absoluta facilidad en las calles o escuelas de cualquier ciudad, pero eso es tema de otro comentario).
El argumento del déficit mercantil es insostenible, entre otras poderosas razones, por el privilegio que EU se arrogó al final de la Segunda Guerra Mundial de ser el emisor de la moneda necesaria para que gobiernos, bancos centrales y empresas de todo el mundo realizaran sus transacciones internacionales.
Eso hace que, mientras cualquier país necesita acumular reservas en dólares para equilibrar su balanza comercial y de pagos, EU solo tiene que imprimir más billetes para cubrir sus déficits comerciales.
Ser el emisor del dinero circulante por el mundo también le da a EU el control del acceso al sistema de transferencias interbancarias (SWIFT), con lo que puede bloquear transacciones de países a los que decida sancionar, como Rusia, Irán o Venezuela.
Claro que, al haber abusado durante tantos años de privilegios, varios bloques regionales y países están tratando de armar alternativas al dólar, como lo está haciendo China y están hablando de hacerlo los BRICS.
Lo que en México no debemos perder de vista es que la imposición de aranceles a las importaciones estadounidenses tiene como finalidad básica la de promover la reindustrialización de EU, por lo que será muy difícil que dentro de un mes se desista de aplicarlos a México.
La oligarquía que representa Trump quiere llevar de vuelta a EU fábricas en sectores estratégicos como la farmacéutica, el acero, la energía y los semiconductores, porque son propulsores de tecnología de vanguardia.
Su plan (elemental, imposible) es encarecerles a las corporaciones estadounidenses con filiales en el extranjero su acceso al mercado estadounidense y abaratarles su operación a las que repatrien plantas que tengan en México o China u otros países.
Para ayudarles a reducir costos, se desregularán los cuidados con el ambiente y las escasas normas de protección a los trabajadores. Como no hay todavía fuentes limpias de energía baratas, la política energética estimulará el uso de petróleo, gas y carbón, a pesar de que son los causantes directos del calentamiento global.
Las empresas activas en territorio estadounidense tendrán baja de impuestos y, para evitar que siga creciendo el déficit fiscal, habrá recortes al gasto público en educación y salud.
La finalidad de hacer grande a EU no persigue abatir la pobreza de millones de estadounidenses ni atemperar las desigualdades con más y mejores empleos y servicios públicos, sino mejorar el posicionamiento de la oligarquía ante el desafío que le representa el poderío de China en ciencia, tecnología y eficiencia organizativa.
Aunque sea irrealizable, el intento de reindustrializar EU tendrá costos económicos y sociales elevados en países como México, por lo que urge localizar interlocutores en Washington que entiendan el discurso de la presidenta Sheinbaum.